«Yo no nací con sangre en las venas, sino con tinta»
Pedro García Cuartango El columnista de ABC ve reconocida una trayectoria de casi medio siglo vinculado a los periódicos
A Pedro García Cuartango (Miranda de Ebro, Burgos, 1955) la noticia del premio Luca de Tena le pilló trabajando, a estas alturas de la vida. «Estaba en una tertulia de televisión, y he visto que me entraban tres o cuatro llamadas, y una de ellas era del director de ABC, Julián Quirós. He pensado que había pasado algo gordo, que se había muerto alguien y me querían pedir un perfil. He tenido que esperar unos veinticinco minutos, he salido a un pasillo y entonces me he enterado. No me lo esperaba, no tenía ni idea. Ni siquiera me lo he supuesto cuando he visto tantas llamadas». El columnista de ABC vio ayer reconocida una trayectoria de más de cuarenta años vinculado a los periódicos –la mayor parte de ellos en ‘El Mundo’, periódico que llegó a dirigir– y se une a un linaje en el que le anteceden firmas como Inés Artajo, Carrascal o Maruja Torres.
—¿Qué es lo que aporta su nombre al palmarés?
—Creo que lo que premian es ese casi medio siglo de trabajo que he pasado en una redacción. Hay gente que se lo merece más que yo y que es desconocida, cientos de periodistas merecerían este premio, pero los premios también son producto del azar y de la suerte y yo estoy muy agradecido con que me lo hayan dado. Soy muy consciente de que yo puedo personificar el caso de muchos periodistas que siguen luchando. No me lo esperaba.
—Pasó un cuarto de siglo en ‘El Mundo’, y casi siempre escribiendo editoriales.
—Yo había trabajado con Pedro J. Ramírez en ‘Diario 16’, y en ‘El Mundo’ entré en el año 91 como redactor jefe de noche. Y al cabo de unos meses me pasaron a la sección de Opinión. Lo digo sin jactancia: creo que soy el periodista español que más editoriales ha escrito a lo largo del último siglo. Probablemente haya escrito entre 3.000 y 4.000 editoriales durante más de dos décadas.
—Y muchos con opiniones que no compartía.
—Claro, ese es el trabajo del editorialista. La gente fuera de la profesión no lo entiende. El editorialista no da su opinión personal, expresa la opinión del medio y trabaja en directa dependencia del director. Por lo tanto, el jefe de Opinión, entre comillas, es un obrero del periódico, uno más. Cuando escribo columnas en ABC digo lo que expreso sin ninguna cortapisa. Cuando hacía editoriales, expresaba la opinión de otras personas.
—¿Se practica el poder desde la opinión?
—Los periodistas han sido el cuarto poder. Hace 20 o 30 años, un editorial de un gran periódico de Madrid podía hacer dimitir a un ministro, pero eso ya no es así. Los periódicos ya no son el cuarto poder, han perdido mucha influencia. Han sufrido la fuerte competencia de las redes sociales, de las nuevas tecnologías de la información...
—No parece muy optimista.
—Soy pesimista de carácter, pero soy un pesimista activo. También por la edad. Acabo de cumplir 68 años y quizá eso me hace ver una visión muy negativa de la realidad. Lo he dicho más de una vez: creo que el periodismo durante la Transición estaba mucho más conectado con la sociedad que ahora.
—¿Ahora se está más pendiente de las visitas?
—Creo que esto no le hace ningún favor al periodismo. Cuando un periódico está pendiente de los clics está firmando su sentencia de muerte. El periodismo no tiene nada que ver con eso, tiene que ver con el rigor intelectual. Es una mirada de la realidad. El periodismo del futuro no tendrá nada que ver con esto que está tan vinculado a las redes sociales y al amarillismo. Está causando un grave daño a la profesión.
—Usted ha pasado de trabajar muchos años en la sombra a que su nombre se reconozca.
