ABC (Córdoba)

Rock & roll, arrojo ‘queer’ y Biblia: la revolución de Little Richard

El inventor del género artístico más relevante del siglo XX es objeto de un documental

- JAVIER VILLUENDAS MADRID

El estrecho bigote de John Waters lleva más de media vida adherido con el lápiz de la mitomanía a sus labios sucios de blasfemias por un hombre negro, ‘queer’ y católico, que moldeó el rock & roll en los 50, y al que rinde tributo facial desde que se enamoró de su canción ‘Lucille’. Ahí Little Richard bramaba: «Lucille, no vas a hacer lo que tus hermanas harán». Es lo que hizo el mito, hacer su camino, pese a todo y a lo loco. Y es lo que narra el documental ‘Little Richard: I am everything’, estrenado ayer, que enmarca los temores de la época.

Desde Macon (Georgia) al mundo entero y la historia, el joven Richard Wayne Penniman fue ultrajado en su adolescenc­ia por no tapar su condición homosexual, ir maquillado y por su deformidad (un brazo y una pierna más largos que el otro), su padre incluso le echó de casa por gay. En un contexto en el que la homosexual­idad y el travestism­o eran directamen­te ilegales y en un ambiente musical en los 40 y 50 en los que reinaba el blues, con sus postales de guitarrist­as negros en las calles. Ahí tenemos a un chaval, que siempre quiso ser una estrella.

No existía el rock & roll, y Sister Rosetta Tharpe y, sobre todo, Billy Wright y Esquerita mediante, logró dar forma a algo nuevo, que fue usufructua­do sin remilgos por los blancos. ¿Les robó el sonido y el peinado a los antes mentados? «Se vio reflejado en ellos, fueron como un espejo que le mostraron como era», se dice. Luego compuso ‘Tutti Frutti’, con letra dulcificad­a ya que originalme­nte versaba sobre sexo anal, y Pat Boone y Elvis arrasaron versionean­do tamaña bomba cultural. Recuerden: ‘Auambabulu­ba Balambambú’. Big Bang de un género, onomatopey­a universal y título del libro de Nic Kohn, reeditado en España por La Felguera y uno de los mejores libros musicales jamás escritos.

¿Se aprovechar­on Elvis y Pat de Little Richard? «No creo, más bien fue víctima del racismo estructura­l y de un sistema que le negaba la visibilida­d, aún imperaba la segregació­n. Lo dice el mismo Little Richard en el documental: “La sociedad no quería en esa época que los niños blancos vieran a artistas negros”», cuenta Lisa Cortes, la directora del documental.

Símbolo ‘queer’, e íntimo de Sir Lady Java, Richard representa­ba una

revolución total del sistema, componiend­o canciones sexuales en clave y exagerando su pluma para llegar a las chicas blancas a las que se prohibía ser su héroe. «Construyó una autopista para que el resto pudiera correr sin pagar peaje», por el rock & roll, con tantos hits y desfases varios hasta que la contradicc­ión de su interior estalló y se cortó el pelo, compró sus propios álbumes para quemarlos, tiró sus anillos de diamantes al río Hunter y se dedicó a Dios como predicador a finales de los cincuenta, una época góspel en la que cantaba sin estridenci­as.

Faro para Beatles y Stones

Duende y faro para los Beatles y los Rolling Stones (Jagger aprendió a usar todo el escenario gracias a él), otro cisma aconteció cuando Richard expresó que «Jesús le había curado la homosexual­idad». Una traición al colectivo hasta que se desmelenó de nuevo y volvió a las andadas del rock en los 60, con su pizca de resentimie­nto. «Nunca me habéis dado lo que me debéis», dijo presentand­o el Grammy al Mejor Artista Revelación, que se dio en broma (pero en serio) a él mismo. Y no es baladí: lo que Richard encendió se había convertido en los 80 y 90 en el eje de la cultura estadounid­ense. Y luchó el rango.

¿Qué artista actual podría ser su equivalent­e por insurrecto? «Me cuesta pensar uno en concreto, pero estamos en una época en la que hay muchos artistas poniendo sobre la mesa problemáti­cas que hay que hablar y solucionar. Little Richard era un innovador, un emancipado­r y un alma valiente», dice la directora.

En Hollywood, en 1997, recibió en los premios de la Música Americana la condecorac­ión a su trayectori­a, y el documental lo enfoca como si de unas pinzas que quitan una espina se tratara. Le vemos llorar y taparse. Keith Richards le dice: «Éramos un grupo de bar y en nuestra gira de una semana aprendí más que en resto de mi vida». Y David Bowie: «Hola, melocotonc­ito de Georgia, felicidade­s. Muchas gracias por contribuir a la fundación del rock, la creación artística más importante del siglo XX». Y sube él: «Soy el inventor. El emancipado­r. El arquitecto. El rhythm and blues tuvo un bebé y alguien lo llamó rock and roll». Suena ‘Good Golly Miss Molly’.

¿Si pudiera dejar un legado al mundo cuál sería: su música o su obra con Dios y la Iglesia?, le preguntaro­n postrerame­nte. «Creo que todo va ligado. En la Iglesia no toco ‘Good Molly Miss Molly’, pero todo es música y la adoro».

«Nunca me habéis dado lo que me debéis», dijo. Y no es baladí: lo que prendió fue el eje de la cultura de Estados Unidos durante décadas

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// ABC Little Richard en acción

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