1904, el año decisivo en el que conectó con las corrientes europeístas
López de Luna, al hablar sobre la vida del artista cordobés, considera que «el año 1904 marca un punto de inflexión, cuando Ricardo Baroja lo presentó en las tertulias de Madrid». En palabras de Fuensanta García de la Torre que el investigador recoge en su estudio: «Su adaptación a la capital es progresiva, su mente se ensancha, aumenta su círculo de amigos y se conecta con las corrientes europeístas, comenzando la difusión y repercusión de su obra, lo que no hubiera sucedido de continuar afincado en Córdoba. Su amistad con miembros de la Generación del 98 y del 14 se consolida. Se relaciona con Pío Baroja, Unamuno, los Machado y los Álvarez Quintero, Jacinto Benavente, Gómez de la Serna, Emilio Carrere, Ortega y Gasset, Francisco Villaespesa, Cansinos Assens, Gregorio Martínez
Sierra, Corpus Barga o Ramón Pérez de Ayala». Aunque el que más le influyó fue Ramón María del Valle-Inclán, hasta el punto que «tituló algunas de sus obras con el nombre de algunos personajes valleinclanescos, como Rosario, Nieves, Carmen y Soledad».
Mercedes Valverde, gran especialista en la vida y obra del pintor y directora del Museo que lleva su nombre en el Potro hasta su jubilación, ya escribió en 2003, en el número 4 de la revista ‘Airiños’ de la Casa de Galicia, un documentado y esclarecedor artículo en el que quedaba claro que la amistad entre el dramaturgo y poeta y el pintor no fue cosa superficial sino algo hondo. Esa relación «fue más allá de las tertulias de café y hay numerosos documentos y estudios que atestiguan cómo perduró hasta después de la muerte del pintor», destaca.