ABC (Córdoba)

Provincian­ismo y provincial­ismo

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

Así tituló Ortega y Gasset, filósofo titular de la Nación, sus ‘Ideas Políticas’ del año 28, más frescas que nunca hoy, merced al régimen autonómico (urdido en un despacho para procurar colocación a la militancia socialista de provincias) que se nos ha ido de las manos y que constituye el triunfo de la España de campanario, en la cual no se puede ir de vecino de la capital por los pueblos sin riesgo de acabar en el pilón.

–En España no hay predominan­temente más que vida local. Esa vida local que hay tiene un carácter extremo. Es localísima, de radio para cada hombre superlativ­amente corto. A esta pequeñez cuantitati­va de radio correspond­e una miseria cualitativ­a de contenido. Es decir, que esa vida local es muy local y muy poca vida.

Y culpaba el filósofo a la institució­n provincial, cuyo papel era el más delicado de todos, el más importante: servir de nexo e intermedia­rio entre la vida de la aldea y la gran vida nacional.

–A mi juicio, ésta es la pieza decisiva en una constituci­ón española. Y para tan grave oficio se inventó la división más arbitraria de todas, cuadricula­ndo el sagrado cuerpo de España en esta ridiculez de provincias. Inspirada por una seca política métrico decimal, no debe a ella nuestro país, en casi un siglo, beneficio ni auxilio alguno.

Entre el provincian­ismo de unos y el provincial­ismo de otros, no está Madrid, otra provincia más, sino el Real Madrid, explicado por García Calvo en el arranque de su himno autonómico: «Yo estaba en el medio: / giraban las otras en corro / y yo era el centro. / Ya el corro se rompe, / ya se hacen Estado los pueblos, / y aquí de vacío girando / sola me quedo». El himno de Madrid debería ser el del Madrid, y el del Madrid, provincian­o y provincial, el de Madrid.

–La ‘Marsellesa’ –explicaba Pemán para explicar el suyo–, que es lo que quiere todo el mundo, no nació en las barricadas de París, sino en provincias, y era la música de un ‘Tantum ergo’ aligerada de compás.

A medida que el Madrid se agranda en el fútbol europeo, el fútbol español se empequeñec­e en sus cuitas de campanario, y al escándalo culé de Negreira ha respondido el Atlético con una solución digna de Juanelo Turriano, el ingeniero de Carlos V que inventó el Hombre de Palo en Toledo, un autómata de madera que en la actual calle del Hombre de Palo demandaba caridad que agradecía con reverencia­s: Árbitros Secretos, propone el Atlético para acabar con las suspicacia­s, y uno se imagina a

Mateu Lahoz o a Hernández Hernández arbitrando con capucha de verdugo, aunque por los andares («el trote cochinero» que denunciaba en su tiempo José María García) las aficiones acabarían identifica­ndo a los trencillas.

Sin las cogitacion­es orteguiana­s sobre provincian­ismo y provincial­ismo no se entendería­n las reacciones populares contra Guti en Villarreal porque un día que se metían con él les dijo «paletos», o contra Rüdiger, este sábado, en Cádiz, en el antiguo Carranza (nombre universal reducido al localismo de Nuevo Mirandilla), cuando el alemán, un hombre amigo de la guasa (su palabra favorita en español es «cabrón»), se acercó a un fondo para regalarle a alguien una camiseta. A Rüdiger nadie lo avisó de que la ‘torcida’ gaditana es mayoritari­amente culé, y que el salero de la ciudad casa hoy más con el ‘jordievoli­smo’ catalán que con el casticismo madrileño. Un amigo de allí todavía se acuerda de un verano que el Barcelona recibió cuatro goles del Chivas de Guadalajar­a y fue a desayunar al bar más culé de la ciudad sólo para pedir «un Chivas con cuatro hielos».

El Madrid pasó por Cádiz el sábado camino de su Martes de Carnaval en Londres, donde puede ocurrir de todo, incluida la catástrofe de la eliminació­n, después de todo lo que se perdonó en el Bernabéu, aunque lo normal es que, con Vinicius otra vez suelto, el Madrid haga salir a Churchill de su tumba para que repita lo que en su día dijo a Alfonso Paso en la Costa Azul: «Hay dos cosas que los ingleses nunca podremos tener: una es el Mediterrán­eo, y la otra, el Real Madrid». Cuando Paso le aclaró que él era del Atlético, Churchill repuso: «Eso revela su educación inglesa. Hay que ponerse las cosas difíciles».

Para los optimistas: la mejora de España, según Ortega, no la podrá hacer más que ella misma. Y proponía apropiarse del lema unificador del piamontés Cavour: «Italia fará da se».

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// REUTERS Rudiger

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