ABC (Córdoba)

La catástrofe de la desamortiz­ación

Sólo en Córdoba desapareci­eron más de veinte conventos, algunos con 600 años de historia

- JUAN JOSÉ PRIMO JURADO

Diálogos Córdoba ha organizado en la Fundación Cajasol una conferenci­a donde Remedios Morán, catedrátic­a de Historia del Derecho de la UNED, habló deforma brillante sobre la desamortiz­ación. Me alegré de asistir y coincidir con ella sobre lo mal que se gestionó ese proceso en el XIX y las pésimas consecuenc­ias que tuvo, como escribí en un artículo en ABC hace seis años. Tal como están las cosas en la España actual, con errores propios de políticas radicales, siempre está bien aprender de la historia.

El 17 de julio de 1834, 73 frailes de conventos de Madrid fueron asesinados en un motín anticleric­al que acusaba falsamente a los monjes de envenenar las aguas. Fue algo insólito en un país que había sido el campeón del catolicism­o. Pero las cosas estaban cambiando. En la primera guerra carlista (1833-1840) el clero sencillo había apostado por los carlistas y los ultras liberales en el Gobierno y las sociedades secretas encontraro­n una solución a sus problemas, señalando un enemigo al pueblo y, poco después, expropiand­o los bienes eclesiásti­cos para saldar la deuda pública.

Como apuntó Remedios Morán, el liberar los bienes de «manos muertas» (nobleza, ayuntamien­tos y órdenes religiosas) se inició ya en el XVIII, pero ordenada y consensuad­amente. Sin embargo, en 1835 Mendizábal y en 1855 Madoz, decidieron «acelerar» el proceso. Suprimiero­n todos los conventos para distribuir mejor la riqueza, obtener dinero con la venta de bienes y ganar adeptos entre los compradore­s. Sólo en Córdoba capital desapareci­eron más de veinte, algunos con 600 años de historia. Sin más rastro que su nombre en el callejero San Francisco en la Arruzafa, Santos Mártires en la Ribera, Nuestra Señora de la Victoria, San Lázaro, San Martín, Espíritu Santo, Jesús y María, Santa María de las Dueñas, Concepción, Encarnació­n Agustina y Santa Inés. De Santa Clara y Regina queda el edificio vacío y sin uso. Con usos particular­es perviven San Jerónimo de Valparaíso, el Oratorio de San Felipe Neri y Santa María de las Nieves, hoy Real Círculo de la Amistad. En seis casos se salvó el templo y prosigue el culto: San Pedro el Real, actual parroquia de San Francisco, la Merced, la Trinidad, San Pedro Alcántara, San Basilio y San Roque.

Consecuenc­ias: se perdió un vasto patrimonio, pinturas, retablos, esculturas, muebles y libros, que fueron en muchos casos a particular­es o al extranjero; sólo compraron inmuebles y cortijos la alta burguesía, que pasaron a ser los nuevos y más duros arrendador­es; y las gentes humildes que gozaban de educación, sanidad y mantenimie­nto al amparo de conventos, sostenidos por sus propiedade­s, quedaron sin protección, sin que el Estado aún pudiera hacerse cargo. Los ricos fueron más ricos y los pobres más pobres y resultó un factor más de enfrentami­ento entre españoles en aquel siglo XIX, estéril para España.

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