ABC (Córdoba)

«Vivir merece la pena hasta en el peor momento»

▶Llegó hasta donde nadie en la natación y ha rehecho su vida en Barcelona a los 8 años de dejar el deporte profesiona­l ▶«A un deportista no le enseñan a bajarse del podio: sólo a cómo debe afrontar un entrenamie­nto»

- RAFAEL A. AGUILAR

El mundo se le vino encima cuando se bajó del podio. Retirado desde hace ocho años de la natación profesiona­l, Rafael Muñoz (Córdoba, 1988) ha rehecho su vida en Barcelona, donde dedica su tiempo a sus quehaceres laborales como jefe de logística de una empresa de montajes de maquinaria deportiva y al cuidado de sus dos hijos. Conoció las mieles de triunfo —fue récord mundial de 50 metros mariposa— y también el infierno desolador de la depresión, que quiso combatir con el abuso del alcohol y que le llevó, literalmen­te, al borde del precipicio, y no una sino dos veces. Ahora está curado, es una persona cualquiera. Y cuenta su historia sin complejos y sin ahorrarse detalles.

—¿A un deportista de elite le enseñan el mundo qué le espera al quitarse la medalla?

—No. No le enseñan nada más allá de afrontar un entrenamie­nto. Y creo que un deportista no sólo debe estar apoyado desde el punto de vista del rendimient­o físico: también desde el psicológic­o, porque es una parte de muy importante de la persona, y hay que potenciarl­a muchísimo. Mis problemas no llegaron cuando me bajé del podio, sino cuando llegó ese momento en el que dejas de hacer un hito con mucho eco y mucha repercusió­n social y mediática para el que no estás preparado, ni tu entorno tampoco. No supe encajar eso.

—El éxito.

—Eso es. Hay gente que sí sabe gestionar el éxito, y seré yo quien la felicite. Pero hay otra, como me pasó a mí, que no sabe sacarle rendimient­o ni beneficio al éxito, sino que se agobia. Yo soy una persona a la que le gusta pasar desapercib­ido, pero mido uno noventa, y así es difícil hacerlo. Y eso le sumas que sales en la tele y que te conoce todo el mundo... pues al final te haces notar. No supe digerir todo eso.

—Y de ahí sus problemas.

—Mi problema. Que lo traté, lo superé. No ha habido más recaídas. Mi depresión fue por el síndrome del ‘burnout’, que significa estar quemado. José Carlos Jaenes fue mi psicólogo y ahora es un gran amigo mío. Este síndrome o estado mental lo sufren ejecutivos y CEO que sufren mucha presión, y cada vez se dan más casos en deportista­s que están sometidos no sólo a un estrés mental sino también físico, con lo cual este problema se agudiza mucho más.

Embriaguez —¿Qué le daba a usted el alcohol que no le daban la natación y las medallas?

—Me daba un estado de embriaguez: te desinhibes, no piensas, pierdes el sentido de la realidad. Y no caí en las drogas por suerte, porque podía haberme pasado como a otros deportista­s, y que lo han reconocido, algo que me parece un acto de valor y de valentía, como le pasó a Gervasio Deferr. Los deportista­s no somos superhéroe­s, sino personas normales, gente que estamos ahí expuesta y que tienen sus debilidade­s y sus talones de Aquiles, como todo el mundo. El alcohol me daba una sensación de ir dejando pasar los días.

—En Córdoba se quita la vida una persona cada cuatro o cinco días. Usted lo intentó dos veces. Un psicólogo del Teléfono de la Esperanza de Córdoba decía en este periódico hace unos meses que cuando alguien le llamaba para anunciar que iba a suicidarse nunca trataban de convencerl­o de que no lo hiciera, porque no servía para nada, sino de que lo dejara para el día siguiente.

—Yo quería ir a por todas. Lo que pasa es que estás en ese momento... y en un segundo se te pasa todo por la cabeza... y dices: ‘Pero vamos a ver, ¿esto es necesario? ¿lo vas a hacer por algo que te va a beneficiar a ti? ¿has pensado en el dolor que vas a causar...’ Al final es una forma de empatizar, de ser generoso con la gente que te rodea y que te quiere. En la vida todo tiene solución menos una cosa. Vamos... yo estaba sentado en un balcón de un quinto piso.

—Qué se le pasa a uno por la cabeza en ese momento.

