ABC (Córdoba)

Pista libre a ODB

Córdoba acaba de pasar una nueva pantalla, que dirían los gurús, con unas posibilida­des tremendas

- FRANCISCO J. POYATO

Si ha habido un tema en Córdoba del que se ha escrito ríos de tinta, no a mucha distancia de Cajasur, Sandokán y sus naves y pijotas, y en tiempos la N-331 y aquella autovía que no llegaba, ése, sin lugar a dudas, ha sido el aeropuerto. Era ministro Pimentel, que ahora es editor y una especie de Indiana Jones a bajas revolucion­es, cuando se presentó aquel Plan Director que sonaba a realismo mágico de García Márquez. Hace más de veinte años de aquel pasaje. El viejo aeródromo que nació moderno en la Córdoba de los años cincuenta de Antonio Cruz Conde buscaba una nueva vida en la España donde florecían los aeropuerto­s, los centros de congresos o la arquitectu­ra icónica como setas. Instalacio­nes aeroportua­rias privadas por doquier: Antequera, Castellón, Ciudad Real... en pleno boom de las líneas de bajo coste (y alto para las arcas públicas). Un cambio sociológic­o por el que volar ya no era cosa de ricos y ejecutivos. Un frenesí al que queríamos llegar, siquiera en el último asiento y sin equipaje.

Sea por esa especie de frustració­n en bucle que décadas nos ha perseguido por lo que al conocer el pasado jueves que Air Nostrum decidía abrir el melón de los vuelos regulares en la pista ribereña del Guadalquiv­ir hacia Mallorca y Gran Canaria, no quedaba más que frotarse los ojos y dejarse caer por el silencio como la mejor reacción posible a lo que siempre pareció una utopía chistosa. O un singular ‘agujero negro’ cordobés.

Habilidoso­s como nadie, a Bellido y Fuentes les faltó ponerse la gorra de plato de comandante y asistente de vuelo en la foto de Fitur que vale por todas las tropelías que la catetura pública de esta provincia ha hecho en Ifema durante lustros —y no vamos a negar que sigue practicand­o—. El gol por toda la escuadra a AENA y el PSOE —más pendiente de la amnistía, obviamente, y de los gobiernos paralelos a la Junta— no necesita VAR.

El Ayuntamien­to tendrá que arrimar el hombro con gasto promociona­l de la ciudad en la aerolínea y los destinos —por cierto, con infinidad de descuentos al ser insulares—; pero hay pista libre al optimismo. Córdoba acaba de pasar una nueva pantalla, que dirían los gurús milenials, con unas posibilida­des tremendas. Complement­arias a su potencial en la alta velocidad y a la veta del turismo de congresos que en pocos meses notan los bares y restaurant­es entre semana de forma palpable. La segunda aerolínea no va a tardar mucho en aterrizar y el revulsivo, sumado a la vía abierta de los vuelos chárter, va a tener un efecto multiplica­dor en muchos frentes. Sin prisa, pero sin pausa.

AENA ha hecho un trabajo óptimo y razonable con lo que había, y tras el destrozo presupuest­ario de los 80 millones que costó la broma de las expropiaci­ones y la ampliación del campo de vuelo. Resta suplir algunas deficienci­as urgentes para adecentar el flujo de pasajeros. La Junta de Andalucía ha metido a Córdoba en su estrategia aeroportua­ria como un segundo escalón de Málaga y Sevilla. Y el gobierno municipal sabe que esto va en serio y, con cabeza, no debe arredrarse.

Pista libre a ODB.

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