Carlos Hipólito: «El asno es valiente y terco, pero no tonto»
▶ El actor interpreta ‘Burro’, una obra de Álvaro Tato basada en textos clásicos
Carlos Hipólito sonríe cuando se le pregunta si interpretar a un burro no es un paso atrás en su carrera después de haber interpretado a un caballo en ‘Historia de un caballo’, de Leon Tolstoi... «Pues no, es incluso volver a mis orígenes; la primera vez que yo tuve la sensación de hacer algo profesional fue en el TEI (Teatro Experimental Independiente), cuando hice de burrito en ‘Proceso por la sombra de un burro’, de Dürrenmatt. Era un personaje que no hablaba en toda la función, y en esta hablo en todo el rato, así que de burro a burro he crecido», ríe.
Y es que el actor madrileño protagoniza ‘Burro’, un texto de Álvaro Tato basado en textos clásicos sobre asnos. La dirección es de Yayo Cáceres y sobre el escenario acompañan a Hipólito Fran García, Iballa Rodríguez y Manuel Lanzadera. La función desembarca en el Teatro Reina Victoria de Madrid, donde estará del 17 de enero al 18 de febrero. Álvaro Tato llevaba un tiempo con la idea de tejer un texto en torno a la figura del burro en la literatura clásica. El encuentro con Carlos Hipólito puso en marcha el proyecto, y el resultado es un monólogo con fragmentos de Apuleyo, Cervantes, Shakespeare, Juan Ramón Jiménez, Perrault, fray Anselmo de Turmeda, Gabriel Álvarez de Toledo, Ovidio, Esopo, Fedro, La Fontaine, Iriarte y Samaniego. El espectáculo cuenta con la música del propio Yayo Cáceres, que ha viajado por el folclore de distintos países.
En una finca vacía, un burro atado a una estaca le cuenta su vida a su sombra mientras se acerca un incendio forestal. Ese es el hilo argumental de ‘Burro’, «un bululú en el que el animal cuenta su autobiografía de seis mil años», explica Yayo Cáceres. «Durante la investigación –dice Tato– me llamó la atención que los burros no tienen nombre. Los caballos, los gatos, los perros... tienen nombre. Pero el burro casi nunca. Por eso hemos titulado el espectáculo así, ‘Burro’, porque es un animal que no merece ni el artículo».
El origen literario de este animal, sigue Tato, está en el ‘Panchatantra’, una serie de fábulas orientales; «los burros de Esopo y muchas de sus fábulas proceden de ahí o proceden de la cultura indoeuropea y de la cultura india; de su cultura oral. Es un animal al que el ser humano ha insertado en su cultura, pero siempre se le presenta como el sufridor de los palos; es la clase trabajadora de los animales». Cuando se le pregunta si la literatura ha tratado al burro con compasión, Álvaro Tato reflexiona un momento y responde: «No, claramente no. Juan Ramón Jiménez sí lo hace, y Cervantes también; él está lleno de amor y de compasión. Pero en general se los trata muy mal».
Carlos Hipólito se pregunta «por qué alguien decidió un día que burro es sinónimo de imbécil, de tonto, de torpe, de ignorante, cuando no lo es en absoluto. Es un animal con una memoria privilegiada, que pueden reconocer a sus amos o a gente a la que han acompañado, incluso lugares en los que han estado, hasta veinte años después. Es valiente y terco, pero no tonto».
Después de esta solidaria defensa del burro, el actor asegura que «este proyecto se ha convertido en una de las aventuras más bonitas que yo he vivido en este oficio. ‘Burro’ es uno de los textos más hermosos que he podido interpretar; es muy fascinante el enfoque que Álvaro le ha dado, y además tiene una hermosa manera de escribir. Un maestro mío decía que si tiras al aire un texto en prosa que es hermoso, cae en verso. Eso pasa con los textos de Álvaro Tato. Me he encontrado además con un director enormemente inteligente, muy sabio».
Lamento y denuncia
De su personaje, dice Carlos Hipólito que le permite realizar un gran recorrido emocional. «El burro al que encarno es un asno sabio; el relato tiene algo de lamento y al tiempo algo de denuncia. La raza humana ha tratado a los burros siempre en régimen de esclavitud; nadie piensa en él como un animal de compañía, pero siempre han estado a nuestro lado».
La experiencia de ‘Historia de un caballo’ le ha servido para incorporar el movimiento. «José Piris, con el que trabajé entonces, nos explicaba que un animal como el caballo o como el burro es prácticamente imposible de imitar porque tienen un cuello muy largo y una cabeza muy grande. La única posibilidad de recrear su imagen en el escenario es intentar hacer la parte delantera de ese animal: las patas delanteras, su pecho, el cuello y la cabeza».
La obra, continúa el actor, «interpela a los espectadores para que se cuestionen por qué, como raza humana, somos tan avasalladores, tan depredadores, tan maltratadores. Por qué despreciamos de una manera tan brutal a todas las otras especies que nos acompañan en el planeta y por qué nos creemos el ombligo del mundo cuando realmente, en muchos sentidos, tenemos muchísimas menos cualidades que otras especies que nos acompañan. Todo ello contado de una manera muy tierna y muy divertida».
«Este burro es todos los hombres –completa Yayo Cáceres–. Siempre recuerdo una conversación que tuve con Albert Boadella en la que hablábamos de que lo que nos iguala con los animales es la capacidad de sufrimiento. Lo que pasa es que generalmente no solemos olvidar del dolor de los animales y lo provocamos, a veces con un grado de inconsciencia fenomenal».