No olvidar
Nadie hace ni caso a la consulta ‘happy flower’ de ERC. Eso es lo grave
ES extraño. Pere Aragonès ha activado un nuevo ‘procés’ para «dar forma» a su ‘acuerdo de claridad’ a la canadiense, y en 2024, después de haber convocado debates «académicos, políticos, sectoriales y ciudadanos», hará pública su propuesta de referéndum «pactado con el Estado». Retoma así el tostón con la cansina retórica del secesionismo, pero con dos novedades: la primera, descartando la vía unilateral de declaración de independencia, que no es poco; y la segunda, sin que nadie le dedique un segundo. El ‘consejo académico’ de ERC ya funciona, pero donde nos entretenga la barriga de Laporta, que se quiten las tontunas de Aragonès, nuestro nuevo ‘sosoman’ de entretiempo. Suena a rutina aburrida, a otro día en la oficina con el remoquete. En la España de las terrazas, nadie hace ni caso. Un presidente autonómico anuncia una consulta separatista, y parece el gol de Iniesta en moviola. Forma parte del paisaje. Es su matraca en bucle, pero con tanta anomia social y apatía que no le creemos. Nos hemos acostumbrado a esta anestesia colectiva, al hartazgo, a esta caótica ‘nueva normalidad’ de ‘separas’ en depresión. Ya no se encienden luces rojas. Creemos que es el enésimo farol del perdedor. Que se beben la última y ya. Pensamos que no se repetirá, que sólo es una coartada para mantener unida a esa parroquia ‘indepe’ de bajón porque hay ayuntamientos en juego, pero que sí, que a fin de cuentas todo es un bluf, que están domesticados, pacificados, escarmentados.
Fabulemos como mero ejercicio de simulación. Aceptando como válida la doble premisa de que ERC no miente cuando amenaza y de que Sánchez ha hecho de la claudicación un arte, nada suena a broma exagerada. Lo diseñan tanto si hubiese cambio de Gobierno como si no. En el primer caso, para que el PP se dé por avisado, y en el segundo, para culminar la fragua del sanchismo, con ERC y Bildu como consortes. No obstante, el diseño es muy diferente. En su día, Ibarretxe promovió una reforma soberanista del estatuto de Guernica y lo expuso al Congreso con autorización –y rechazo– de Zapatero. Hoy Sánchez ha perfeccionado la fórmula, ya sin imprevistos ni margen para el error. Otra reforma estatutaria catalana es demasiado lío, demasiado tiempo, demasiado ineficaz…, que luego te salen un Guerra con el cepillo o un magistrado desobediente, y quita, quita.
Será directamente una consulta ‘salvable’ en la que bien podría preguntársele al catalán si está ‘cómodo’ en la estructura del Estado. Aparentemente, una pregunta legal. No hará falta que Puigdemont se haga un Tarradellas aun sabiendo que eso le implicaría apenas un par de meses de cárcel, y ya. A lo sumo, más victimismo para el mocho con cartas marcadas: el Código Penal descapitalizado, el Supremo desarmado, y el instrumento jurídico esencial que le falló a Zapatero en 2010, ahora sí, bien engrasado. ¿El actual Tribunal Constitucional prohibiría una pregunta sobre la confortabilidad de los catalanes? No. Lo que diga el PSC, y ahí está su hemeroteca con los indultos, las excarcelaciones o la derogación de la sedición. No será un procés con piolines, fugas en maletero o caras de idiota en la proclamación-desproclamación. Será un ‘procesito’, un golpe blando, un lo que sea muy ‘legal’ y ‘happy flower’. Sánchez lo sabe. Feijóo debería.