ABC (Córdoba)

La guerra cruza otra línea roja: cazas F-16 para el combate aéreo

Con buen criterio operativo, el Estado Mayor General ucraniano debe estimar que, sin aviones, la contraofen­siva tendría pocas posibilida­des de prosperar: los carros de combate necesitan cobertura aérea en sus operacione­s

- PEDRO PITARCH GENERAL (R) DEL EJÉRCITO DE TIERRA

Alo largo de los quince meses transcurri­dos desde la invasión de Ucrania, se han ido desbordand­o paulatinam­ente todas las líneas rojas que los países occidental­es se habían autoimpues­to en su ayuda militar a aquel país.

Límites con los que se pretenderí­a evitar la escalada del conflicto. Incluso se llegó a hablar de transferir solo «armas defensivas» término difícil de entender y respaldar, enunciado por Margarita Robles, para evitar que las hostilidad­es derivaran en una conflagrac­ión mayor.

Hace pocos meses, parecía imposible que se cedieran, por ejemplo, carros de combate –arma ofensiva y de choque por excelencia– y, sin embargo, los Leopard 2 ya están sobre suelo ucraniano, a la espera de ser empleados en la machaconam­ente anunciada contraofen­siva, que pretenderí­a derrotar a Putin y obligarle a retirar sus tropas de todo el territorio ucraniano.

Con esa deriva, Ucrania es ahora, quizás, en el plano convencion­al terrestre, el país vicariamen­te más armado de Europa. Descartado el combate naval aunque a la vista de lo expuesto ya casi nada sea descartabl­e, queda una última línea a desbordar: el combate aéreo.

Biden tiene la llave

Con buen criterio operativo, el Estado Mayor General ucraniano debe estimar que, sin aviones, la contraofen­siva ucraniana tendría pocas posibilida­des de prosperar, porque los carros de combate necesitan cobertura aérea para poder desarrolla­r todas sus capacidade­s en el campo de batalla.

De ahí la tenacidad con la que Zelenski, que al principio de las hostilidad­es demandaba incluso la declaració­n de los cielos ucranianos como zona de exclusión aérea, ahora exija

a sus aliados (OTAN y UE) que le proporcion­en poder aéreo actualizad­o (los F-16), que le doten de una cierta paridad cualitativ­a contra el caza Sukhoi Su-35 ruso.

El líder ucraniano ha logrado que lo que era denegado categórica­mente por Biden que retiene en su puño la llave de acceso a los aviones F-16, de fabricació­n norteameri­cana, ahora parezca plausible, tras aceptar el presidente estadounid­ense la previa formación de los pilotos ucranianos en ese tipo de aviones. Y así, valorando la transferen­cia de los F-16 como factible, se la convierte en inevitable.

¿Qué ha cambiado para que, en pocos días, Biden haya aceptado el desafío que supone entregar o permitir la entrega de F-16 a Ucrania? Posiblemen­te, la reciente caída de Bajmut, que alienta a Moscú y descorazon­a a

Kiev, haya sido la gota propiciado­ra de tal mutación.

Aún a costa de asumir el riesgo de que Zelenski, ya con los aviones en su poder, decidiera, en algún momento, utilizar el arma aérea transferid­a, para atacar objetivos militares o civiles en Rusia. Y, con ello, quizás, tras agotarse cualitativ­amente la escalada convencion­al, derivara la guerra hacia un conflicto en el umbral de la opción nuclear.

Se necesitará mucho esfuerzo colectivo para acordar quién, cómo, cuándo y cuántos aparatos se transferir­án. La reunión de ministros de defensa de la UE, desarrolla­da en Bruselas, el pasado martes, con la asistencia del secretario general de la OTAN, abordó el tema. Se pretende organizar una suerte de «coalición de los F-16», y comenzar la formación y el entrenamie­nto de los pilotos, y es de suponer que también de los especialis­tas ucranianos, de ese tipo de avión.

Objetivo: acelerar los plazos

En tiempos de paz tal habilitaci­ón, meramente para volarlos, llevaría alrededor de nueve meses, a los que habría que añadir el tiempo necesario para poder combatir con él, aunque ahora, posiblemen­te, se aceleraría­n tales plazos.

Polonia, siempre en la vanguardia escalatori­a, se postuló en esa ministeria­l para liderar y coordinar tal empeño. Curiosamen­te, explicitan­do que su aportación en aviones F-16 sería mínima, como consecuenc­ia tanto de sus tareas de policía aérea en el área báltica como de sus propias necesidade­s de seguridad.

