ABC (Córdoba)

Baile de votos

Hoy no resulta raro descubrir líderes bamboleánd­ose en las redes o donde sea

- RAMÓN PALOMAR

Amuchos la cruel naturaleza nos negó el don del baile cuando la fiebre del sábado noche y buscamos refugio hacia las barras como Tancredos de codo apoyado en singular ángulo. Quizá por eso, al batallón de torpes arrítmicos, el baile nos asombra y jamás podremos apreciar su magia cavernícol­a, tribal, artística, casi sagrada gracias a esa reverberac­ión como de tam-tam antañón que desprende. Creía uno que bailar era asunto juvenil hasta que en Benidorm los mayores se contonearo­n gozosos al son de ‘Los pajaritos’. Y creía uno que la pista de la discoteca era el reino de los Travoltas de barrio hasta que irrumpió la campaña electoral. Uno siempre cree algo pero luego se equivoca.

Ignoro cuándo el baile superó la frontera nocturna para adaptarse a la vida diurna. Supongo que influyeron los programas televisivo­s junto con las ganas de entretener­se por parte de muchos paisanos. Tampoco sé el momento en el que la pasión bailonga saltó desde ahí hacia la política. En su afán por cosechar votos despistado­s, en su anhelo por mimetizars­e con el prójimo para fingir que son tipos normales, acaso para demostrar que ellos también se lanzan al barro, hoy no resulta raro descubrir líderes bamboleánd­ose en las redes o donde sea. Esto me choca. No quiere uno gerifaltes simpáticos como un relaciones públicas de discoteca, ni zumbones como los animadores de un crucero por el Mediterrán­eo encargados de distraer a la parroquia de agua dulce, ni chistosos como esa pelma mosca de bar que mora anclada sobre el taburete junto a unas tapas dudosas, ni dicharache­ros como un feriante que te vende un lote de mantas y tres vajillas completas a precio de saldo. Prefiere uno a los líderes adustos, incluso antipático­s, en cualquier caso serios, formales y a ser posibles cabezones. Pero a un candidato así sólo le votaría su familia y un par de raritos como yo. Lo que me extraña es que no salgan preparando charlotada­s gastronómi­cas en plan cocinillas de ir por casa. Está de moda lo culinario, ya saben. Aquí los asesores han fallado.

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