Una semana en el motor de un Falcon
El jefe del Ejecutivo rinde tributo a Los Planetas entre brindis republicanos
CUANDO Pedro, nada más estrenar colchón y tocar pelo y viscolátex, llevó a Begoña al Festival de Benicàsim para que viera de cerca y desde la zona vip a los Killers tras otear la terraza del Voramar a través de la ventanilla de su flamante avión presidencial y matrimonial (julio de 2018), en el FIB ya no solían tocar Los Planetas, en cuyo escenario principal se habían hecho fijos discontinuos. El festival había terminado por ceder a la creciente presión, inversamente proporcional a su permeabilidad musical, que ejercía el público anglosajón y desde años atrás confeccionaba unos carteles en los que el grupo granadino o cualquier otra españolada no pintaba ya nada.
El pasado jueves, el presidente del Gobierno quiso felicitar a Los Planetas por el veinticinco aniversario de ‘Una semana en el motor de un autobús’, «obra de arte que marcó una época», escribió Sánchez, agradecido al conjunto andaluz «por acompañarme en tantos momentos de mi vida», anotó. La respuesta del líder del grupo –conocido en el mercado del disco por el elevado precio al que despachan sus productos de lujo, todo lo contrario de lo que hicieron con ‘London Calling’ y ‘Sandinista!’ los Clash de Joe Strummer, también de izquierdas y casi granadino– llegó al día siguiente, 14 de abril para más señas y nostalgias libertarias: «Gracias a usted, Señor Sánchez. Salud y República», replicó Jota, muy respetado y canturreado en los círculos de la chirigota gaditana desde que compuso la letrilla de ‘El Rey de España’.
Este diálogo epistolar, cerrado en silencio por el presidente del Gobierno, que calla y otorga ante el «Salud y República» de su ídolo de juventud, ejercicio sumatorio de sanchismo yolandista, se produce en vísperas de la segunda venida de Don Juan Carlos a España, rodeada del tradicional revuelo que desde el siglo XIX ha provocado la reversión del exilio de los titulares de la Corona. Reversión de derechos, o desjudicialización de la monarquía parlamentaria, en la semántica del yolandismo sanchista, donde todo suma.
Al margen del brindis republicano del flamencólogo conocido como Jota, dirigido a nuestro primer ministro, leal a Felipe VI (RD 707/1979, de 5 de abril), los memoriales tricolores de este 14 de abril han estado bastante flojos, como una Diada sin presos ‘polítics’, resultado del ‘procés’ de normalización que el Ejecutivo de Sánchez ha llevado a cabo a lo largo de la legislatura para sustituir conflictos por convivencias. Desjudicializar es prejuzgar, pero sin consecuencias penales; a lo sumo, una inhabilitación, como las de Junqueras o Don Juan Carlos, habas partidas. De «la república no existe, idiota» pasamos así a «la monarquía casi tampoco». Normalidad. El Rey padre es ya como Puigdemont, libre de volver a España cuando quiera, con cita previa, respectivamente, en el Supremo o en unos telediarios que actúan como tribunales de excepción y dictan penas en riguroso directo. Conectamos con Sangenjo. La normalización es ausencia de conflicto. En catalán o en granaíno sobreacentuado, ya nadie le dice a Jota –ni un mal mosso d’Esquadra, ni un mal presidente, leal al Rey– que es idiota, por lo de la república. Salud y convivencia.