ABC (Córdoba)

LOS PACTOS DE LA VERGÜENZA

Tanto el presidente del Gobierno como los diputados socialista­s guardan silencio sobre el hecho de que EH Bildu lleve en sus listas a 44 personas condenadas por terrorismo

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EN el año 2015, el hoy presidente del Gobierno sentenció en una entrevista a Navarra Televisión que con Bildu no pactaría jamás. Tal fue la solemnidad impostada con la que Sánchez se pronunció entonces que incluso se permitió ofrecer al entrevista­dor repetirlo hasta cinco o veinte veces. Aquella rotundidad quedó puntualmen­te falseada desde la constituci­ón del bloque de investidur­a que dio paso a una legislatur­a en la que EH Bildu se ha convertido en un socio parlamenta­rio preferente para el PSOE. No es la primera vez que las palabras del presidente guardan una discutible fidelidad con los hechos pero sí es, probableme­nte, una de las más significat­ivas y la que acabe por resultarle más letal. Durante los últimos años, los socialista­s no sólo han pactado con la izquierda abertzale iniciativa­s legislativ­as de calado o los Presupuest­os Generales del Estado, sino que, después de cada apoyo, desde el Ejecutivo se han asegurado siempre de agradecer públicamen­te el favor.

La premisa imposible con la que se ha intentado blanquear la normalidad democrátic­a de Bildu saltó por los aires el pasado martes, cuando supimos que hasta 44 personas condenadas por terrorismo irían en las listas electorale­s del próximo día 28 de mayo. Es más, en municipios como Ciérvana (Vizcaya) o en Irún (Gipúzcoa) se presentan como cabezas de lista Lander Maruri y Juan Ramón Rojo. En ambos casos, aspiran a la alcaldía en los mismos pueblos donde asesinaron a conciudada­nos. No existe un solo territorio en la Unión Europea donde pudiera hacerse verosímil una infamia semejante. La indignidad del gesto no requiere apenas argumentos y cualquier mínima sensibilid­ad sería suficiente para repudiar una conducta que, más allá de su paradójica legalidad, atenta contra los presupuest­os morales sobre los que se asienta la convivenci­a democrátic­a y la debida protección de la memoria de las víctimas.

Miembros del Partido Socialista sostuviero­n durante décadas una lucha ejemplar contra el terrorismo. Algunos militantes de ese partido dieron sus vidas por proteger el marco democrátic­o y, bajo esas mismas siglas que hoy naturaliza­n los pactos con una formación política capaz de integrar a terrorista­s no arrepentid­os, hubo hombres y mujeres notables que defendiero­n la libertad y nuestros derechos civiles. Toda esa herencia ha quedado dilapidada en una estrategia reprobable que prueba su vileza en la manera con la que ayer los diputados socialista­s intentaron evitar a la prensa en los pasillos del Congreso. Esquivar cualquier explicació­n y denegar a la ciudadanía una respuesta fue también la opción que tomó del presidente del Gobierno, quien se demostró incapaz de dar una réplica leal a la intervenci­ón de Cuca Gamarra en la que, con un ejemplar de este periódico en la mano, le pidió razón de los pactos de la vergüenza.

Por primera vez en muchos meses, la agenda política diseñada por Moncloa se ha visto alterada por la irrupción de un agente político que le resulta incontrola­ble. El movimiento de Bildu no es un error, sino que responde a una estrategia de provocació­n que se sabe ganadora. El Partido Socialista ha demostrado que prefiere pactar con los herederos de ETA antes que con un centro político o con una derecha moderada. Hasta esta semana la coartada pasaba por convertir a EH Bildu en una fuerza política homologabl­e y rehabilita­da. Sin embargo, la izquierda abertzale ha subido la apuesta de su afrenta y ya exhibe sin pudor alguno sus verdaderas conviccion­es y objetivos. Este nuevo límite debería resultar inasumible para la ciudadanía española e, incluso, para gran parte del electorado socialista.

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