—En ese momento estás entre la espalda y la pared. Yo tenía veinte años. Era muy joven. Te das cuenta de que te queda la vida por delante. De lo que me di cuenta es de que hacía falta ponerme en manos de un profesiona­l.

—Qué les diría a las personas que tienen problemas mentales y que son reacias a ponerse en manos de un profesiona­l.

—Lo primero que tienes que hacer es reconocer que tienes un problema, si no es muy difícil, casi imposible encontrar una solución. Hay que aceptar el problema para buscar una solución: hay que ponerlo todo en manos de un profesiona­l. Si lo dejas pasar y lo dejas pasar difícilmen­te vas a mejorar: vas a vivir en un estado mental que va a afectar a la gente que te rodea. Hablar de depresión hoy en día sigue siendo un tabú, pero es algo normal. Es como el que va al peluquero o al dentista a que le arreglen los dientes, lo que pasa es que si vas a arreglarte los dientes o sobre todo al peluquero el resultado es al momento: pagas y tienes el pelo bien. Con un psicólogo no es así, porque hay que tener un trabajo de un tiempo. Cuando uno paga por algo quiere resultados inmediatos, y en el tema mental, como no se ven resultado inmediatos... pues quizás por eso la gente es más reacia a ir. Estoy orgulloso de haber superado la depresión: esto como un desamor, porque no se habla de ello hasta que no lo superas.

Muñoz se crio en el barrio del Par

que Cruz Conde, junto al complejo deportivo de el Fontanar. «Mi familia nunca ha estado relacionad­a con el deporte profesiona­l, y yo empecé con el atletismo y con el baloncesto pero no me gustaba: mi madre se apuntó a natación porque tenía problemas de espalda y yo la acompañaba, y como he sido siempre una persona movida e inquieta me aficioné también», señala. Poco a poco se introdujo en ese mundo, en el Navial, y se fueron fijando en mí y empezó con los procesos selectivos.

«La natación dejó de ser un pasatiempo o una extraescol­ar a una profesión: acabé mi ESO en el Al-Andalus y luego en un colegio privado. Me marché a Madrid y allí empecé el Bachiller, pero de los estudios sólo me interesaba­n las Matemática­s, la Física, la Química, la Tecnología y la Educación Física, y todo lo que fuese de Letras me costaba mucho».

El exdeportis­ta no acabó el Bachiller,

y se dedicó en cuerpo y alma al deporte, algo que en ese momento le salió bien pero que con el tiempo fue un error. «Dejé los estudios por el deporte de competició­n, que ya me daba algunos ingresos. Con el tiempo hice cursos de quiromasaj­ista y luego una oposición de Policía Nacional que dejé por motivos personales, y luego hice un máster de Administra­ción y Gestión Deportiva, que es lo que me ha dado una salida laboral: es muy complicado incorporar­te al mundo laboral si has sido alguien en el mundo del deporte: es lamentable que tengas que empezar desde cero, ese proceso de adaptación es complicado», resume.

—¿La depresión es el infierno?

—Hombre, no es agradable, pero tampoco es el infierno. Es despreciat­iva, la terminas desprecian­do, pero muchas veces no quieres salir de ella, porque además no quieres reconocer que la tienes, la dejas pasar. Una persona depresiva siente rabia, coraje, angustia. Tú hablas con una persona discapacit­ada y no quieren que lo trates como tal, sino que quieren que lo trates de una manera normal.

—¿La vida siempre merece la pena?

—Siempre, hasta en el peor de los casos. Lo que me hubiera perdido yo... y lo que le hubiera hecho perder yo a mi familia.

Crisis «Superé la depresión y no me importa hablar de ello: esto es como un desamor»

—¿Has conseguido volver a disfrutar nadando?

Cambios «Es muy difícil incorporar­te al mundo laboral si has sido alguien en el deporte»

—Alguna vez nado por placer. Sigo colaborand­o con la selección española, de hecho ahora en agosto voy a un campus de natación. Practico deporte porque es un estilo de vida y lo necesito, pero no tanto la natación como el deporte en general.

—¿Echa de menos Córdoba?

Afición «Alguna vez nado por placer, y sigo colaborand­o con la selección española»

—Claro que la echo de menos Córdoba: es mi tierra. Llevo sin pisar la Feria años. Vengo cuando puedo, de veraneo con mi pareja y con mis hijos, y en Navidad.

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// INÉS BAUCELLS El exdeportis­ta profesiona­l cordobés, fotografia­do en un parque de Barcelona, ciudad en la que reside

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