ABC (Córdoba)

El Madrid pisa su huella

▶Un doblete de Rodrygo aniquila a un Chelsea sin veneno, que vuelve a caer ante el campeón como el curso pasado

- RUBÉN CAÑIZARES ENVIADO ESPECIAL A LONDRES

Anoche, en Londres, había un partido de Champions que comenzaba a las 21.00, pero el balón estaba en juego desde primera hora de la mañana. El ‘Daily Mail’ había desvelado que el Rey emérito andaba en la City y, antes de viajar a Vigo este miércoles, tenía previsto ir al palco para ver ‘in situ’ al Real Madrid en Stamford Bridge. ¿Se dejaría ver en un evento tan mediático y notorio como un partido de vuelta de cuartos de Champions del equipo blanco? Pues sí. Lo hizo.

El Emérito apareció una hora y cuarto antes del pitido de Daniele Orsato, en un Range Rover de color azul marino que le llevó hasta la misma puerta de acceso de la zona de autoridade­s de Stamford Bridge, con algún grito de fondo de ‘viva el rey’ y sin contestar a un aficionado que le preguntó por un posible resultado. Una vez ya en el palco, se sentó en una zona alejada a la de Florentino y Boehly, y en ese rincón privado disfrutó de la clasificac­ión del Madrid a semifinale­s. La undécima de las últimas trece ediciones.

En Londres vimos el sol dos días consecutiv­os, ayer y el lunes. El cambio climático hace milagros, pero no transforma equipos de fútbol de la noche a la mañana. El Chelsea es esa plantilla que de pequeño soñabas con tener en el PC Fútbol y en el álbum de cromos de Panini, pero una cosa es el fútbol ficción y el fútbol colección, y otra es la realidad de un deporte donde los millones no te aseguran triunfos, pero si te pueden sacar los colores.

Seisciento­s millones de euros en fichajes para estar en abril sin tener la permanenci­a asegurada en la Premier. De jugar en Europa la próxima temporada, ni mentarlo. Esa es la realidad de este Chelsea de dueño rico, fútbol pobre y entrenador paleolític­o. Ayer, quiso remontar al Madrid con un 5-41, como se jugaba en Segunda B en los años noventa. Su cara compungida, de diarrea de tres días, en la entrevista previa a pie de campo con Ferdinand y Owen, ya delataba el crimen.

Justo la confianza contraria que tiene Courtois, el protagonis­ta inesperado de una primera mitad de control ficticio del Chelsea, sin disparos locales entre palos. Hasta el 46. Reece James puso un balón desde la derecha que acabó en el pie izquierdo de Cucurella, libre de marca en el segundo palo. El lateral español tardó dos maratones y medio en ejecutar el lanzamient­o y, cuando lo hizo, tenía un gigante belga volando hacia él para mandar con su mano izquierda el balón a córner.

Otra parada para el museo Thibaut, celebrada como un gol por sus compañeros y con recado para la parroquia del Chelsea, esa que le tacha de serpiente: besito al escudo de la camiseta cuando cogía la botella de agua, ubicada a pie de la grada. Luego, achuchón de Llopis para entrar abrazados al vestuario. Bailar en pareja es más divertido.

Entre medias, el Madrid sesteó, sabedor que el Chelsea tiene menos veneno que una mariquita, y de vez en cuando soltaba un arreoncill­o para recordarle a los de Lampard que, si quería sangre, la tendría. Y acabó teniéndola. Hasta Modric se permitió el lujo de perder dos balones. Tensión de Liga más que de Champions.

Palo de Rodrygo

El croata fue el único que obligó a Kepa a sacar puños, con un buen derechazo. Minutos antes Rogrygo había tenía una ocasión idéntica. Su disparo se iría a la madera. De Vini y Benzema pocas noticias. Los dos se acercaron a Ancelotti y montaron un mini cónclave poco antes del descanso buscando soluciones ofensivas ante un Chelsea que no sufría.

Los de Lampard realizaron sus diez mejores minutos de la eliminator­ia al inicio de una segunda mitad sin Alaba, fuera en el descanso por molestias musculares. El pero, el de toda la temporada. Juegan con pistolas de agua, y al Madrid le sobra dinamita. Rodrygo, en el 58, acabó con cualquier mínima ilusión de remontada. Cabalgada por la derecha, centro que no remata Benzema, pero sí llega a Vinicius, que controla, levanta la cabeza, le da al pause y espera la llegada de Rodrygo al área para ponerle en bandeja el 0-1.

El brasileño, picado por las ocasiones erradas en Cádiz, se desquitó por completo en el 80, con el 0-2. Un pase a la red sin portero, tras una bonita combinació­n entre Valverde y Vini. Liverpool, Chelsea y, salvo hecatombe hoy en el Allianz Arena de Múnich, el City de Pep en semifinale­s. Una fotocopia a lo sucedido la pasada temporada, la de la Copa de Europa número 14. Camino de la Decimoquin­ta, el Madrid pisa sus huellas en la Champions

Militao vio una amarilla que le impedirá jugar la ida de semifinale­s y Alaba se retiró en el descanso por molestias musculares

asegurar el gol y se topó con un gigante. Durante el segundo que pasó el balón por el dominio de Cucurella, Thibaut Courtois puso en orden su larga figura, achicó espacios velozmente e intuyó la única trayectori­a que podía derivar el disparo. El resultado fue otro paradón para el recuerdo; una mano extraordin­aria para todos, una mano corriente para un hombre que hace ya tiempo acostumbró al continente a ser extraordin­ario.

La acción del belga, tan estética o más que muchos goles, fue tan importante como la de la ida ante el rebote de Militao, como las del Bernabéu ante el City, como los milagros de París frente a Mané y Salah... la amalgama de recursos decisivos de este guardameta de leyenda parece no tener fin.

El ganador de la pasada Champions League se asustó y, por primera vez en la noche londinense, vio en el Chelsea a un equipo capaz de remontar. Y como suelen reaccionar los de blanco cuando pintan bastos en Europa, el Madrid volvió del vestuario con el colmillo necesario para confirmar su enésima clasificac­ión a las semifinale­s. Sin embargo, pese a que el grueso del peligro ofensivo era protagoniz­ado por los visitantes, Courtois continuó su exultante seguridad. El portero, con muchísima calma, jugaba en corto con Militao y Camavinga –cómo ha mejorado en el juego corto en la madurez de su carrera–, atrapaba cada pelota que llovía su puerta y tapaba con maestría varios golpeos de Gallagher, Havertz y Enzo que negaban el júbilo al frío Stamford Bridge.

Poco después, cuando el Chelsea se volcaba sin éxito sobre el campo visitante, en pleno ecuador del segundo tiempo, apareció Rodrygo para volver a matar al Chelsea un año después. El delantero que siempre estaba a un paso de explotar comienza a hacerlo. Entretanto, mientras el brasileño hacía un partido, y un doblete, que difícilmen­te será olvidado en el imaginario madridista, Courtois, en silencio, mantenía su puerta a cero por tercera ocasión consecutiv­a después de haber convertido lo excepciona­l en cotidiano.

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// AFP Los jugadores del Madrid celebran el primer gol de Rodrygo

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