«Las aulas de acogida son la antesala del abandono escolar»
Las aulas de acogida para inmigrantes, que empezaron a funcionar en Cataluña en el curso 2004-2005 como recurso para atender a los alumnos recién llegados en el momento de su incorporación al sistema educativo, son «la antesala al abandono escolar, el absentismo y el bajo rendimiento». Así lo cree la profesora de Lengua Castellana, Berta Romero, que después de más de tres décadas de ejercicio en Cataluña, «ha visto en primera persona el resultado de este recurso impulsado por la Generalitat
para enseñar el catalán a aquellos estudiantes con diferentes lenguas maternas que llegan a la Comunidad».
A su juicio, en estos espacios, que funcionan en paralelo a las aulas convencionales en las que se desarrolla la actividad lectiva habitual, «no se trabaja por conseguir el sentido de pertenencia y se aumenta el riesgo de fracaso escolar. Abocar a un niño o a un adolescente a sentirse distinto del grupo al que ha sido destinado es poner en bandeja el abandono escolar, el absentismo y el bajo rendimiento».
La docente denuncia también la falta de recursos para atender a este alumnado recién llegado y la «discriminación» que sufren. «Las aulas de acogida, donde van los alumnos que desconocen por completo el catalán, no disponen de recursos adecuados para la enseñanza de la lengua. Estas aulas no tienen horario lectivo completo de manera que los alumnos sufren una doble discriminación. Por un lado, son apartados del conjunto de alumnos del curso donde deberían ir y, por otro, cuando esas aulas cierran, los alumnos han de ir a lo que sería su curso y a la asignatura que en ese momento se esté impartiendo».
La profesora, miembro de la asociación Cataluña por España, integrada en la plataforma Escuela de Todos, considera que el sistema lingüístico que se aplica en Cataluña no es de inmersión sino de sumersión. «La Generalitat no ha puesto en marcha un programa educativo de inmersión lingüística sino de sumersión que podemos llamar también de intento de suprimir el español, la lengua que nos une a todos. Digamos, pues, que este proyecto de sumersión no responde a principios educativos, pero sí políticos», precisa. «En los programas educativos de la escuela pública de Cataluña el bilingüismo equilibrado es ciencia ficción puesto que ni existe una buena formación del profe
sorado, ni la acogida de la población estudiantil inmigrante o de otras comunidades españolas es adecuado», añade la docente. Romera cree que para buscar la equidad «la inmersión deberían realizarse con los alumnos de lengua materna catalana» y advierte de los efectos negativos de «la inmersión monolingüe» en el alumnado.
«A la edad de seis años, cuando un niño todavía no tiene la lengua materna consolidada, en Cataluña debe enfrentarse a una lengua que desconoce. Este hecho provoca una limitación en su desarrollo emocional. Es una medida radical puesto que la familia debe aceptar este hecho obligatoriamente y el niño permanece en el colegio durante todo el día sin referencia alguna a su lengua materna y a su cultura. Se producen los fenómenos de la diglosia familia-escuela y de la diglosia escuelasociedad. Ambos impactan sobre el niño o el adolescente creando un conflicto que empezó siendo lingüístico y acabará extendiéndose por todo su ámbito existencial», afirma la profesora.
Sin sentido de pertenencia
Para refrendar sus palabras recuerda un estudio en el que se asegura que con el sistema educativo monolingüe en catalán, el sentido de pertenencia a la escuela es muy bajo y lo mismo ocurre en el resto de comunidades autónomas con dos lenguas oficiales. «Cataluña es la comunidad en la que los alumnos tienen menor sentido de pertenencia a la escuela. La inmersión ha hecho que sea práctica mente nulo», apunta.