La almendra no remonta, tampoco en ecológico

LA producción española de almendra, tercera por detrás de Estados Unidos con el 80% del mercado y de Australia, no es capaz de cubrir nuestro consumo interno y nuestras exportaciones. Esto genera la necesidad de importar, y es ahí donde tenemos el problema. La almendra foránea, de peor calidad, se mezcla con la nuestra, lo que la hace perder valor.

Las autoridades europeas han aprobado la obligatoriedad de etiquetar el origen para la almendra en fresco. Sin duda un paso, pero insuficiente, ya que es un mercado mucho más reducido que el de transformado. Además, en productos elaborados es muy difícil que el consumidor distinga organolépticamente una de otra, por lo que más allá del lícito interés de apostar por lo local, no parece que se vayan a promover nuevas normas que, sin duda, encarecerían el producto, tanto por el precio de la materia prima como por el incremento de costes de fabricación y envasado.

La almendra española se encuentra en una encrucijada tras el boom de hace unos años de las plantaciones intensivas, consecuencia de la bonanza en los precios. Ahora la sequía ha mermado la cantidad y el calibre. Nuestra almendra lleva varios años con muy bajas cotizaciones, ante la entrada de almendra estadounidense y australiana a precios mucho más reducidos.

Por otro lado, en España se ha apostado por la producción de almendra en ecológico, que ya ocupa el 25% de la superficie. El problema es que su demanda ha caído de forma sustancial con el avance de la crisis económica, lo que también ha hundido sus precios. Hay que tener en cuenta que el coste de producción en ecológico es más elevado que en convencional, por lo que el daño es sensiblemente mayor. También EE.UU. produce almendra ecológica como para autoabastecerse, y podría exportar grandes volúmenes si el mercado internacional lo demandara. Es un aviso a navegantes. La apuesta europea por tener un 25% de superficie ecológica en agricultura puede generar el mismo problema, pero generalizado.