Hola, don Pepito
La cantidad de payasos que intentan parecer serios es inmensa, vivimos en una sociedad carnavalera
EL Selu, chirigotero supremo del Carnaval de Cádiz, ha metido el «Hola, don Pepito; hola, don José» de los Payasos de la Tele por soleá. La soleá es el cante más grave por donde quiera que se le mire: por su filosofía, por su literatura, por su melodía, por su ritmo y, sobre todo, por su poso. Hay quien piensa que el estilo más profundo es la seguiriya porque le parece más valiosa la rabia que la trascendencia. Para que se entienda la diferencia, Rafael de Paula toreaba por seguiriya y Curro Romero por soleá. Dos duendes distintos. Para mí es más metafísico el segundo. Por eso el hallazgo del Selu me parece tan icónico en esta coyuntura histórica. Los miembros de su grupo salen al escenario del teatro Falla caracterizados como flamencos tiesos e interpretan la letra de Miliki con el rictus de amargura de aquellos cantaores caninos que se mataban el hambre a pellizcos, con el rajo de dolor, el puño dando gañafones a la altura del pecho, los párpados muy apretados y el quejío siempre a punto de romper en alarido de desolación justo cuando entonan la parte de la letra que dice «¿pasó usted por mi casa?, por su casa yo pasé». El juego que propone el chirigotero es el de las contradicciones inmanentes, los conflictos entre el fondo y la forma, el trile de las apariencias. Y al mismo tiempo hinca el colmillo en el déficit de genialidad que estamos tratando de encubrir con un envoltorio supuestamente complejo. Últimamente me llega desde muchos frentes distintos un lamento unánime: hay una crisis de creatividad. Si hablo con un artista, murmura sobre la falta de personalidad. Todos pintan o cantan igual. Si hablo con un ingeniero, refunfuña sobre la inexistencia de genios con estilo. Los puentes se hacen por catálogo. Si hablo con un empresario, gruñe por la escasez de ejemplos de valentía. Si hablo con un viejo político, gime por el borreguismo imperante... Curiosamente, casi todos coinciden en que el nivel técnico de cualquier especialista es actualmente el más alto de la historia. Lo que escasea es la diferencia, el talento rompedor, el revolucionario.
Estaba viendo el otro día la chirigota del Selu en YouTube y me quedé aturdido por el contraste. Una letra hilarante encajada en el estilo severo de Manuel Molina. La futilidad vestida de intelectualidad. Me pareció una denuncia magistral sobre nuestros esperpentos cotidianos: parlamentarios que no saben hablar, cantantes que desafinan, jueces mediáticos, cocineros sin olfato, médicos que no entienden tu idioma, escritores que no han leído nada, funcionarios que le tienen miedo a firmar, arquitectos que dibujan el baño a diez metros del bajante, periodistas afiliados a partidos políticos, políticos que no han trabajado en otra cosa... La cantidad de payasos que cantan por soleá es inmensa. Ese es el mensaje de esta sociedad carnavalera, el de la invasión de impostores que con gesto afectado y pose de autoridad nos recitan cada día, al borde del llanto, un crucial y transformador «hola, don Pepito; hola, don José».