ABC (Córdoba)

La devoción de la que todo brota

La misa en honor de Nuestra Señora de la Salud estuvo marcada ayer por el recuerdo al origen de la fiesta en el lugar en que dos labradores hallaron una imagen y un pozo del que manaron aguas curativas

- LUIS MIRANDA CÓRDOBA

PUDO pasar un largo desierto de cierre en que hasta su imagen parecía perdida y olvidada, pero nunca se perdió el nombre, la proclamaci­ón de su raíz: Feria de Nuestra Señora de la Salud. De allí venía todo, aunque muy pocos pudieran explicar algo. Hace una década, la Virgen de la Salud ha recuperado su sitio en la fiesta que nació para Ella. El primer sábado, cuando todavía los ritos del Arenal son una novedad, es su día, y ayer hubo cordobeses que acudieron a rezarle.

Lo hicieron en la ermita que se construyó en su honor, y que hoy está integrada en el cementerio que lleva también su nombre, por iniciativa de la Asociación Cultural de Caballeros y Damas de Nuestra Señora de la Salud. En la explanada frente a la puerta se había colocado un telón con la pequeña imagen que aguardaba en el interior y allí se celebró una misa presidida por el obispo, Demetrio Fernández, que comenzó recordando que celebrar una fiesta en honor de la Virgen María en mayo es «como lanzar un beso de amor a la Madre y dejarse querer por Ella».

Se había leído la profecía de Isaías sobre el Varón de Dolores, en que se prefigura el sufrimient­o del Redentor, y eso sirve para hablar de que «la salvación ha llegado por Jesucristo, porque son sus dolores los que han curado» a la humanidad». Por eso la Virgen, como Madre, es también la «Madre de la Salud» y por ello se le reza. El alcalde de Córdoba, José María Bellido, estuvo presente en la ceremonia.

«De la mano de María»

Las palabras de su homilía tuvieron que ver con la fiesta que está empezando, y que llega «de la mano de María», que es quien acompaña a los que le rezan. «Como los niños pequeños, a veces nos soltamos de su mano, nos separamos con una falsa libertad que nos inventamos, pero no María, como hacen las madres, nunca nos quita ojo ni nos deja de mirar», afirmó el obispo, que pidió vivir «una Feria en paz, en concordia y en amistad», sin ningún problema.

Rezó ante Nuestra Señora de la Salud para que proteja «a todos los ciudadanos de Córdoba», pero también para que les haga «solidarios» y que compartan lo bueno que han recibido, pero sin olvidar «que caiga algún chaparrón de vez en cuando».

Los más curiosos paseaban por los patios de la ermita y no sólo rezaban ante la Virgen, que permanecía en el interior del templo, sino que también conocían el recién restaurado pozo en que en 1665 Simón de Toro y Bartolomé

de la Peña, vecinos del Alcázar Viejo, encontraro­n una imagen de la Virgen cuando realizaban tareas agrícolas en lo que era campo a las afueras de la ciudad de entonces. Era, como leyó al comienzo Juan Manuel Fernández, el inicio de una larga devoción a la que primero fue Virgen de la Fuente y de la Salud y a la que se acudía en la tribulació­n de la enfermedad por las aguas curativas que brotaban de aquel lugar. De allí nació la Feria, que hasta hace apenas unas décadas permaneció en sus cercanías, hasta que Córdoba comenzó a crecer. Al terminar la misa, comenzó una larga comitiva de enganches y caballista­s que llevaban el estandarte blanco de la Virgen de la Salud hasta el Real de la Feria. Recorriero­n la ciudad que se había reencontra­do con la fiesta y mostraron que lo que se celebra en El Arenal, con su despliegue de casetas, de trajes de flamenca, de comida, brindis, alegría y atraccione­s, brota del lugar en que se apareció la Virgen para ofrecer un agua de la que brotaba la salud.

El obispo pidió a la Virgen vivir «una Feria en paz y concordia» y en la que los cordobeses se sientan solidarios con los demás

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// VALERIO MERINO El obispo, durante el oficio de ayer

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