El ministro gregario
Indignado y en Sol, Bolaños debió plantar una quechua para ser más creíble
EN una cosa sí tiene razón Félix Bolaños. La suya con Isabel Díaz Ayuso es una polémica artificial que debió concluir en el mismo instante en el que lo sentó en primera fila en el acto principal del 2 de Mayo en Madrid. En lo que falla el ministro de Presidencia es en la coherencia. En la vida, si uno dice una cosa y hace la contraria, difícilmente puede no pasar por mentiroso, y Bolaños pasa por ser con diferencia el alumno más aventajado de Pedro Sánchez. Tanto, que empieza a superar al maestro. No era suficiente con ver reservado, y era lógico, su asiento. Había que sobreactuar, mantener viva la brasa del conflicto, fingirse una víctima de ‘bullying’ y, a falta de una navaja ensangrentada, acusar a Díaz Ayuso de «odiadora y crispadora». Sabía que no podría subir a la tribuna de la parada cívico-militar porque nada debía presidir, pero la ocasión era demasiado tentadora como para cesar en este juego maniqueo de pillos, consciente de que cuando se provoca a Ayuso nunca rehúye la tangana. De eso iba.
Lo de menos es quién tiene la culpa de qué. No es lo relevante. Que sea precisamente Bolaños quien acuse a Ayuso de incumplir un decreto sobre protocolo no deja de ser irónico proviniendo del ministro que redactó decretos durante la pandemia inconstitucionales por abusivos. En la balanza del cumplimiento de la legalidad, Bolaños debería arroparse un poco antes de denunciar nada. Sencillamente, el ministro se ridiculizó a sí mismo por orden de Sánchez ofreciéndose gustoso al paseíllo del oprobio por Sol para dejarse abuchear como ese gregario que se inmola para proteger al jefe. Bolaños es Leanizbarrutia subiendo botellas a Jalabert.
Basta con hacerse dos preguntas: ¿lo que hizo Bolaños con su autoinvitación, lo ha repetido en alguna otra autonomía? Y si hubiese acudido Sánchez, ¿Bolaños habría empezado su festival de caritas, entre niño compungido castigado sin merienda y ministro retador con mirada de Chuck Norris? La coherencia, la coherencia todo lo delata… En su ‘show’ de pucheros, también puso gesto adusto, como de máxima preocupación por la supervivencia del Estado de derecho (la misma cara que nunca puso al separatismo catalán), y dijo solemne que no iba a dedicar ni un solo minuto a dar gusto a odiadores y crispadores. Por tanto, su fervorosa pasión madrileña sólo podría entenderse desde un sobrevenido ataque de nacionalismo chipén de chotis y callos… y nadie ve a Bolaños en eso.
Lo grave del autoengaño es llegar al límite de creerse una argumentación falsa. Bolaños camina como lo que es, el dueño del BOE, y mira perdonando vidas o condenándolas. Pero hacerse pasar por ‘acompañante’ de la ministra de Defensa para azuzar una polémica estéril es rebajarse demasiado. Sánchez lo envió para realzar a Ayuso y desmerecer a Núñez Feijóo. No hay más, ni siquiera una pugna de egos. Si acaso, el enésimo menosprecio de Moncloa a Juan Lobato, tratado por Sánchez como un meme, como un segundón sin recorrido. Indignado y en Sol… cualquiera diría que el ministro gregario se nos ha hecho de Podemos. Debió plantar una quechua para ser más creíble.