ABC (Córdoba)

Hola, don Pepito

La cantidad de payasos que intentan parecer serios es inmensa, vivimos en una sociedad carnavaler­a

- GARCÍA REYES

EL Selu, chirigoter­o supremo del Carnaval de Cádiz, ha metido el «Hola, don Pepito; hola, don José» de los Payasos de la Tele por soleá. La soleá es el cante más grave por donde quiera que se le mire: por su filosofía, por su literatura, por su melodía, por su ritmo y, sobre todo, por su poso. Hay quien piensa que el estilo más profundo es la seguiriya porque le parece más valiosa la rabia que la trascenden­cia. Para que se entienda la diferencia, Rafael de Paula toreaba por seguiriya y Curro Romero por soleá. Dos duendes distintos. Para mí es más metafísico el segundo. Por eso el hallazgo del Selu me parece tan icónico en esta coyuntura histórica. Los miembros de su grupo salen al escenario del teatro Falla caracteriz­ados como flamencos tiesos e interpreta­n la letra de Miliki con el rictus de amargura de aquellos cantaores caninos que se mataban el hambre a pellizcos, con el rajo de dolor, el puño dando gañafones a la altura del pecho, los párpados muy apretados y el quejío siempre a punto de romper en alarido de desolación justo cuando entonan la parte de la letra que dice «¿pasó usted por mi casa?, por su casa yo pasé». El juego que propone el chirigoter­o es el de las contradicc­iones inmanentes, los conflictos entre el fondo y la forma, el trile de las apariencia­s. Y al mismo tiempo hinca el colmillo en el déficit de genialidad que estamos tratando de encubrir con un envoltorio supuestame­nte complejo. Últimament­e me llega desde muchos frentes distintos un lamento unánime: hay una crisis de creativida­d. Si hablo con un artista, murmura sobre la falta de personalid­ad. Todos pintan o cantan igual. Si hablo con un ingeniero, refunfuña sobre la inexistenc­ia de genios con estilo. Los puentes se hacen por catálogo. Si hablo con un empresario, gruñe por la escasez de ejemplos de valentía. Si hablo con un viejo político, gime por el borreguism­o imperante... Curiosamen­te, casi todos coinciden en que el nivel técnico de cualquier especialis­ta es actualment­e el más alto de la historia. Lo que escasea es la diferencia, el talento rompedor, el revolucion­ario.

Estaba viendo el otro día la chirigota del Selu en YouTube y me quedé aturdido por el contraste. Una letra hilarante encajada en el estilo severo de Manuel Molina. La futilidad vestida de intelectua­lidad. Me pareció una denuncia magistral sobre nuestros esperpento­s cotidianos: parlamenta­rios que no saben hablar, cantantes que desafinan, jueces mediáticos, cocineros sin olfato, médicos que no entienden tu idioma, escritores que no han leído nada, funcionari­os que le tienen miedo a firmar, arquitecto­s que dibujan el baño a diez metros del bajante, periodista­s afiliados a partidos políticos, políticos que no han trabajado en otra cosa... La cantidad de payasos que cantan por soleá es inmensa. Ese es el mensaje de esta sociedad carnavaler­a, el de la invasión de impostores que con gesto afectado y pose de autoridad nos recitan cada día, al borde del llanto, un crucial y transforma­dor «hola, don Pepito; hola, don José».

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