«Italia se divide»: Meloni aumenta el poder regional
Críticas de la oposición por el proyecto de ley de «autonomía diferenciada», una exigencia de la Liga que la primera ministra respalda a cambio de sacar adelante el ‘premierato’
Una gran polémica y tensión ha surgido entre el Gobierno de Giorgia Meloni y la oposición tras la aprobación en el Senado del proyecto de ley de autonomía diferenciada de las regiones –una ‘bandera’ histórica de la Liga– con 110 votos a favor, 64 contrarios y tres abstenciones.
Para la izquierda, el proyecto de ley supone el fin de Italia tal como se la había conocido, porque, en opinión de sus líderes, el país quedará dividido. Para la Liga, en cambio, se trató de un día histórico. Tras la votación, se vivieron momentos de tensión en el Senado casi surrealistas, con reacciones de tono elevado, porque Italia está ya en campaña electoral para las europeas del 9 de junio. Los senadores de izquierda –Partido Democrático y Movimiento 5 Estrellas–, puestos en pie y con carteles de la bandera italiana, cantaron el himno nacional o de Mameli, cuyo primer verso es ‘Hermanos de Italia’. «Estáis dividiendo Italia», gritaron algunos senadores, señalando con el dedo a los escaños de la mayoría gubernamental. Los senadores de Hermanos de Italia, el partido de Meloni, sorprendidos ante el canto del himno nacional, también se pusieron de pie y comenzaron a entonar un canto de la unificación de Italia.
«Trueque horrendo»
Con este proyecto, que será aprobado en la Cámara de Diputados entre febrero y marzo, el vicepresidente Matteo Salvini se jugaba su futuro político como líder de la Liga Norte. Definió el resultado de la votación como «el primer paso importante hacia un país más moderno y eficiente». Por su parte, la líder del Partido Democrático (PD), Elly Schlein, respondió al líder de la Liga Norte, hablando de un «trueque horrendo que reaviva el sueño secesionista de la Liga: estamos dispuestos a detenerlo por cualquier medio». Incluido, aunque no lo citó, un referéndum para derogar la futura ley.
Para poner en práctica la autonomía se deberá recorrer antes un largo camino, al menos hasta 2026, si es que finalmente llega a completarse en las veinte regiones italianas. Recibe el nombre de «autonomía diferenciada» porque solo las regiones que se lo soliciten al Estado podrán tener autonomía de gestión en hasta un máximo de 23 materias, desde la sanidad hasta la educación, el deporte, medioambiente, la energía, el transporte, la cultura y el comercio exterior, entre otras.
A muchos ha sorprendido que Meloni, líder de un partido centralista y patriótico por antonomasia como Hermanos de Italia, que en su discurso tiene como palabras fundamentales la «nación» y la «patria», haya «vendido la unidad de Italia», según acusación de la izquierda, en el altar de su alianza con la Liga Norte. La oposición denuncia que la primera ministra ha hecho una permuta con Salvini: Hermanos
de Italia ha aprobado el proyecto de autonomía a cambio de que la Liga apoye el ‘premierato’, la reforma que quiere hacer Meloni para reforzar el papel del primer ministro, que sería elegido mediante el voto en las urnas.
Ahora está por ver hasta dónde llegan ambas reformas. Desde luego, en ningún caso se llegará a la secesión de alguna región, porque no está permitido en la Constitución, aunque ese puede ser el sueño de algunos, como el de la senadora liguista Marta Bizzoto, que ondeó en el Senado la bandera con el león de San Marcos, enseña de la Liga Veneta, alma secesionista de la primera Liga Norte fundada por Umberto Bossi en 1989.
Contra la idea de que la autonomía regional dividirá a Italia entre veinte pequeños Estados sin ninguna relevancia, cabe destacar que, en principio, hay varias cláusulas que lo impiden. El otorgamiento de una o más «formas de autonomía» está subordinado a la determinación de los LEP (niveles esenciales de prestación), es decir, los criterios que determinan el nivel mínimo de servicio que debe garantizarse uniformemente en todo el territorio nacional.
Fijados por expertos
La propia Constitución italiana establece que el Estado tiene legislación exclusiva para la «determinación de los niveles esenciales de prestaciones en materia de derechos civiles y sociales que deben garantizarse en todo el territorio nacional». Por derechos civiles y sociales hay que entender cosas muy concretas, como las siguientes: la educación, la sanidad, el medioambiente, los servicios sociales y el transporte local.
Para que no haya dudas, los temas en los que son necesarios los LEP (niveles esenciales de prestación) fueron definidos por un comité de 61 expertos, presidido por un eminente jurista, Sabino Cassese, exmagistrado del Tribunal Constitucional. La ley de autonomía diferenciada contará también con una cláusula de salvaguardia: «El Gobierno podrá reemplazar a las regiones cuando se compruebe que las entidades afectadas infringen los tratados internacionales, la legislación comunitaria o existe un peligro grave contra la seguridad pública».
En definitiva, mientras en la izquierda predomina la tesis de que la ley de autonomía «dividirá a Italia» y que transferirá recursos de las zonas más desfavorecidas a las más ricas, en la derecha se rechazan esos argumentos.
Entre los expertos, prevalecen las dudas. Desde luego, los riesgos existen. Italia ya es hoy un país dividido: la diferencia de eficiencia y riqueza de las distintas regiones es evidente, con ventaja clara del norte frente al sur. Actualmente, el Estado gasta 17.000 euros al año por un ciudadano del norte y 13.000 por uno del sur. El país, por tanto, funciona a dos velocidades. Hasta ahora, ningún gobierno ha logrado, a pesar de sus promesas, resolver el atraso meridional. Está por ver si la nueva ley podrá resolver las diferencias de eficiencia y competencia entre las regiones.
Meloni tiene como gran proyecto reforzar el poder del primer ministro, que desea que sea elegido en las urnas directamente
Italia funciona a dos velocidades: el Estado gasta al año 17.000 euros por un ciudadano del norte y 13.000 por uno del sur