«¡Estefanííííaaa!»: el corazón roto que reventó el ‘share’ de España
Vuelve ‘La isla de las tentaciones’ a Telecinco con una nueva remesa de parejas dispuestas a poner su relación en los bretes más aflictivos
La semana pasada volvió ‘La isla de las tentaciones’, un clásico de la pequeña pantalla y de la más diminuta, la del ‘smartphone’ y Twitter y sus ‘Trending Topic’, con una nueva edición en donde una pareja ya ha abandonado y parece que otra mujer también ha puesto pies en polvorosa del ‘paraíso’. Porque las posibilidades de vivir un infierno cotizan subterráneas en Bwin, y más si eres de psique ‘dragonkhaniana’ o si tu relación se basa en el sado tipo amo-esclavo. Y viceversa.
Recordemos la dinámica de tortura del ‘reality’: cinco parejas de heteros vuelan a una isla paradisiaca repartidos en dos mansiones, Villa Playa y Villa Montaña, con los chicos por un lado y las chicas por otro. Con ellas mandan a diez maromos y con ellos, a diez ‘maromas’, bajo instrucción de conquistarles y que caigan rendidos en la tentación de sus cuerpos esculpidos por el gimnasio y el bisturí. Alcohol a mares, fiestas constantes y citas para intimar, se les muestran vídeos de su pareja en la otra mansión ‘playboy’ o ‘playgirl’ pasándoselo en grande y estrechando lazos con sus pretendientes. Y, si no los hay, te muestran vídeos distorsionados. La carne es débil, las cabezas más.
En este programa de terror, hemos visto a una concursante desmayarse por el dolor (retransmitido) al ver imágenes durante días de su pareja practicando un sinfín de coitos en los más exóticos lugares del inmueble. En otra línea de trauma, un tipo que fue tentado por una modelo rusa bellísima, y que ‘resistió sin pecar’, tuvo que asumir cómo su pareja, a la que amaba, rompía la relación después de casi diez años juntos porque lo que había visto de él viviendo por su cuenta, su manera de comportarse, de hablar, directamente de ser, no le gustaba y le parecía soez. Uf.
Pero, entre todas las grandes microhistorias, está la historia en mayúsculas, la elegía de Christofer. Hasta en la gala de los Goya de aquel año se replicó su mitológico aullido: «¡Estefanííííaaa!». Estamos en febrero de 2020, muy poquito antes de la pandemia. De hecho, ‘La isla de las tentaciones’ fue lo más inolvidable que sucedió justo antes de la llegada de los más importante. Y esa pareja de Christofer y Fani, que fueron a poner prueba su amor y acabaron horneando una magdalena de Proust vía chillido para todo un país.
Fani fue seducida por Rubén, dueño de una bar de copas y cachimbas en Alcalá de Henares y exfutbolista en categorías humildes, que en un momento de acaramelamiento se destapó como un delicado juglar: «Tengo palpitaciones en el nabo». Y Christofer viendo día tras día como su relación se moría y él asistía impotente. De hecho, y esto es singularmente perverso, se pudo ver en la tele a una persona en estado de depresión. Rostro seco, ánimo ausente y energía en depósito. Y en un arrebato tras ver cómo se besaban en un vídeo, salió corriendo hacia la playa y gritó arrebatado en la oscuridad: «¡Estefanííííaaaa!». Luego, Rubén dejó colgada a Fani porque no se fiaba de quien había hecho lo que había hecho. Y, poco después, nos confinamos por meses.
‘Reality’ de terror Desmayos, llantos, histeria... y la elegía viral de Christofer buscando a Fani