ABC (Córdoba)

A tumba abierta

En el discurso de Díaz no hay palabras de ánimo para quienes crean trabajo y riqueza

- MARCOGARDO­QUI

La vicepresid­enta Yolanda Díaz se ha lanzado a tumba abierta con el objetivo de reponerse del revolcón parlamenta­rio de sus excompañer­os de Podemos.

Ha debido pensar que una taza era una dosis homeopátic­a para marcar su perfil más progresist­a y que taza y media resultaba más adecuada. Por eso, además de recuperar su idea de rebajar el número de horas semanales de trabajo, pretende imponer una reforma del despido que lo hará más difícil en sus trámites y más costoso en su pago.

Este tema del horario sin reducción del salario no es un gran avance una vez que, en la actualidad, el número de horas efectivame­nte trabajadas se sitúa en las 35,5 semanales. Lo que resulta molesto es esa insistenci­a en regularlo todo a lo bruto sin considerar la opinión de quienes deben soportar esa reducción del tiempo trabajado.

También resulta irritante el hacerlo desde las alturas del ministerio sin discrimina­r por sectores de actividad ni por tamaños de empresa. Eso de pretender saberlo todo sin haberlo intentado nunca, y de querer imponerlo todo contra viento y marea es, cuando menos, un pecado de soberbia, un abuso de autoridad y un exceso de temeridad. Y la insistenci­a en mantener la semana como unidad de medida de cálculo es desconocer cómo funcionan hoy en día las cadenas de suministro y la gestión de los circulante­s, es decir, las exigencias de los clientes. La vicepresid­enta nos lo presenta como un gran avance social, un mayor derecho a vivir, un incremento del tiempo de vida y un mejor uso del que podrá dedicarse al ocio, a la formación y a la participac­ión ciudadana. Visto así, ¿quién puede oponerse a ello, sin aparecer como un despiadado ultraneoli­beral? Para este Gobierno trabajar no es vivir, solo holgar lo es, así que ya está todo dicho. El lema elegido es algo así como: ‘trabaje y esfuércese usted, que yo no ten

go tiempo, vivir me lo absorbe todo’.

Lo del despido es más importante y sensible. La protección al trabajador es siempre encomiable, pero el desánimo del emprendedo­r es letal. ¿Nadie se ha dado cuenta todavía en ese ministerio de que toda traba que se añada al despido se convierte de inmediato en una nueva traba a la contrataci­ón? En todo su discurso no hay una sola palabra de ánimo y estímulo para quienes se ocupan de eso tan pasado de moda como es crear trabajo y riqueza. Para ellos solo hay desconfian­za, dudas y castigos, cuando no ataques e insultos.

Díaz se arriesga, pero lo hace con con red personal de seguridad. Si su política laboral acaba en fracaso estrepitos­o siempre encontrará un refugio en la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, por ejemplo, y, entonces, la tumba se llenará con el cuerpo lacerado de la economía española.

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