Pista libre a ODB
Córdoba acaba de pasar una nueva pantalla, que dirían los gurús, con unas posibilidades tremendas
Si ha habido un tema en Córdoba del que se ha escrito ríos de tinta, no a mucha distancia de Cajasur, Sandokán y sus naves y pijotas, y en tiempos la N-331 y aquella autovía que no llegaba, ése, sin lugar a dudas, ha sido el aeropuerto. Era ministro Pimentel, que ahora es editor y una especie de Indiana Jones a bajas revoluciones, cuando se presentó aquel Plan Director que sonaba a realismo mágico de García Márquez. Hace más de veinte años de aquel pasaje. El viejo aeródromo que nació moderno en la Córdoba de los años cincuenta de Antonio Cruz Conde buscaba una nueva vida en la España donde florecían los aeropuertos, los centros de congresos o la arquitectura icónica como setas. Instalaciones aeroportuarias privadas por doquier: Antequera, Castellón, Ciudad Real... en pleno boom de las líneas de bajo coste (y alto para las arcas públicas). Un cambio sociológico por el que volar ya no era cosa de ricos y ejecutivos. Un frenesí al que queríamos llegar, siquiera en el último asiento y sin equipaje.
Sea por esa especie de frustración en bucle que décadas nos ha perseguido por lo que al conocer el pasado jueves que Air Nostrum decidía abrir el melón de los vuelos regulares en la pista ribereña del Guadalquivir hacia Mallorca y Gran Canaria, no quedaba más que frotarse los ojos y dejarse caer por el silencio como la mejor reacción posible a lo que siempre pareció una utopía chistosa. O un singular ‘agujero negro’ cordobés.
Habilidosos como nadie, a Bellido y Fuentes les faltó ponerse la gorra de plato de comandante y asistente de vuelo en la foto de Fitur que vale por todas las tropelías que la catetura pública de esta provincia ha hecho en Ifema durante lustros —y no vamos a negar que sigue practicando—. El gol por toda la escuadra a AENA y el PSOE —más pendiente de la amnistía, obviamente, y de los gobiernos paralelos a la Junta— no necesita VAR.
El Ayuntamiento tendrá que arrimar el hombro con gasto promocional de la ciudad en la aerolínea y los destinos —por cierto, con infinidad de descuentos al ser insulares—; pero hay pista libre al optimismo. Córdoba acaba de pasar una nueva pantalla, que dirían los gurús milenials, con unas posibilidades tremendas. Complementarias a su potencial en la alta velocidad y a la veta del turismo de congresos que en pocos meses notan los bares y restaurantes entre semana de forma palpable. La segunda aerolínea no va a tardar mucho en aterrizar y el revulsivo, sumado a la vía abierta de los vuelos chárter, va a tener un efecto multiplicador en muchos frentes. Sin prisa, pero sin pausa.
AENA ha hecho un trabajo óptimo y razonable con lo que había, y tras el destrozo presupuestario de los 80 millones que costó la broma de las expropiaciones y la ampliación del campo de vuelo. Resta suplir algunas deficiencias urgentes para adecentar el flujo de pasajeros. La Junta de Andalucía ha metido a Córdoba en su estrategia aeroportuaria como un segundo escalón de Málaga y Sevilla. Y el gobierno municipal sabe que esto va en serio y, con cabeza, no debe arredrarse.
Pista libre a ODB.