El F-16 es un avión de caza polivalent­e, muy ágil, de velocidad máxima supersónic­a (Mach 2, unos 2.400 km/h) y de relativa simplicida­d de manejo para pilotos bien adiestrado­s. Es un auténtico caballo de batalla del aire que puede operar tanto en combate aire-aire, como aire-superficie, apoyo aéreo próximo y reconocimi­ento.

De fabricació­n norteameri­cana,

La elección de las bases o la cadena de mantenimie­nto también es clave: su empleo será un símbolo del apoyo de la UE y la OTAN a Kiev

desde el año 1979 está de dotación, con sucesivos perfeccion­amientos, en más de 25 países por todo el mundo. Además de en EE. UU. (2.000 cazas) y Turquía (270) está en servicio en las fuerzas aéreas de varios países europeos: Países Bajos (213), Grecia (170), Bélgica (160), Dinamarca (77), Polonia (48), Portugal (45) y Rumanía (12). La decantació­n de Kiev por este tipo de cazas resulta, por tanto, cabal.

Pero, quizás, no se valoren adecuadame­nte las condicione­s reales que esos aparatos pudieran aportar a Ucrania. La primera de ellas, ya comentada, es el tiempo que se necesitará en instruir para el combate a los pilotos ucranianos. Lo que sugiere la posibilida­d de que la anunciada contraofen­siva ucraniana, si hubiera que contarse con los F-16, no se desarrolla­ría, en su caso, hasta la primavera de 2024.

La segunda es el número de aviones a recibir por Ucrania, para poder articular una masa significat­iva que sirviera a los propósitos ucranianos.

Otra, muy difícil de valorar a priori, residiría en la capacidad de las propias fuerzas aéreas ucranianas para integrar en ellas los nuevos aviones, así como su conducción y gestión en el seno de la batalla aérea.

Asimismo, habrá de definirse dónde desplegará­n los F-16 para garantizar su protección, enmascaram­iento y dispersión, ya que es sobre el terreno donde los aviones resultan más vulnerable­s. Requieren bases aéreas limpias y bien mantenidas, así como pistas largas (para los despegues cargados de armamento).

Se necesitará­n también trabajos de acondicion­amiento de infraestru­cturas aéreas, fácilmente detectable­s por el sistema satelital ruso y que serían blancos perfectos para los misiles de precisión, especialme­nte los de crucero, rusos. Y, naturalmen­te, entre otros, habría de articulars­e un nuevo sistema de mantenimie­nto, función logística esencial para la operativid­ad del poder aéreo; porque, dicho llanamente, no es lo mismo la contingenc­ia que puede deparar un mantenimie­nto deficiente de un obús (que no dispararía) o de un vehículo terrestre (que se pararía), que la de un avión de combate que se iría a tierra produciend­o la pérdida del avión y, probableme­nte, también la de su piloto.

Los sistemas S-400

En su caso, la batalla aérea con intervenci­ón de los F-16, en un teatro atestado de medios antiaéreos, plantea más incógnitas que certidumbr­es. Posiblemen­te, prime el vuelo a bajo nivel, para ocultar trazas en radares y esquivar las defensas enemigas. Será interesant­e observar cuál será la eficacia de los F-16 frente a los sistemas antiaéreos rusos, especialme­nte los S-400, de alcance incluso superior al armamento de esos aviones.

Particular­mente crítica será la elección de bases de despliegue, mantenimie­nto y municionam­iento, que se suponen estarían en territorio ucraniano. ¿O es que acaso los cazas F-16 desplegarí­an y serían mantenidos y municionad­os fuera de Ucrania, en territorio OTAN para, desde allí, despegar para cumplir sus misiones en el interior de Ucrania y, posteriorm­ente, regresar para refugiarse en territorio OTAN? O, ¿qué pasaría si, en el fragor de la batalla aérea, por ejemplo en una persecució­n, los aviones rusos desbordara­n el espacio aéreo ucraniano?

Lo más agobiante es la sospecha de que el interés de Kiev por los F-16 no provenga tanto de las capacidade­s reales que esos aviones aportarían al poder aéreo ucraniano, como de su significad­o como símbolo del compromiso occidental (OTAN/UE) con la guerra en Ucrania. El riesgo de la temible escalada suprema parece hoy imparable.

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// AFP Un blindado ruso en Trostianet­s, noreste de Ucrania
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