Las damas bobas
Una de las bobas, ante un problema de sequía, prometió un trasvase del Ebro, como si un trasvase fuera algo así como ir a unos grandes almacenes y comprarse una falda o unos calcetines
CASI todas las obras de teatro clásico que he visto representar las había leído antes. No fue así con ‘La dama boba’, de Lope de Vega, y me acuerdo perfectamente, porque una muchacha rubia, que intervenía en la representación –María, en la vida real– sería con quien llegaría a formar la familia que hoy me rodea.
La obra observa que las mujeres no son bobas, sino que se lo hacen, en la sociedad –esa sí que era rígidamente patriarcal– del siglo XVII. Creo que es la primera vez que se señala, de manera intencionada, la condición social de las mujeres, que sólo pueden ser esposas y madres, monjas o barraganas.
En el siglo XXI la situación es distinta, e incluso hay damas bobas que llegan a ministras, y enseguida se nota lo bobas que son.
Una de las bobas, ante un problema de sequía, prometió un trasvase del Ebro, como si un trasvase fuera algo así como ir a unos grandes almacenes y comprarse una falda o unos calcetines. No hay que estudiar ingeniería –simplemente albergar algo de sentido común– para saber que un trasvase requiere un estudio de la cuenca hidrográfica, serio y detallado, un informe del impacto ecológico, un análisis secuencial de los caudales de la cuenca cedente y la cuenca absorbente, y unas obras que no son, precisamente, construir una caseta para el perro. Pero, claro, como lo habían pedido los secesionistas catalanes, barra libre, como si piden una montaña en la playa para practicar alpinismo: no hay problema, dentro un mes. Y, a las pocas horas, arremete contra un juez, acusándolo de prevaricar por instruir sólo casos contra la izquierda, una mentira de la que se habría librado informándose antes de caer en el entusiasmo indescriptible de injuriar. Casi echo de menos a una boba anterior, que aseguraba que los jueces eran todos machistas y heteropatriarcales, afirmación errónea, porque en los tribunales hay más jueces hembras que jueces machos.
Otra de la tribu, gran mentirosa habitual, a las pocas horas de haberse cambiado el término disminuido por el de «persona con discapacidad», intentó hacer chanza de dos políticos contrarios, que usan gafas, y uno de ellos, calvo, o sea, personas con discapacidad en la visión, y otro, además, con discapacidad para que le crezca el cabello. Hizo bueno aquello de que no hay persona con menos gracia para hacer chistes que un andaluz soso, de los desustanciados sin remedio.
Y entre bobería y bobería, patraña y mentira, se acerca el plazo para saber si la amnistía a favor de los delincuentes de terrorismo y malversadores va a ser permitida por la Unión Europea, que todavía no ha olvidado las aproximaciones de los delincuentes a Putin, quien no disimula la ambición de merendarse el continente. Entre bobos y cínicos anda el juego.