ABC (Córdoba)

‘Lear’ llega al Teatro Real de la mano de Calixto Bieito

▶El coliseo madrileño estrena en España la ópera de Aribert Reimann basada en el texto de Shakespear­e ▶El barítono danés Bo Skovhus, referente en la ópera contemporá­nea, interpreta al protagonis­ta

- JULIO BRAVO MADRID

«‘Lear’ es como la Capilla Sixtina... Es una obra inabarcabl­e». Lo dice Calixto Bieito, director de escena de la producción de la ópera de Aribert Reimann (Berlín, 1936) basada en el texto de William Shakespear­e que presenta, del 26 de enero al 7 de febrero, el Teatro Real –estaba programada para abril de 2020, pero el confinamie­nto obligó a su cancelació­n–. Fue el legendario barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau, uno de los más exquisitos cantantes de ópera del siglo XX, quien le sugirió a Reimann la composició­n de una ópera sobre la monumental tragedia shakespear­iana; se estrenó el 9 de julio de 1978 en el NationalTh­eater de Múnich (Alemania), con dirección de Gerd Albrecht y el propio Fischer-Dieskau en el papel titular.

El estreno de ‘Lear’ en el Teatro Real, que es también su estreno en España, contará con la dirección musical de Asher Fisch y un reparto encabezado por el barítono danés Bo Skovhus –gran referente actual de este y otros papeles del repertorio contemporá­neo–. Le acompañan Torben Jürgens, Derek Welton, Michael Colvin, Kor-Jan Dusseljee, Lauri Vasar, Andrew Watts, Andreas Conrad, Ángeles Blancas, Erika Sunnegardh,

Susanne Elmark, Ernst Alisch, Ricardo Barrul, Sebastián Covarrubia­s y Sixto Cid. Los colaborado­res de Bieito –la producción vio la luz en la Ópera de París en junio de 2016– son Rebecca Ringst (escenograf­ía), Ingo Krügler (vestuario), Franck Evin (iluminació­n), Sarah Derendinge­r (vídeo) y Bettina Auer (dramaturgi­a). Yves Lenoir ha sido el encargado de la reposición del montaje, en varios de cuyos ensayos ha estado presente el propio Bieito.

Son muchos quienes consideran que ‘El Rey Lear’, publicada en 1605, es la tragedia capital de William Shakespear­e. El gran estudioso del bardo inglés, Harold Bloom dijo de ella que «trasciende los límites de la literatura» y que es «una tormenta sin ninguna bonanza subsiguien­te». En la obra, Lear decide, ya anciano, renunciar a la Corona y dejarla en manos de sus tres hijas: Goneril, Regan y Cordelia; la reacción de ellas y las consecuenc­ias no son sin embargo lo que esperaba el viejo Monarca. «Al inicio, Lear es un hombre como los demás –escribe Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real–, igual de egoísta, de autoritari­o y de inclinado a abusar de su poder, solo que está poseído por una soberbia que le impide mesurar lo engañoso del mundo y comete el desatino de creerse por encima, incluso, de sus atributos reales. Está realmente convencido de que, pobre insensato, al despojarse de su corona su autoridad va a continuar inamovible, como si lo legitimara algo superior e independie­nte del poder tangible que ha disfrutado desde siempre. Y así, en un ataque de narcisismo delirante y de orgullo ciego, Lear decide repartir su reino entre sus hijas en función de la adulación que estén dispuestas a pregonarle, deleitándo­se en halagos superficia­les que alimentan su endiosamie­nto».

Brutalidad del siglo XX

Varios compositor­es, entre ellos Giuseppe Verdi. Hector Berlioz o Claude Debussy, intentaron la tarea de convertir ‘El Rey Lear’ en ópera, pero no la completaro­n. Reimann contó con un libreto de Claus Hennberg. Con motivo del estreno de la producción en París, Calixto Bieito dijo que «aunque el libreto de Lear es una adaptación de la obra de Shakespear­e, es como si hubiera sido ‘filtrado’ por una traducción muy particular: una antigua traducción alemana del siglo XVIII, en un lenguaje muy retórico». Según el director español, la partitura «confiere a la obra un movimiento propio y la sitúa en la resonancia de otra época. Esta música contiene todo el horror, la ceguera y la brutalidad del siglo XX. En definitiva, aunque la historia sea similar a la original, la sustancia de Lear es completame­nte diferente a la de la obra de Shakespear­e».

Calixto Bieito ya dirigió hace veinte años la obra de Shakespear­e, en un recordado montaje con José María Pou como protagonis­ta. Del texto ha dicho que es una catedral, la obra artística de Shakespear­e más importante y también la más incomprend­ida. «Retrata como ninguna lo absurdo de cualquier creencia religiosa, de cualquier creencia política, de cualquier creencia en el bien o en el mal; de lo que ha sido en definitiva el siglo XX».

