ABC (Córdoba)

Marta Belenguer: «Yo era una niña gordita, muy sociable, que siempre quería agradar»

La actriz, convertida en modelo en la pasarela de la Torrevieja Weekend, nos habla de su juventud, de sus hijos y reivindica el placer de las mujeres

- ANTONIO ALBERT MADRID

Gracias al diseñador Eduardo Navarrete, Marta Belenguer cumplió el sueño de ser modelo por un día desfilando por la pasarela más larga de España, la Torrevieja Weekend: «Yo empecé en el café teatro y el cabaret. El mundo de la peluca y el taconazo me fascina. Esto era una invitación a recuperar ese espíritu. Eduardo tiene mucho corazón y merece la pena como persona, su ropa me divierte mucho. Al salir muy disfrazada para desfilar, iba muy protegida. Además, con tanta gente de Torrevieja arropándon­os, me sentí como una reina». Marta hizo una parada en su gira de ‘El método Grönholm’, la función con la que lleva tres años de éxito, en la que deja un poco de lado el humor: «Me he ganado la vida haciendo reír y se me hizo raro meterme en un personaje serio. El humor hace que las cosas se entiendan más. Lo uso mucho para comunicarm­e con mis hijos. Con mi hija bromeo todo el tiempo, porque le digo ‘tú y yo estamos igual, en plena revolución hormonal’, ella entrando en la adolescenc­ia y yo en la menopausia». A Marta no le importa abrir el melón de esa etapa de su vida, al contrario: «No se habla nada de la menopausia. Me dan bajones. De pronto, sientes que como ya no eres fértil no estás en el mercado, como si ya no sirvieras. Es muy injusto y muy machista. Se puede gozar sin necesidad de reproducir­se, pero hay que hablarlo, hay que reivindica­r el placer de las mujeres».

Marta tiene dos hijos. Se separó cuando eran pequeños: «He tenido la sensación de ser madre soltera. La custodia la he tenido yo y les he criado como he querido. He tenido parejas que me han ayudado y ellos han visto cómo esos hombres que han compartido mi vida siguen siendo mis amigos. Mis hijos me dicen ‘te queremos mucho, pero también queremos a papá’. Y eso me encanta, porque el amor es infinito. Los adora, pero está aprendiend­o a soltar lastre: «Hablamos mucho, pero están en una edad en la que deben socializar, crear su espacio, desarrolla­r su propia personalid­ad. Lo que hago es hablar de mí para establecer esa comunicaci­ón».

Rutinas saludables

A Marta le da paz el yoga, que intenta practicar al menos dos días a la semana. Y le saca de quicio que no la escuchen: «Que no estén de acuerdo lo entiendo, pero que no me escuchen, no lo soporto». Es una mujer de rutinas: se levanta temprano, se toma un limón exprimido con agua caliente y una serie de complement­os, desde colágeno a la cúrcuma. Luego ya se pone a mirar los correos y medita un poco antes de desayunar. No puede faltar la fruta y el aguacate. También aprovecha el momento camerino antes de cada función, desconecta: «Tiene su encanto dejar tu vida al otro lado». Y está pensando en volver a tener mascota: «Soy de gatos. El último, que recogí en Cádiz, se me escapó y lo pasé muy mal. ‘Se habrá vuelto a casa’, les dije a mis hijos para pasar el mal trago».

En Madrid ejerce de valenciana: «Siempre que volvemos de Valencia lo hacemos cargados de petardos. Somos la traca, la verdad». Y está orgullosa de su melena cobriza y brillante que la distingue de las demás actrices: «De pequeña quería ser Pippi Calzaslarg­as. Pero ser pelirroja no marca, me ayuda a ser reconocibl­e y a fotografia­r bien. Es cierto que es un rasgo que se asocia a una personalid­ad fuerte». En su caso, le ha servido para convertirs­e en Carmen Alborch en ‘Cuéntame cómo pasó’.

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