ABC (Córdoba)

Perera revela los secretos del temple

▶El torero extremeño pierde una oreja de ley tras pinchar la faena más maciza con un notable toro del Parralejo en la aguerrida confirmaci­ón de Fonseca

- ROSARIO PÉREZ MADRID

Dormitaba Madrid cuando de pronto Miguel Ángel Perera comenzó a desvelar los secretos del temple y arrebataba cada embestida del gran Camillero. Un señor era este cuarto, enmorrilla­do y serísimo, herrado con el número de la edad de Cristo. A la cruz conducía Eolo, con su dominio infernal que impedía domeñar los capotes. Lo que el viento no sabía era que para bemoles y poderío los de Perera. Faltaban apenas cinco minutos para que se lo explicara. Antes faltaba la grandeza de sus toreros de plata. Qué gran cuadrilla. Se desmonteró Javier Ambel después de un par tremendo, como en el anterior lo había hecho Curro Javier, candidato a premio. Dio orden Miguel Ángel de dejar a Camillero a solas en el abrigo del 5. Porque había visto mucho más de lo presentido por el público, más decepciona­do aún tras la costalada. Pero el toro del Parralejo escondía una clase y una profundida­d maravillos­as, potenciada­s por su matador. Repetía este negro bragado y Perera corría la mano con pausado ritmo, con la medicina de ‘prohibido tocar las telas’, con esa botica de templanza que hacía que el toro fuese a más y más. Qué soberbio torero. Y qué bien respondió Camillero, que humillaba y tomaba la muleta por abajo. Porque Perera es de los que arrastra la bamba, de los que barren la arena. Hondos brotaban los derechazos, con un cambio de mano inmenso. Y profundo el pasaje zurdo, asentadísi­mo y con ese temple natural capaz de multiplica­r las embestidas como el milagro de los panes y los peces. Un canasto de deliciosas embestidas, una cesta con el

mimbre del temple y la ligazón. Rotísimo Perera, que exigió mucho al gran parralejo. Cuando vio que el toro bajaba el ritmo y que sonaban las voces del «¡crúzate!» en una tanda más al hilo, llegó el momento de coger la espada. Pero quería más y en los terrenos del 4 alzó estatuas por bernadinas que ni el viento quiso perderse. Apretadísi­mas y explosivas. Con un silencio sólo roto por el «uy» y el «ay». Una oreja de ley era suya, una oreja incontesta­ble, pero todo el derroche de temple que tuvo la faena le faltó a la desafilada espada. Madrid

le reconoció los méritos con una señorial ovación, ovación que también tributaron a Camillero en el arrastre.

Si éste había sido el toro más inmenso de la corrida, antes se las vio con el más bajo, un apretado segundo de José Vázquez, que remendó con dos el conjunto ganadero del Parralejo, uno de los que curiosamen­te habían sido expuestos en el Batán. A las ocho menos ocho arrancaba esta faena después de que Ambel corriese de cine, a punta de capote, a Humilde. Las rachas de viento eran terribles entonces y Perera

tuvo que cambiar la muleta y bendecirla de agua. No parecieron importarle mucho los remolinos, pues se entretuvo en dibujar algún zurdazo al ralentí hasta meterse entre los pitones. Firme, pero alargando en exceso. Hasta ponerse pesado y recibir dos avisos.

Nada hay peor para un artista que su público pidiéndole la hora. Con lo toreras que son las obras medidas. Caso omiso a esa regla hizo también Isaac Fonseca, que viajó en un autobús de la EMT hasta Las Ventas. Era la tarde de su confirmaci­ón: Optimista se llamaba el de la ceremonia, manso de solemnidad y con dos perchas de aúpa. Hasta de su sombra huía, aunque se corrigió algo en la acertada lidia de Rey. Aguerrido y provocándo­le, se centró en el lado derecho y desgranó dos series muy intensas, que por el izquierdo se vencía y le envió varios avisos. Aunque para recados, los presidenci­ales. No se puede alargar tantísimo una faena, por Dios. «¡Viva México!», gritaron en ese primero, que luego tuvo obediencia, y en el sexto, con más opciones. Tiró ahora de arrojo y de distancias el de Morelia, exhibiendo su valor, pero sin llegar a encontrar la respuesta esperada.

Tocado de San Isidro sale el triunfador de 2022, que cumplía su segunda cita con dos durísimas volteretas encima. Nada pudo hacer Téllez en el deslucido quinto y nunca cogió el ritmo a un espectacul­ar ensabanado que pedía la seda pererista. El secreto del temple viajó ayer desde Extremadur­a.

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// PLAZA1 Natural de Miguel Ángel Perera a Camillero, del Parralejo

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