—He hecho un trabajo de ‘staff’, como el 90 por ciento de los periodistas. Un trabajo sufrido, duro, sin conocer la recompensa de la popularidad. Yo sigo pensando que ese periodismo oscuro tiene mucho más mérito. El periodismo, para mí, es un servicio a la verdad. El periodismo tiene que ejercer de vigilante del poder, y yo he dedicado mi vida al periodismo. Estoy orgulloso de ser periodista. Siempre he tenido claro que
yo trabajaba para servir al periodismo y no para servirme del periodismo.
—También habrá conocido las cloacas del periodismo.
—Sí, y las he combatido. A veces me he negado a publicar noticias que podían tener una cierta relevancia porque sabía que su origen era ilícito y que se había violado la vida privada de las personas. Por ejemplo, las famosas cremas de la expresidenta de Madrid Cristina Cifuentes. A mí me ofrecieron esa exclusiva y eché a la persona de mi despacho.
—¿Qué balance hace de los buenos y malos momentos?
—Yo empecé a trabajar en el año 73-74, en ‘La Voz de Castilla’, todavía con la linotipia. Todo lo bueno y lo malo que me ha pasado forma parte de un todo, y lo tomo como tal. Desde el final del camino, lo que me produce satisfacción es el recorrido, el haber estado en la brecha, el haber salido a la calle para buscar noticias, el haber vivido en las redacciones, el haber discutido con los compañeros, el haberme peleado con los directores... Eso es lo que me ha hecho feliz, el ejercicio de la profesión.
—¿Eso es un animal de redacción?
—Totalmente. Yo no llevo sangre en las venas, llevo tinta. Nací con tinta en las venas y siempre he sido periodista. Nací con vocación por el periodismo y por los libros, y eso me va a quedar el día que yo desaparezca de este mundo. Quedará eso, que yo he sido una persona que ha ejercido el periodismo. Aparte de las cuestiones familiares y personales, que naturalmente son muy importantes, yo lo que quiero que quede de mi legado es que he sido un periodista honrado.
Opinión «Probablemente haya escrito entre 3.000 y 4.000 editoriales a lo largo de más de dos décadas»
—En ABC escribe columnas, reportajes. Participa en tertulias... ¿Con qué se queda?
—Me he educado en la cultura de los libros, así que lo que más feliz me hace es escribir columnas.
Internet «Cuando un periódico está pendiente de los clics, está firmando su sentencia de muerte»
—¿Desde dónde influye más?
—Yo veo más reacciones en las redes sociales por las cosas que digo en la televisión, pero creo que tengo más influencia por lo que escribo en ABC. A pesar
de todo, los medios impresos siguen marcando la agenda política y siguen teniendo más influencia que los audiovisuales.
—Últimamente, se ve cierta desesperanza en sus columnas.
—Estoy pasando un momento de un ánimo bajo porque he sido muy golpeado en mi cercanía por la muerte. Se han muerto amigos, familiares... Tampoco tengo muy buena salud... Tengo una sensación de estar al final de una etapa. A los 68 años te das cuenta de que la vida ha pasado. Es como un sueño del que despiertas. El pasado, la infancia y la adolescencia te parecen cercanos. Parece que fue ayer cuando eras un niño y jugabas en el patio de tu escuela al fútbol. Pues han pasado 60 años y la vida ha transcurrido. Ese sentimiento yo creo que lo tienen todas las personas, es universal: la brevedad de la vida y a veces nuestra incapacidad para disfrutar del presente.
—¿Siempre está leyendo, verdad?
—Siempre, desde que tenía 7 u 8 años y mi padre me reñía en la mesa porque estaba comiendo con un libro sobre las rodillas. Soy un lector compulsivo. Leo porque me gusta, porque es un placer. Leo con ansiedad.
—¿Cómo gestiona su biblioteca?
—Es que no la gestiono, los libros me invaden por todos los sitios. Me regalan, los compro... no sé ya qué hacer con los libros. Es un caos. Pero bueno, me gusta vivir rodeado de libros.