«Destruir la Monarquía»: el plan que trazó el triunfo de la República en un año
El 17 de agosto de 1930 las fuerzas republicanas firmaron el Pacto de San Sebastián
Cuando Alfonso XIII aceptó la dimisión del dictador Miguel Primo de Rivera en enero de 1930, nada parecía amenazar seriamente la Monarquía. No eran muchos los españoles que se sentían republicanos y sus grupos organizados no gozaban de buena reputación. Ni el Rey ni el presidente del nuevo Gobierno, el general Dámaso Berenguer, tenían motivos para preocuparse, pero entonces la opinión pública empezó a cambiar, espoleada por las inquietudes expresadas por líderes políticos e intelectuales de prestigio, como el exministro conservador José Sánchez Guerra, que rompió el fuego en una polémica conferencia en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. A este se sumaron después Miguel Maura, Niceto Alcalá-Zamora y Manuel Azaña, que alentaron a los ateneístas de Madrid.
«Más importante fue que Indalecio Prieto aportase al movimiento las masas de seguidores que no tenía el Comité Revolucionario recién formado», apunta Alejandro Nieto en ‘Entre la Segunda y la Tercera República’ (Comares, 2022).
Fue entonces cuando todas estas viejas y nuevas fuerzas republicanas suscribieron, el 17 de agosto de 1930, el llamado Pacto de San Sebastián, una reunión privada celebrada en la sede local de Unión Republicana de la ciudad vasca, para trazar los pasos con lo que derrocar al Rey. «Esta reunión es uno de los fenómenos más curiosos de la historia política de España», asegura.
Fue presidida por el alcalde, Fernando Sasiaín, y en ella se acordó ya, entre otras cosas, convocar cuanto antes unas Cortes constituyentes republicanas, acometer una reforma agraria y reconocer el derecho de autonomía a las regiones que lo pidieran. Acudieron representantes de muchos espectros de la izquierda y algún monárquico renegado.
Aquel día, Alfonso XIII fue puesto en el punto de mira del Comité Revolucionario. «Fue algo súbito. España se convirtió en pocos meses en republicana sin que hubiese sucedido algo clamoroso que pudiera justificarlo. Tanto es así que el comité decidió pasar a la acción con una huelga general revolucionaria impulsada por los socialistas y un golpe militar», recuerda el expresidente del CSIC.
Es decir, que si para provocar la caída del monarca había que usar armas, las usarían. Al final, la sublevación de Jaca, el golpe de Estado de Ramón Franco –el hermano republicano del futuro dictador– y la huelga fracasaron, pero el plan de San Sebastián siguió adelante con reuniones clandestinas en las que se perfilaron los pasos a seguir. Hasta se decidió quién ocuparía los cargos del primer Gobierno provisional de la Segunda República.
José Ortega y Gasset también dejó claras las intenciones del Comité en un demoledor artículo publicado en ‘El Sol’ el 15 de noviembre de 1930: «No existe Estado español. ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Hay que destruir la Monarquía».
El último y definitivo intento se produjo con las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, en las que el número de concejales monárquicos superó al de los republicanos. No obstante, estos últimos se sintieron legitimados para tumbar el régimen... como ocurrió dos días después.