La palabra del burro
El Gobierno no mintió cuando dijo que amnistiar el terrorismo era una línea roja porque nunca dijo eso, ¿a que no?
LA nueva progresía es como el VAR. Se trata de poner a pitar a alguien manipulable, bien un novato, bien un militante, bajo la dirección desde la sala de máquinas de un agente del aparato. Con este sistema, los ojos dejan de ser una herramienta probatoria porque lo que ves no es lo que ocurre. Sólo sucede lo que el de la sala de máquinas te dice que veas. Luego los tertulianos afines aseguran que menos mal que se ha revisado todo porque el perjudicado habría sido su equipo y que el problema del que ha recibido la patada es que la ha somatizado. Su espinilla sangra, pero la patada sólo existió en su cabeza. Y a partir de aquí viene lo más sofisticado del proceso: la fabricación de las evidencias. El corta y pega de medias verdades. Se le pone el ‘high behind’ al Constitucional para Otegi, un ‘loop’ a los museos nacionales para que se aprecie con nitidez su insoportable tendencia colonialista y etnocentrista, la ‘super slow’ al juez GarcíaCastellón con las oportunas indicaciones desde el monitor de la ministra Ribera, la ‘inversa derecha’ a la oposición para que María Jesús Montero sólo pueda ver gafas y alopecia en otro de sus recitales de chabacanería... Y ya estaría. Sólo faltaría la nueva portavoz socialista, Esther Peña, explicando desde el comité central que «estamos para ensanchar la democracia, que es más completa si incorporamos a aquellos actores que tuvieron, por una u otra circunstancia, que salir». Por una u otra circunstancia. Mejora eso.
Tampoco está mal lo de la vicepresidenta Yolanda Díaz en su defensa de la reducción de la jornada laboral: «Esto es ciencia, esto no es ideología». Ahí está el eslogan de este Gobierno. Sus propuestas son la verdad absoluta, la realidad según Sánchez, mientras que las de los demás son sólo opiniones, postulados. Por ejemplo, es científico que el presidente nunca dijo antes de las elecciones que no habría amnistía. Usted lo escuchó, pero él no lo dijo. También declaró que el terrorismo era una línea roja y ayer aceptó la enmienda de Junts para incluirlo en la indulgencia plenaria. Pero no ha habido engaño porque, según Sánchez, «la verdad es la realidad».
Estamos reproduciendo el famoso chascarrillo de Juan Valera sobre el labriego que fue a pedirle prestado el burro a su vecino. El dueño le contestó: «¡Qué maldita casualidad! Esta mañana se fue mi chico a Córdoba, caballero en el burro. Si no fuera por esto, podría usted contar con el burro como si fuese suyo propio». En ese momento, el burro, que estaba en la caballeriza, rebuznó. Y el que lo pedía prestado se quejó: «No creía yo que fuese usted tan cicatero que para no hacerme este pequeño servicio se valiese de un engaño». Pero el propietario se enfadó aún más: «Quien aquí debe enojarse soy yo porque usted me quita el crédito y se lo da al burro». Moraleja: el amo nos riñe por reprocharle lo que vemos y oímos. Porque lo suyo es ciencia y lo nuestro ideología. Pero el ardid ya está quemado porque el burro rebuzna todos los días desde la cuadra y, qué hermosa metáfora, hasta la palabra de un burro vale más que la suya.