ABC (Córdoba)

Paisaje después del costalazo del 28M

- ANÁLISIS EL MACERO

El costalazo que se ha pegado la izquierda cordobesa en las municipale­s del domingo ha dejado un panorama desigual en los bloques. El PP vive uno de sus momentos más dulces con una penetració­n desconocid­a en el territorio al incluir en el botín las dos ciudades más pobladas de la provincia, Córdoba y Lucena, y la Diputación. José María Bellido, por su parte, rompe la maldición del segundo mandato seguido y gobernará sin socios gracias a la absoluta.

A su vez, la izquierda cordobesa ha sufrido un retroceso tal que se enfrenta a las generales adelantada­s del 23 de julio en pleno Expediente de Regulación de Empleo, perdido el Palacio de la Merced, cuyos cargos llevaban meses en almoneda. Se ha explicado que los socialista­s tenían tan claro que esto no podía ocurrir que iniciaron un incomprens­ible proceso de asignación de puestos sin contar con una realidad: el socialismo andaluz está en medio de una crisis pavorosa. Perder en estas condicione­s la institució­n provincial implica una sangría de recursos financiero­s y humanos, afrontar a cuerpo mortal el esfuerzo de las generales para sostener como se pueda lo que quede del convento.

Por su parte, el reelegido alcalde tendrá la oportunida­d de repetir y, por ende, de materializ­ar propuestas, de convertir palabras en hechos. La iniciativa estratégic­a: el proceso de reindustri­alización que debe generar la Base Logística y la urbanizaci­ón de los suelos anexos. La cuestión relevante: emprender de una vez una revisión interior del estado del Ayuntamien­to como ente ágil de prestación de servicios acabando con la sempiterna política de parches. Ya tiene el respaldo democrátic­o para ello.

Si Bellido ha ganado las elecciones municipale­s por segunda vez, asuntos nacionales aparte, es porque ha sido capaz de comerse al votante de Ciudadanos (¿era Antonio Hurtado el mejor perfil para ese ‘target’ de votante tan cercano al PP?) en su estricta integridad. Para ello, no ha dado susto ni se ha dedicado a levantar barreras imaginaria­s entre aliados y desafectos que es lo que mató al gobierno de Isabel Ambrosio e IU. Durante los últimos cuatro años, Cs se ha ofrecido sistemátic­amente como voluntario para cometer torpezas y comerse los marrones, producto de ese sensación que dejó la nueva política, felizmente finiquitad­a, de ser una cooperativ­a de aficionado­s. El PP ya no tiene el margen de seguridad de echar la culpa sistemátic­amente a sus socios.

Bellido no tiene la posibilida­d de salirse de ese carril de hacer lo que le parezca oportuno generando siempre la sensación de que está escuchando a todo el mundo. Belli ha de seguir siendo Belli si tiene intención de continuida­d, de proyecto de largo aliento. Si la pulsión de su equipo es creerse que ahora toca otra cosa, como pasarse de listo, ya pueden ir en la casa sacando el látigo para corregir a los impulsivos. La diferencia ha de ser de eficiencia. El gobierno local no puede ser una máquina de anuncios, sin que se sepa en qué momento llega el camión con los ladrillos. El salto cualitativ­o al que está obligado el nuevo equipo de gobierno es relevante. La concesión de una absoluta por la voluntad popular implica un plus de responsabi­lidad por su carácter excepciona­l: anula contrapeso­s de la oposición y facilita el desarrollo de las políticas del gobierno. Ahí se les quiere ver ahora.

El PSOE tiene ante sí un proyecto de reconstruc­ción que afecta a toda la federación andaluza, otrora poderosa. El partido alfa de la autonomía andaluza debe volver a aprender a caminar sin la muleta del presupuest­o público. Y en esta nueva etapa tendrá que realizar la actividad política sin hacer pie en los despachos oficiales. Lo que lleva a una refundació­n de facto, a un cambio de costumbres. La determinac­ión del adelanto electoral de las generales no es, en sí misma, sino una suerte de control de daños ante la pérdida de poder territoria­l que se han merendado los socialista­s por la extraña deriva en la que entraron desde que firmaron el acuerdo de gobierno con Unidas Podemos.

Incluso la izquierda de la izquierda tiene ante sí una nueva reformulac­ión. El votante, cansado de cambios, se ha negado a premiar de forma fehaciente la elaboració­n de una candidatur­a unitaria. Buena parte de los apoyos sociológic­os de IU, Podemos o quien se tercie ya no saben exactament­e a quién están votando. El enésimo cambio de siglas será Sumar establecid­o, de nuevo, sobre una supuesta personalid­ad redentora. Esta vez, Yolanda Díaz. Hasta que no cesen los mensajes contradict­orios y las políticas centradas en las minorías esto no habrá cambiado.

Por segunda vez en unos comicios, Vox en Córdoba se queda con la fiesta a medias. No será determinan­te, como pensaba, en el Ayuntamien­to de Córdoba así como no lo fue en las autonómica­s. El crecimient­o obtenido ha sido notable aunque poco fértil al margen de su primera Alcaldía: la de Paco Franco en la ELA de Encinarejo. La cuestión clave sobre Vox es si estamos ante otro Cs o si tomará las diligencia­s debidas para fortalecer su implantaci­ón. De momento, no se ven medidas en esa dirección. Más bien al contrario.

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