Otras superficies
Cataluña ha pasado del protagonismo trágico a ser irrelevante en la vida pública
Por primera vez desde 2010 unas elecciones en Cataluña no tendrán que ver con la independencia. La ensoñación secesionista no ha formado parte de la campaña y los principales candidatos han huido de ella como de una enfermedad infecciosa. Nadie la usa como argumento si no es para tomar el pelo a un último reducto minoritario y demente. Cataluña ha pasado del protagonismo trágico en la vida pública española a ser irrelevante. A nadie le importa lo que pase ni se medirá la victoria o la derrota de Feijóo o Sánchez por los resultados que obtengan en la región. Tras tantos años de haber exagerado un fin del mundo que no existía, lo que ha llegado no ha sido la revolución sino la insignificancia y la desidia.
Ni siquiera la continuidad de Ada Colau se ve como una amenaza nacional y simplemente es un elemento más de la decadencia interna catalana. El candidato de Junts, Xavier Trias, ha escondido las siglas de su partido, aunque todo el mundo sabe que se ha presentado por encargo expreso de Puigdemont para tomar impulso contra Esquerra de cara a las generales de diciembre y precisamente por ello no tiene ninguna opción de ganar. Sobre el candidato de Esquerra el chisme general es si de verdad continúa vivo.
Collboni es el voto útil contra la alcaldesa, y aunque a pocos convence como candidato, lidera las encuestas con el voto prestado de muchos barceloneses que han asumido que votar al PP o a Vox es desperdiciar recursos para la prioridad de mandar a Colau a su casa.
A pesar del hecatombismo de una derecha más interesada en soltar los perros a Sánchez que en entender lo que sucede en Cataluña, estas elecciones son la demostración de que el independentismo ha sido derrotado. Que España necesite un cambio de gobierno no significa que la victoria del Estado en Cataluña no haya sido total.
Sin duda la política catalana merece ser usada como un trapo para limpiar otras superficies, pero si alguien por lo que sea tiene todavía algún interés en entenderla, ha de saber que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, los dos presidentes más acusados de blandengues, felones y traidores, han sido los que sin hacer más ruido del estrictamente necesario no sólo han matado a la serpiente sino que le han caído hasta al nido para aplastarle todos los huevos.