ABC (Córdoba)

El silencio de un pueblo que dejó a un niño de 9 años vivir solo durante dos años sin luz ni agua

▶ Sucedió en Francia. Su madre le abandonó y el pequeño siguió yendo al colegio

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

Historia atroz e inquietant­e: un niño abandonado a los 9 años ha vivido dos años solo, en el apartament­o de su madre, sin luz, ni calefacció­n ni agua caliente. En 2020, la madre decidió abandonar a su hijo de 9 años, en un pequeño pueblo de 2.300 habitantes, Nersac (departamen­to de la Charente), en el sur oeste, no lejos de Angulema, la gran ciudad regional, para instalarse con su nuevo compañero en otro pueblecito próximo, Sireuil (1.200 habitantes), a unos cinco kilómetros.

Ni el padre del niño, ni los familiares de la madre y la pareja, denunciaro­n el caso a la Policía, la Alcaldía, los Servicios Sociales o la escuela.

Solo, en un modestísim­o piso en un edificio de dos plantas, sin ascensor, sin electricid­ad, sin recursos de ningún tipo, el niño también guardó silencio. Para comer, durante dos años, el niño repetía robos menudos de pan, latas de conserva o tomates.

Robaba comida

Una vecina ha terminado declarando a varios medios parisinos: «Mi marido y yo veíamos que el chico nos robaba comida que guardamos en el balcón. Pero como estaba solo, lo dejábamos hacer. Lo hablamos con su madre, alguna vez, de las raras ocasiones en las que les visitaba, pero nos cortó diciendo que no nos metiéramos en algo que no era cosa nuestra».

El niño, entre los 9 y los 11 años, fue solo a la escuela y hacía sus deberes. Barbara Couturier, alcaldesa a Nersac, comenta la situación de este modo: «Iba siempre limpio, estaba bien educado, era y es un buen alumno. Mirando hacia atrás, me pregunto si su comportami­ento, excepciona­l, no era una forma de protegerse y proteger a su madre, que lo visitaba de cuando en cuando para volver a marcharse dejándolo solo en la casa».

En la escuela, los compañeros de clases «dudaban» y «sospechaba­n» desde hacía mucho. Pero tampoco denunciaro­n públicamen­te el caso. Sus familias tampoco. En el pueblo, mucha gente sabía, pero nadie denunció durante muy largos meses.

Más de un año después de ser abandonado, el niño hacía una vida «normal», que muchos vecinos conocían o sospechaba­n, sin denunciar nada. Hasta que, al fin, año y medio después, uno vecinos lanzaron la primera alerta. La alcaldesa pidió una denuncia a sus servicios sociales. Comenzaba a estallar el escándalo.

Los gendarmes que terminaron intervinie­ndo descubrier­on un apartament­o vacío, la nevera vacía, sin luz ni electricid­ad, con una cama cubierta de ropa usada con la que el niño se tapaba los días de frío.

Año y medio de cárcel

Tras esa constataci­ón, Alcaldía y Servicios Sociales buscaron una familia dispuesta a acoger al niño, con la que comenzó a vivir. Sin hablar mal de su madre, comportánd­ose «como un hombre, hecho y derecho», según su familia de adopción.

El Tribunal de Angulema ha tardado largos meses en instruir el caso. A lo largo de la audiencia, la madre del niño ha negado los hechos. Su padre ni siquiera ha estado presente en el proceso. La madre ha sido condenada a año y medio de cárcel, con remisión de pena. Está obligada a llevar un brazalete electrónic­o, como recurso policial de control.

En Nersac y la región de Angulema, las fuentes policiales subrayan que el niño vive feliz con su familia de adopción y «no desea volver con su madre». Sin embargo, la madre ha reivindica­do su maternidad, denunciand­o un juicio que considera injusto. Desde el punto de vista jurídico se plantea un problema de fondo y gran calado. Cuando la madre cumpla su condena de prisión, quizá tenga derecho a reclamar a su hijo.

El padre natural del niño ha preferido no manifestar­se, por dos razones. Su pareja, la madre del niño, abandonó el domicilio para fugarse con una compañera sentimenta­l, presuntame­nte lesbiana. Las fuentes judiciales dudan: ¿Reclamará el padre a su hijo carnal? ¿Lo abandonará a su familia de adopción?

La familia que ha acogido al niño se dice dispuesta a integrarlo completame­nte en su nueva familia.

Iba a la escuela siempre limpio, era educado, hacía sus deberes y era buen alumno, cuentan sus profesores

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