Pensión autodestructiva
Un nuevo estudio confirma la relación negativa entre pensiones y fertilidad
« Quien tiene una hija, tiene una pensión». Recuerdo cuando Luis Chong, un funcionario taiwanés, me explicó en la década de 1990 cuál era la política de pensiones China. El fenómeno se daba tanto en la China continental como en la isla, aunque la prosperidad de esta última estaba haciendo que las cosas cambiaran. Pero la tradición era fuerte y mandaba –y probablemente siga mandando– que las hijas acogieran a los padres ancianos en sus hogares.
¿Existe una relación entre la generosidad de las pensiones y la fertilidad de las mujeres? Históricamente, la fecundidad ha disminuido coincidiendo con el momento en que los países de ingresos altos y medianos introdujeron o ampliaron sus sistemas de seguridad social. La teoría sugiere que las pensiones públicas deberían afectar el comportamiento reproductivo de los individuos y son una de las razones que contribuye a la disminución de la fecundidad en las economías modernas, pero ha resultado difícil probar este vínculo y estimar su tamaño e importancia.
Los primeros que plantearon la existencia de una relación negativa entre las pensiones y la tasa de fertilidad fueron los expertos en población. En 1975, el sociólogo Charles F. Hohm, realizó uno de los primeros estudios usando datos de 67 países y descubrió que la generalización de los sistemas de seguridad social tenía un impacto negativo en la natalidad. Pero, la mayoría de los estudios aportan evidencia a partir de modelos teóricos y hay pocos experimentos naturales. Una excepción es el estudio de Billari y Galasso (2009) que aprovechando unas reformas hechas en Italia en la década de 1990 concluyeron que las pensiones menos generosas aumentaban la fertilidad, incluso en las economías industrializadas.
Ahora, gracias al trabajo ‘Pensiones y Fertilidad: Evidencia Microeconómica’ que se publica en el número de mayo del ‘American Economic Journal’ y que firman Alexander Danzer y Lennard Zyska de la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt (Alemania), sabemos algo más gracias a un experimento natural registrado en Brasil, un país de renta mediana a baja.
En este caso, el estudio aprovecha la reforma de las pensiones que se realizó en 1991, extendiendo los beneficios del sistema a los trabajadores rurales. La jubilación de estos se triplicó con creces y esto tuvo un impacto en la propensión a tener hijos de las mujeres en edad fértil, en concreto ésta se redujo en un 8% a corto plazo. Veinte años después de la reforma, la fecundidad total del grupo disminuyó en 1,3 hijos. El trabajo descubre además que la caída de la fecundidad es más fuerte entre las mujeres mayores (que ya solían tener hijos e información suficiente sobre si estos las podían cuidar en la vejez) y las madres con hijos varones. La paradoja es que la caída de la natalidad es autodestructiva para los sistemas de pensiones basados en el reparto, como el español, porque erosiona las bases de cotización a largo plazo y sólo permite hacerlos sostenibles vía inmigración.