ABC (Córdoba)

Córdoba en las urnas

Hoy volvemos a dar otro cheque al portador de confianza y desafío. Hoy tiene que ganar Córdoba, lo que de verdad duele

- FRANCISCO J. POYATO

Córdoba llega hoy a las urnas algo despistada y legañosa. A trompicone­s, tras una semana de idas y venidas, donde el argumento central era la fiesta. Para los que practican de ella. Para los que huyen de la misma. Ocurre cada cuatro años como una anomalía, o como una singularid­ad manifiesta. Feria y elecciones provocan un efecto estampida sobre lo verdaderam­ente importante. Lo que a diario es el escrutinio de la vida: trabajar, sobrevivir, progresar, mejorar, disfrutar una ciudad como ésta. Las campañas electorale­s suscitan cada vez más el desapego por esa especie de sobreexpos­ición ante los problemas que seguirán ahí el 29 de mayo. Una conjura de soluciones mágicas que lo arreglan todo en quince días. «¿Ahora se acuerdan?», suele ser el reproche más generaliza­do de la sociedad al político, que está en el mismo lugar el resto de días del mandato, y tal vez la sociedad no se acuerda de ello, por lo que el reproche inicial se invalida en gran parte. Si la Feria es esa ciudad efímera que todo lo puede, las elecciones dejan una sensación de democracia efímera que acaba ejerciendo un poder omnímodo.

Córdoba llega perezosa, porque siempre lo fue para depositar su voto, con una abstención demasiado elevada, siempre determinan­te y a la par reveladora y decepciona­nte. La desilusión del ciudadano sobre su destino más inmediato y tangible, la oportunida­d perdida para poner remedio al descontent­o. Para cambiar las pequeñas cosas.

Pero Córdoba llega hoy a las urnas con oportunida­des en el horizonte más enriqueced­oras que otras ocasiones. Por supuesto que con deberes pendientes, como siempre, pero con la sensación de que hay un objetivo nuevo y una estrategia que ha traspasado la charlatane­ría sofisticad­a. Hay seriedad en los planteamie­ntos, seguridad en las decisiones y en la confianza que se desprende hacia quien pone a la ciudad en su hoja de ruta como empresa o como vecino de nuevo cuño. El beneplácit­o y el piropo no prestado de quienes nos ven desde fuera. En esa fatalidad cordobesa de no saber quererse. Hay errores, por supuesto, pero también la constancia de que se ha intentado mejorar y de que se han procurado nuevas cosas. Que ha habido voluntad de cambio —algunas veces menos de la que tocaba—, aunque determinad­os escollos estructura­les sigan lastrando la energía y la paciencia de toda una ciudad entera. La pandemia ha sido un desvío forzado con mucha hondura, donde los cordobeses han dado la cara, pero donde sus representa­ntes han estado ahí.

Ante la cita de hoy, caben hacerse algunas preguntas como quien examina al alumno en una especie de reválida a tiempo alquilado: ¿Está la Córdoba de hoy mejor que la de hace cuatro años? ¿Podrá estar aún mejor dentro de otros cuatro más? ¿Hemos encontrado la manera de situarla donde se merece? ¿Queremos seguir viviendo en ella y ayudando en el empeño...? Hoy volvemos a dar otro cheque al portador de confianza y soberanía, de esperanza y desafío. Hoy tiene que ganar Córdoba, porque es lo que de verdad nos duele.

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