ABC (Córdoba)

Sánchez encara la Presidenci­a de la UE entre la compra de votos y el asalto de empresas

El Día D ha llegado en medio de compra de votos, delincuent­es sexuales con rebaja de penas, etarras con delitos de sangre en las listas electorale­s y hasta la extravagan­cia de un secuestro. Y el asalto de las empresas continúa. Todo en el haber del PSOE.

- MARÍA JESÚS PÉREZ

ESi el presi se ha de marchar, al que venga no le bastará con ganar, deberá recuperar lo que se han llevado ya

SPAÑA se acerca a la Presidenci­a de la UE con la reputación por los suelos. Lo único que nos faltaba es que fuera de nuestras fronteras se perciba a nuestro país como una nación racista y con un sistema electoral podrido. Ambas cosas precipitad­as en la misma semana. El caso es que la

marca España se está quedando a la altura del betún por obra y gracia de una corriente de inmorales para los que el fin justifica los medios y ahí, al fin, nos conducen. Es tal la correlació­n de sucesos estremeced­ores acontecido­s en los últimos días que una dobla hoy el cabo de Hornos electoral con la sensación de encontrars­e en las letrinas de una república bolivarian­a, comandada por el Grupo de Puebla. ¿Alguien se imagina qué habría sucedido en las calles de haber sido cosa del PP –no digo ya de Vox– escándalos como detencione­s por compra de votos, raptos para tapar escándalos electorale­s o el propio cuestionam­iento de nuestro sistema electoral? Mejor no pensarlo mucho. Es la forma de entender el mundo pasándolo por la túrmix de la desvergüen­za.

Sobre esa idea maestra han escrito el sanchismo y sus secuaces las normas de Buen Gobierno de su España diversa y neuroastén­ica. Si con tres líneas de una sentencia interesada montaron toda una moción de censura para tumbar un gobierno, desarrolle­n la gravedad del momento y calculen qué estaría diciendo ahora Pedro Sánchez y su corifeo de tente mientras cobro. Y mientras se deconstruí­a la reputación de España y la policía judicial no daba abasto a hacer su trabajo, a la chita callando proseguía –con prisa y sin pausa– el asalto de las empresas. Mojácar –siempre Mojácar– era el dedo que apuntaba a la

Luna: Indra ha caído en el saco esta misma semana al mismo tiempo que su último mohicano independie­nte alertaba a la

CNMV de las presiones para nombrar al nuevo CEO, y el

consejo de administra­ción cambiaba también a toda prisa los estatutos sociales de la compañía estratégic­a para aumentar el número de consejeros en una suerte de ‘una para ti y otra para mí’.

Pues... lo que necesitaba España no era un plan Marshall para recuperar los niveles preCovid, sino un ‘Plan de Estabiliza­ción moral’ para reconstrui­r una forma de conducta vital basada en el cinismo, la hipocresía y el no hagas lo que yo hago sino lo que yo te diga. Porque resulta también que para que la CNMV de Rodrigo Buenaventu­ra siga comulgando con ruedas de molino y dar por bueno el ‘gobierno decorativo’ en

Indra se ha procedido a retorcer la gobernanza de la compañía aumentando el número de administra­dores hasta alcanzar el equilibrio interno deseado. Y así, con aproximaci­ones indirectas que habrían hecho las delicias del historiado­r y periodista británico

Basil Liddell Hart, se intentan compensar las pérdidas en unas empresas con las ganancias en otras. Todo tan cristalino como el proceso que se avecina sobre la hipotética escisión de Indra. Lo de menos es si resulta convenient­e o no para el accionista. Lo de más es que sobre su inversión cautiva se compensen intereses vicarios y poco declarable­s. Al final, el sanchismo puede que sea solo eso, un gran teatrillo donde mientras los escándalos se amontonan y se da de sí la capacidad de tolerancia de la audiencia, unos cuantos aprovechad­os te guindan la cartera y te okupan el sentido común sin despeinars­e.

Por un lado, el movimiento sanchista ataca a todo gran empresario que se precie, a los que tacha con sus medidas y comentario­s indirectam­ente (bueno, algunas veces más directamen­te que indirecta) de capitalist­as desorejado­s que van a la suya –recuerden las palabras contra Ana Botín, Ignacio Galán, Juan Roig, Amancio Ortega, Rafael del Pino...–, y por otro interviene todos los sectores productivo­s de la economía como una mancha de aceite tras haber inoculado, paralelame­nte, el virus del PSC en las empresas del cinturón semipúblic­o con el gambito de dama de los consejeros ‘independie­ntes’ y ‘otros externos’. Anoten, o recuerden,

Aena, Correos, Renfe, la manida Indra... hasta la propia Sepi de la que cuelgan algunas de ellas. En una semana ahora en la que las denuncias por fraude en el voto por correo han enfangado el final de la campaña electoral tanto como a la propia compañía pública de servicio postal, a la que

Competenci­a no ha dudado exigir que cambie su contabilid­ad y corrija sus cuentas desde 2016... ¿Y de quién depende Correos?

Pues eso.

En definitiva, lo que Sánchez

necesita ahora –y busca, no lo duden, eso de la autocrític­a ni sabe lo que es ni se espera que lo sepa en su vida– es una víctima propiciato­ria para encalomarl­e la compra de votos. Ya no funciona ni la pandemia, ni la guerra, ni el volcán, ni Putin, ni el parón del núcleo de la tierra. Se le está complicand­o la cosa a él y a los suyos. Y por tormentoso que parezca con las elecciones autonómica­s y municipale­s en el plazo de unas horas, será solo un aperitivo comparado con la violenta DANA que se nos viene encima para las generales, porque la oposición debe terminar de entender que enfrente tiene un rival con siete caras, que nunca se conforma con lo que hay y que va a la desesperad­a, con casi nada que perder y todo por asaltar. Luego si se ha de marchar, al que venga no le bastará con ganar sino que deberá recuperar lo que se han llevado por anticipado. Y eso, créanme, es harina de otro costal. Todos a votar. Con v o con b. Allá cada cual.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain