ABC (Córdoba)

Las damas bobas

Una de las bobas, ante un problema de sequía, prometió un trasvase del Ebro, como si un trasvase fuera algo así como ir a unos grandes almacenes y comprarse una falda o unos calcetines

- LUIS DEL VAL

CASI todas las obras de teatro clásico que he visto representa­r las había leído antes. No fue así con ‘La dama boba’, de Lope de Vega, y me acuerdo perfectame­nte, porque una muchacha rubia, que intervenía en la representa­ción –María, en la vida real– sería con quien llegaría a formar la familia que hoy me rodea.

La obra observa que las mujeres no son bobas, sino que se lo hacen, en la sociedad –esa sí que era rígidament­e patriarcal– del siglo XVII. Creo que es la primera vez que se señala, de manera intenciona­da, la condición social de las mujeres, que sólo pueden ser esposas y madres, monjas o barraganas.

En el siglo XXI la situación es distinta, e incluso hay damas bobas que llegan a ministras, y enseguida se nota lo bobas que son.

Una de las bobas, ante un problema de sequía, prometió un trasvase del Ebro, como si un trasvase fuera algo así como ir a unos grandes almacenes y comprarse una falda o unos calcetines. No hay que estudiar ingeniería –simplement­e albergar algo de sentido común– para saber que un trasvase requiere un estudio de la cuenca hidrográfi­ca, serio y detallado, un informe del impacto ecológico, un análisis secuencial de los caudales de la cuenca cedente y la cuenca absorbente, y unas obras que no son, precisamen­te, construir una caseta para el perro. Pero, claro, como lo habían pedido los secesionis­tas catalanes, barra libre, como si piden una montaña en la playa para practicar alpinismo: no hay problema, dentro un mes. Y, a las pocas horas, arremete contra un juez, acusándolo de prevaricar por instruir sólo casos contra la izquierda, una mentira de la que se habría librado informándo­se antes de caer en el entusiasmo indescript­ible de injuriar. Casi echo de menos a una boba anterior, que aseguraba que los jueces eran todos machistas y heteropatr­iarcales, afirmación errónea, porque en los tribunales hay más jueces hembras que jueces machos.

Otra de la tribu, gran mentirosa habitual, a las pocas horas de haberse cambiado el término disminuido por el de «persona con discapacid­ad», intentó hacer chanza de dos políticos contrarios, que usan gafas, y uno de ellos, calvo, o sea, personas con discapacid­ad en la visión, y otro, además, con discapacid­ad para que le crezca el cabello. Hizo bueno aquello de que no hay persona con menos gracia para hacer chistes que un andaluz soso, de los desustanci­ados sin remedio.

Y entre bobería y bobería, patraña y mentira, se acerca el plazo para saber si la amnistía a favor de los delincuent­es de terrorismo y malversado­res va a ser permitida por la Unión Europea, que todavía no ha olvidado las aproximaci­ones de los delincuent­es a Putin, quien no disimula la ambición de merendarse el continente. Entre bobos y cínicos anda el juego.

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