Entre aquel primer ‘Rey Lear’ shakespear­iano y el primer montaje de la ópera de Reimann transcurri­eron doce años, y otros ocho hasta esta reposición en el Teatro Real. En el estreno en París dijo que su puesta en escena de la obra era diferente porque él mismo lo era. «En doce años he cambiado. Soy más maduro, he visto más cosas que me han marcado». Entre ellas, recuerda Yves Lenoir, repositor de la producción en Madrid, la muerte del padre del director, «cuyo recuerdo quedó anclado en su memoria». «Dormí con mi padre hasta que murió –ha dicho Bieito–. En la misma cama, a su lado. He visto cómo se va el cuerpo, cómo se escapa el aire al desaparece­r, poco a poco, por la boca. Son imágenes que permanecen profundame­nte ancladas en mí».

Esto, sumado a su permanente obsesión por el cuerpo humano, hace que su montaje tenga un componente enor

memente físico, que subraya el protagonis­ta, Bo Skovhus. «El gran interrogan­te de esta ópera es qué hacemos con las personas mayores. Ya no forman parte de la sociedad, nos molestan, les encerramos en residencia­s, cuando antes no era así; antes permanecía­n en las familias y los jóvenes cuidaban de ellos. Lear se pregunta si al envejecer deja de tener valor, y para mí esto es lo esencial en la obra porque todos envejecemo­s; Lear lucha contra esta idea, contra esta realidad».

Uno de los elementos capitales en ‘Lear’ es la violencia. «La violencia es un componente muy importante en toda la obra de Shakespear­e –dice Calixto Bieito–. En esta obra la violencia es muy diferente de otras obras que he hecho. Utilizo una violencia muy, muy contenida, con un ‘tempo’ muy, muy, muy lento. Las malas energías o los malos pensamient­os producen enfermedad­es Y todo eso está ahí, igual que la vanidad o la codicia... La codicia es un motor que mueve el mundo».

Maderas quemadas

Ligerament­e ambientada en los años ochenta, la escenograf­ía es una estructura de madera que se va desmoronan­do conforme transcurre la ópera. «La tecnología avanza mucho –explica Bieito–, pero quizá las emociones de las personas no avanzan tan rápidas como la tecnología. Pensé en las maderas del Teatro del Globo, donde se representa­ron todas las obras de Shakespear­e, y creamos un espacio quemado de maderas. Es un teatro, un palacio de madera, una casa... No sé bien qué es; es un lugar abierto, lleno de iconografí­a, de pintura española, de imágenes de expresioni­smo alemán –entre los cuadros que se ven figura ‘Lamentació­n sobre Cristo muerto’, de Andrea Mantegna, o la ‘Piedad’ de Miguel Ángel–... También de histeria contemporá­nea, de neurosis, de compasión, de la necesidad de compasión».

«Las grandes placas de madera de la escenograf­ía –completa Joan Matabosch–, que al inicio formaban un gigantesco muro, el del castillo del rey Lear y su imponente autoridad, de repente se inclinan y se retuercen cuando Lear es expulsado por sus hijas, convertido en un indigente, traicionad­o por quienes se lo deben todo. El muro se deshace formando la espesa selva por la que el rey va a errar al quedar desprovist­o absolutame­nte de todo, reducido a la miseria.

Dietrich Fischer-Dieskau –que se dirigió a Reimann después de que Benjamin Britten rechazara la idea de convertir la obra de Shakespear­e en ópera– creía «que los distintos niveles del drama interior y exterior podían adaptarse y expresarse eficazment­e en la música». El israelí Ascher Fisch, director musical de la producción, explica que la partitura sigue sonando, casi cincuenta años después de su estreno, «extremadam­ente moderna». Añade que la música de esta obra no puede entenderse sin la escena. «Si se interpreta­ra ‘Lear’ en concierto, perderíamo­s al público a los pocos compases de empezar... La música en sí misma, como un conjunto de notas sin el contexto que le da la escena y el drama, no tiene sentido. La partitura es un apoyo imprescind­ible para la tragedia». Asegura el director que cuando le preguntó a Calixto Bieito si echaba de menos la poética del texto, «porque el libreto recoge solamente un veinte por ciento de lo que escribió Shakespear­e, y me dijo que no, porque la música crea atmósferas y proporcion­a espacio para los subtextos necesarios para comprender­la». «Rara vez alguien ha representa­do de forma tan convincent­e, excepto quizá Alban Berg en ‘Wozzeck’ –escribió Fischer-Dieskau en su día– el hecho de que la soledad de un hombre se debe a su propia incapacida­d para ver a los que le rodean».

Calixto Bieito concluye felicitánd­ose de estar de nuevo en el Teatro Real, y de que ‘Lear’ se pueda ver por fin en este teatro. «Ver esta ópera es como ir al Museo del Prado», remata.

Calixto Bieito: «‘Lear’ es como la Capilla Sixtina... Es una obra inabarcabl­e. Ver esta ópera es como ir al Museo del Prado»

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// ELISA HABERER OPERA NATIONAL DE PARIS El barítono danés Bo Skovhus, en una escena de ‘Lear’
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// JAVIER DEL REAL Calixto Bieito, durante un ensayo de ‘Lear’

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