ABC (Córdoba)

Borrachera de arte

- ANDRÉS AMORÓS

Nada más comenzar el festejo, Morante levanta un monumento a la verónica: solemne, pausada, majestuosa. La gente ruge, de pie. Volverán a hacerlo varias veces, en esta tarde. Han sido los lances de la Feria y de muchas ferias. Pero el toro se viene abajo y la faena no se completa. La belleza suele ser fugaz. Me acuerdo de lo que dice el refrán de ‘La flor de la maravilla’: «Cátala muerta, cátala viva». Porque muy pronto le llega su fin. Y de la «rosa mutabilis» de García Lorca, que apenas cae el sol, «se comienza a deshojar».

En el tercero, Morante replica a Ortega con garbosas chicuelina­s y una media, citando de frente, que es gloria bendita. Y quedaba el cuarto, Ligerito, para la historia. Desde el comienzo, Morante se emborracha de arte, embraguetá­ndose a la verónica. Continúa por verónicas para llevarlo al caballo, y para sacarlo de él. La gente se frota los ojos, se lleva las manos a la cabeza, no se cree lo que está viendo. Luego, quita por gaoneras. ¡Lo nunca visto! Aunque el toro se para un poco y protesta, lo va metiendo en la muleta. No es sólo estética; también, cabeza para saber lo que necesita el toro en cada momento y técnica para dárselo, alternando los momentos de exigirle con los de aliviarlo. Al natural, vuelve a poner de pie a la Plaza entera, enloquecid­a. Ya con la espada en la mano, concluye con los sevillanís­imos naturales de frente, recuerdo de Manolo Vázquez. Y, después de la estocada, sigue toreando y adornándos­e. ¡El fin del mundo! El público, embriagado de arte, ya no sabe qué gritar, cómo liberarse de la emoción que le ha inundado hasta lo más íntimo. Para mí, acierta el presidente Luque, buen aficionado, al conceder el rabo: justo premio a una tarde completísi­ma, inspirada, entregada, redonda, feliz.

Por el rabo, la tarde pasará a la historia. Si no se hubiera conseguido, también. ¿Qué tienen que ver estas verónicas, estos naturales con el diluvio de espaldinas, arrucinas, circulares invertidos y muletazos mirando al tendido de tantas tardes? Hemos vivido el arte del toreo, sencillame­nte. Guardaremo­s esta tarde en la memoria del corazón. Lo dice don Sem Tob: «Cuando es seca la rosa… queda el agua olorosa/ rosada, que más vale». Adapto a Jorge Manrique: «Y, aunque la tarde acabó, / nos dejó harto consuelo / su memoria».

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