ABC (Córdoba)

Nadiuska y otras: de la fama al olvido

El derrotado, o la derrotada, quedan bien, o muy bien, de coro novelesco, o de foto de retrato lírico, pero luego resulta que no ven de dónde pescar un pan de pensión y del hospedaje se ocupa la caridad, si hay suerte

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Nadiuska es inolvidabl­e, aunque ahora vaya olvidada, incluso olvidada de sí misma, en algún centro de cuidados clínicos para quienes dimitieron de la vida. Nadiuska hizo mucho camping de manicomios, hasta que le dieron salvación de monjas, a las afueras de Madrid, donde aún se pinta a veces los labios para nadie. Viene hasta aquí Nadiuska porque está siendo novedad Mónica Cervera, actriz, que ahora viene en la Marbella otra, en la Marbella de los desamparad­os. No quiere saber de la tele, de la fama, del mundo. Esta dimisión del vivir, entre la orfandad y la ruina, es asunto antiguo.

Eloísa Bercero, por ejemplo, hija fastuosa del fundador de los chocolates Elgorriaga, se confesó en la ruina, hace años, y esa alarma nos trajo a la Eloísa de hace unas décadas, cuando Eloísa era un monumento de la alta costura, y Giorgio Armani la tuteaba con amor de reverencia. Eloísa Bercero fue una musa de sí misma, una maniquí de pagarse los trajes incalculab­les, una coleccioni­sta del ropero de firma internacio­nal de los años del auge de la alta costura, que fueron los desabrocha­dos ochenta. Vivió de ser un museo, hasta que el museo se acabó.

En aquellos mismos años ochenta, triunfaba en la tele Sonia Martínez, una chavala de alegrías que pronto pilló los despeñader­os de la droga, y así hoy la vemos en la hemeroteca de la popularida­d como una ninfa del programa ‘Sabadabada’, que luego se dedicó a los pálidos oficios del vagabundeo salvaje.

Nadiuska, Eloísa, Sonia, Mónica. He aquí cuatro ejemplos diversos de la biografía de la fama, cuando la fama se tuerce, y no incluye agenda de champán, sino calendario­s de veneno, o de nada. El derrotado, o la derrotada, quedan bien, o muy bien, de coro novelesco, o de foto de retrato lírico, pero luego resulta que hay derrotados de la fama, que no ven de dónde pescar un pan de pensión, y del hospedaje se ocupa la caridad, si hay suerte, previo paso por el desvarío del sonambulis­mo sin horas de las calles de Madrid, que es la capital de los famosos sin techo.

A la incalculab­le Terele Pávez le hicieron un día una fotos de vagabunda, y cundió el relato de que dormía entre cartonajes, con su ración de estrellas, eso sí. Terele negó la escena, negó el momento, pero Terele nunca ignoró que el pánico vive vecino de la lentejuela. Javier Mariscal, al que convidaban a portadas, peleó en algún momento un titular para declararse pobre. Josele Román se vio un día sin más patrimonio que sus gatos. Sorprenden todavía estas cosas, porque estamos más acostumbra­dos al olvido que a la verdad. Frecuenté a Amparo Muñoz, cuando era una resurrecci­ón, y la nevera se la asistían unos pocos amigos de la prensa, o las variedades. Quería que alguien escribiera lo suyo, pero en rigor lo que quería era encontrar en el trabajo su droga. No hubo manera. Amparo fue la más bella del universo, titulación incluida, pero arrastró la biografía torcida.

Sonia Martínez hasta se dio a las artes de la limosna. Tina, una de las dos gitanas emocionant­es de Las Grecas, se pasó pronto al flamenco del peligro, y cumplió una existencia de fantasma de la nocturna ciudad desvelada. Nadiuska pronunciab­a mal el castellano, lo que le añadía calentura a la dicción, y tenía una boca carnívora que lo decía todo sin decir nada. Hoy es una señora que está sin estar, y ni recuerda que fue la vampira principal del destape. Tina escapaba de sanatorios para vagar en Madrid las lejanías que llevaba por dentro.

Eloísa Bercero, Mónica Cervera, Sonia Martínez... Esta dimisión del vivir, entre la orfandad y la ruina, es asunto antiguo

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// ABC Nadiuska, en la década de los 80

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