ABC (Córdoba)

El Mallorca ‘se disfraza de Girona’

▶ Los baleares barren en 35 minutos a los de Míchel y luego sufren con un jugador menos

- RUBÉN CAÑIZARES

Cuando un equipo de fútbol juega sin nada que perder y te viene a ver Rafa Nadal, pueden pasar cosas extraordin­arias. Por ejemplo, que bailes al conjunto más en forma de Europa, que pelea mano a mano la Liga contra el Madrid y llevaba cuatro meses sin perder, le metas tres goles en 35 minutos y te clasifique­s por quinta vez en tu historia para unas semifinale­s de Copa.

Todo eso logró el Mallorca en una noche mágica en la que se olvidó de la angustia de pelear por la permanenci­a y se dio un homenaje, con un equipo repleto de suplentes, como hacía tiempo que no se recordaba en la isla.

El Mallorca fue el Girona y el Girona el Mallorca. Al menos en la primera mitad. Quien diga que se había imaginado un partido así, miente. Nadie pensó en un cambio de roles de esta envergadur­a. El equipo balear salió a morder arriba, puso la línea defensiva más cerca de la línea central que de su área propia y los carrileros eran dos atacantes más. Como premio, eliminator­ia sentenciad­a en poco más de media hora y a semifinale­s quince años después.

En el minuto 3, Prats comprobó que Juan Carlos llevaba guantes. En el 7, Larin imitó a su compañero. Perdonó un mano a mano. Disparo centrado y a media altura. En el 9, Antonio Sánchez remató un centro de Costa. Míchel, manos en los bolsillos, miraba con cara compungida cómo soplaba el viento de la Tramontana. Y no había comenzado lo peor.

En catorce minutos, el Mallorca liquidó el sueño catalán de acceder por primera vez en su historia a las semifinale­s. En el 21, una arrancada de Dani Rodríguez desde campo propio, más veloz que Aleix García, la acabó Larin enviando el balón a la red. Inteligent­e el mediocentr­o del Mallorca, conduciend­o hasta llegar al área rival, asistiendo antes de que el canadiense cayera en fuera de juego y esquivando la persecució­n de Antal sobre el ariete bermellón. Tiempos ejecutados a la perfección.

En el 28, Abdón Prats pilló un balón suelto en la frontal del área y desde 25 metros soltó un latigazo con la izquierda. Curva de dentro hacia fuera, imparable para Juan Carlos. Gol de vieja escuela, como su look ochentero de bigote y patillas anchas.

El icónico delantero local volvió a celebrar siete minutos después, en el 35. Penalti por mano de Antal que necesitó la ayuda del VAR. El central del Girona interceptó un disparo de Larin en el típico giro de un defensa a chut de delantero. Infracción de los nuevos tiempos. Nada que reclamar. Prats lo puso a la izquierda de Juan Carlos. Su sexto gol en Copa. 3-0.

Míchel puso a Couto y Dobyk nada más salir del rapapolvo del descanso, pero quién le echó pimienta al partido fue Raíllo. En el 68, el central del Mallorca placó a Stuani en un centro que ni siquiera iba a su zona de acción. Estúpida falta que le costó un penalti y amarilla, e innecesari­os aspaviento­s y protestas. Munuera Montero las castigó con una segunda cartulina. Ciao.

3-1, 22 minutos por delante más el descuento y un futbolista menos. Hattrick de cagadas de Raíllo. El Girona se encontró de repente con una opción de remontada que hasta entonces no se había creído en ningún momento. Hasta el tanto de Stuani desde los once metros, atacaba sin fe, ponía centros con desgana y no mordía en los duelos.

Desde entonces sí lo hizo, pero sin puntería, hasta el 3-2 de Savinho en el 95. Ya era tarde. El Mallorca supo sufrir, y ser ordenado y solidario. La recompensa lo merecía.

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