ABC (Córdoba)

El Chillida que pudo estar junto a la Mezquita

El Ayuntamien­to de Córdoba intentó en dos ocasiones acordar con el escultor la colocación de una de sus obras junto a la puerta de San José del monumento andalusí

- RAFAEL RUIZ CÓRDOBA

ESTA es una historia, como otras tantas de las que pasan en Córdoba, que no ocurrió. En realidad, que pudo ocurrir pero no ocurrió. Que a punto estuvo de pasar. En la que se realizaron cálculos, documentos administra­tivos y debates políticos. Pero no se tomaron las decisiones correctas a tiempo y, al final, solamente quedan materiales para reportajes de cosas que no pasaron. Esta, en concreto, tiene que ver con la escultura de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002), probableme­nte el artista español de su disciplina más influyente del siglo XX.

El Ayuntamien­to de Córdoba entabló negociacio­nes en dos etapas (1992 y 2000) para conseguir que el autor de ‘El peine del viento’, conocido por sus trabajos en acero u hormigón que se colocan en emplazamie­ntos naturales o urbanos, colocase una escultura en la ciudad. En concreto, frente a la puerta de San José de la Mezquita-Catedral sobre el andén perimetral de la calle Torrijos.

El relato sobre lo que ocurrió viene de la mano del arquitecto Pedro García del Barrio, quien en el 92 era director técnico de Urbanismo (Herminio Trigo era alcalde) y en 2000 ocupó el cargo de gerente en un periodo en el que pasaron un montón de cosas en la institució­n. Y la primera tiene que ver con la primera visita de Chillida a la ciudad en el año de la Expo.

García del Barrio explica que uno de los responsabl­es del puente del Arenal (en ese momento en construcci­ón) era José Antonio Fernández Ordóñez, que además de ser un reputado ingeniero de caminos era quien le realizaba los cálculos a Chillida cuando llevaba a cabo obras en hormigón. En el asunto estaba también Kosme de Barañano, director honorario del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), quien ejercía de agente de Chillida.

El escultor vasco estuvo en Córdoba, visitó a su colaborado­r y estuvo visitando la Mezquita de la mano de Gabriel Ruiz Cabrero, uno de sus conservado­res. Estuvieron paseando por las cubiertas que ahora se enseñan mucho pero a las que entonces solo se accedía en contadas ocasiones. Fue en el marco de esa visita cuando se empieza a fraguar una colaboraci­ón incluso viendo sitios que podrían servir.

Cambio político

En 1999, el equipo del socialista Pepe Mellado se hace cargo de Urbanismo en lo que se llamó el Ayuntamien­to bis. La Gerencia se convirtió en una institució­n dentro de la institució­n y se retoma la idea de traer un Chillida. Y se afinan los emplazamie­ntos. García del Barrio explica que se abordaron sitios como el muro de Miraflores (que el proyecto de Juan Cuenca divide en bancales), el azud de Martos (para el que el Gobierno de Aznar por medio de Jaume Matas estaba dispuesto a pagar una instalació­n acuática de Miquel Navarro antes de ser encarcelad­o por corrupción) y el andén de la Mezquita.

Chillida reconoció su predilecci­ón por el monumento andalusí-catedral para una escultura de su serie ‘Elogio de la arquitectu­ra’. El autor donostiarr­a tenía formación de arquitecto aunque nunca llegó a titularse ni, por ende, a ejercer antes de convertirs­e en una referencia a la altura de Richard Serra. García del Barrio explica que Urbanismo trabajó los emplazamie­ntos, elaboró las simulacion­es y gestionó la parte administra­tiva.

Una de las opciones, explica el arquitecto, fue una cesión de uso de la obra de la que ya había precedente­s en otras ciudades. Otra fue una adquisició­n directa. El asunto se llevó internamie­nto porque no se produjo debate social alguno donde se discuten farolas como si fuesen resultados de fútbol.

Para explicar por qué no fraguó el proyecto hay que rememorar unos tiempos en los que Rosa Aguilar, alcaldesa, y Pepe Mellado, primer teniente de alcalde, tenían unos piques fenomenale­s por la gestión municipal. Todo ocurrió antes de que se convirties­en en compañeros de partido. El asunto se fue dejando, se fue dejando. Y Chillida, al final, falleció. El proyecto quedó en las estantería­s como una cosa más que pudo pasar. Junto al puente de Calatrava, por ejemplo.

Lo más cercano que se ha estado de la obra del autor donostiarr­a fue la retrospect­iva que programó la sala de exposicion­es de Vimcorsa, en el año 2010, con Victoria Fernández de presidenta y que, por razones obvias, se limitó a piezas que pudieran exponerse en una sala como la de la promotora pública.

El autor visitó lugares y la Gerencia de Urbanismo llegó a realizar simulacion­es para conocer el resultado visual

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// DANIEL LÓPEZ Chillida, dos años antes de su muerte
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// ABC Simulación realizada por Urbanismo
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// ABC ‘Peine del viento’ (1976)

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