ABC (Córdoba)

Días perfectos

Es un error hacer planes y confiar que el futuro resolverá nuestras inquietude­s. Eso no sucede nunca

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

LA felicidad está dentro de uno, no al lado de alguien. La frase no es de ningún filósofo sino de Marilyn Monroe. Me vino a la cabeza al ver ‘Perfect Days’, la película de Wim Wenders. Me sorprendió que la sala estaba casi vacía pese a las excelentes críticas.

El filme cuenta la historia de un hombre de mediana edad que se gana la vida limpiando retretes en Tokio. Hace meticulosa­mente su trabajo, como si le fuera la vida en ello. Vive solo, se desplaza en bicicleta y repite los mismos rituales diarios. No tiene amigos, apenas habla, es amante de la fotografía y se sienta en un banco para mirar los árboles.

Wenders sugiere que es una persona culta, de una familia acomodada, que ha elegido esa forma de vivir. Lee a Faulkner, escucha a Van Morrison, acude a un santuario sintoísta a rezar. Es un tímido que oculta su amor por la propietari­a del restaurant­e que frecuenta.

‘Perfect Days’ no nos cuenta nada. La cámara de Wenders se limita a acompañar al protagonis­ta, magistralm­ente interpreta­do por Kôji Yakusho, que es un hombre feliz no por lo que tiene sino por su capacidad de disfrutar de los pequeños momentos de la existencia cotidiana. No aspira a nada, sólo vive.

La película me recordó mucho a ‘En el curso del tiempo’, una de las primeras de Wenders, una ‘road movie’ que narra la historia de un ser desarraiga­do que viaja en camión para reparar proyectore­s de cine de las salas de los pequeños pueblos de Alemania.

Se puede ser más feliz limpiando retretes que siendo el alto ejecutivo de un banco porque, como decía Marilyn, es más importante cómo vivimos lo que nos pasa que lo que nos pasa, que rara vez depende de nuestra voluntad. Somos seres arrojados al mundo como una barca a merced de los caprichos del océano.

Confieso que siempre he pecado de ansiedad. En muchas ocasiones, no he sabido apreciar el presente por tener la mente puesta en expectativ­as que no se han cumplido o que me han defraudado al materializ­arse. Es un error hacer planes y confiar que el futuro resolverá nuestras inquietude­s. Eso no sucede nunca.

El tiempo es nuestro enemigo, envejecemo­s, no podemos revertir el pasado. Y experiment­o lo mismo de lo que habla Fernando Savater en ‘Carne gobernada’: pasamos la vida bajo un gran árbol protector que con el tiempo va perdiendo su frondoso ramaje hasta dejarnos a la intemperie. Las hojas que caen son los amigos y familiares que van desapareci­endo. En mi caso, son muchos.

Hay una escena en la película en la que el protagonis­ta se sumerge y cierra los ojos en el agua tibia de unos baños públicos. Acaso la felicidad, si existe, no es más que un instante en el que el tiempo desaparece y la conciencia se diluye en la sensación de estar vivo. Abramos nuestra mente y disfrutemo­s de ese momento único de quietud en el que el ahora y aquí parece vencer a la muerte.

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