La Feria se abraza en el reencuentro
La multitud vuelve a llenar El Arenal en una jornada con muchos almuerzos y en la que hubo que luchar contra la tormenta y la lluvia de la tarde
Ala Feria fueron ayer los cordobeses como se tiran al agua en Semana Santa o en mayo: a recuperar el tiempo que ha pasado. No que se haya perdido, porque no puede ser más que una vez al año, pero sí que se ha echado de menos. El reencuentro con la fiesta dura más o menos 24 horas: los jóvenes acuden a la llamada de la noche y se funden en la multitud que espera el encendido de la portada y los fuegos artificiales.
Esa madrugada sostienen la diversión, porque siempre se empieza con bastante fuerza y al mediodía siguiente toma el relevo un público distinto, que aprovecha la Feria de Córdoba con luz, come en las casetas y disfruta con la familia. Para el que tiene una caseta en la que le franquean el paso, el ritual de volver es el de encontrarse con familias con quienes lo pasa bien, aunque sólo sea una vez al año, de recuperar el tacto de una mesa de madera y de encontrar la razón geométrica entre los dibujos costumbristas que la pueblan.
Sin mirar el mapa
Hay quien guarda en algún bolsillo la hoja del periódico en la que viene el mapa de las casetas, pero el que mejor la vive es aquel que no lo necesita, y que, sin saberse los nombres de las calles efímeras, es capaz de orientarse para encontrar el lugar correcto, la esquina a la que llegar, el sitio en que se pasó tan bien que dan muchas ganas de repetir.
Y entonces todo en la Feria es nuevo, aunque sea lo de siempre. El vino fino sabe como se recuerda en los días en que la Feria es una añoranza lejana y la cerveza tiene la textura que sólo puede tener cuando viaja en largas comandas desde la barra hasta la mesa en que la reciben con alegría quienes no paran de charlar y de divertirse. Suda el jamón de la tierra, con la grasa balsámica que sienta al paladar y al estómago como una verdadera bendición y el queso, bien cortado como saben hacerlo los profesionales, tiene ese sabor picante y esa fuerza que nunca se consigue en casa aunque uno haya cogido el mejor de la tienda especializada.
Así es el reencuentro: todo se parece a aquello que se ha recordado en este tiempo. Al principio hay tanto entusiasmo que hasta se puede ir atrás en el tiempo a un momento en que el teléfono era una cosa que se dejaba en un mueble y que para funcionar debía estar enchufado a un cable en la pared. Sí, los hay que inmortalizan el momento en una foto de grupo, pero después el cacharrito viaja hasta un lugar del bolso o hasta el interior de la chaqueta. La música tampoco iba a dejar escuchar los tonos de mensaje.
Esa es otra de las cosas que se recuperan: los mensajes que se han ido acumulando, las notificaciones que no se
Madurez
Si la primera noche fue de gente joven que quería apurar hasta las tantas, con la llegada del mediodía llegó un público distinto
Tópicos
Para muchos era volver a algo que sólo puede darse en El Arenal, como si la cerveza y el jamón siempre supieran distinto
atienden y la sensación de que hay coartada para no hacerlo, porque acaba de volver la Feria de Córdoba y hay que recuperar sus sensaciones.
Tal y como se esperaba, era una tarde cálida, pero sin exageración, con un manto de nubes que evitaba que el sol fuera tan inclemente como lo había sido durante los Patios, y que hasta se parecía a aquellos mayos más suaves en que la Feria estar en pleno verano, sino en una primavera agradable.
Conforme iban terminando las comidas tenía que empezar el baile, que en bastantes lugares de la Feria, no en todos, sigue siendo de sevillanas. Pasó la época en que van llegando nuevas todos los años y en cambio se prefieren las de siempre, y ahí había otro reencuentro. Y sin haberlas escuchado en este tiempo, la memoria es capaz de recordar la letra precisa, cierto acorde que llamaba la atención o la forma en que acompañaba la guitarra.
Y de pronto apareció la lluvia. Se la esperaba sin dar muchos crédito, como si fuese una falsa esperanza en este tiempo de sequía en que las nubes a veces se van sin dejar nada. Pasadas las seis y media de la tarde llegó la tormenta, con truenos y relámpagos, aunque sin lluvia demasiado violenta. Sí constante. Las calles se vaciaron y las casetas se llenaron, y había que luchar contra algo de barro que no importaba en un día en que había que volver a la Feria.
Cambios
Los trajes de flamenca lucían el día del estreno y los que ya habían pisado El Arenal más de una vez cambiaban con un mantón, unos complementos o un aire renovado, que muchas veces lo hermoso no está sólo en lo que se compra sino en el talento para lucirlo y para transformarlo. Se sobrepusieron a los remojones.
La Feria es un tiempo para suspender los afanes de lo ordinario y por eso ni los más jóvenes miraban los teléfonos. A algunos les podían llegar los ecos de la visita de Feijóo o de la de Espadas, y algunos de los que miran algunas revistas y ciertos programas encontrarían famosa aquella cara y de pronto se darían cuenta de que era Cayetano Martínez de Irujo. En la Caseta Municipal coincidían los candidatos a la Alcaldía de Córdoba.
Y en esas iba cayendo la primera tarde de la Feria y alguno se iba dando cuenta de que pronto encenderían las luces. El cielo se puso cada vez más gris, el aire que llegaba de Sierra Morena era cada vez más fresco y se unía a la humedad del Guadalquivir. Las calles cada vez venían más llenas y muchos se daban cuenta de que sabían caminar por lugares que parecían peatonales pero no lo eran del todo, porque había que convivir con los coches de caballos, más sigilosos y sutiles en su camino que los de combustión con sus motores.
La fiesta cambió el vino de la tierra por algunos licores, siempre moderados, y hubo quienes dieron un paseo para encontrar algún otro rincón, siempre el mismo, y observar las diferencias de un año para otro. Quedan todavía siete días con sus siete noches, cada uno con su personalidad, para disfrutar de lo que luego se tendrá que echar de menos.