Abascal, reelegido presidente de Vox sin alternativa y con el reto de cerrar filas
El líder encara su nuevo mandato con los brazos abiertos a los territorios y el aval de Meloni y Milei
Santiago Abascal, 2028. La Asamblea General de Vox reeligió ayer en el cargo, sin votación ante la falta de candidaturas alternativas, a quien lleva siendo su presidente desde septiembre de 2014. Diez años después de la fundación del partido, y casi cinco después de que lograse convertirse en la tercera fuerza nacional, la formación derechista encara ahora un nuevo mandato de su líder con la ambición de cerrar filas y alejar definitivamente los fantasmas de crisis interna que la atemorizan desde hace dos veranos.
Las elecciones andaluzas, en las que Vox creció mínimamente pero se vio derrotado por sus altísimas expectativas, cuando esperaba competir de tú a tú al PP y al PSOE, fueron el primer síntoma de fatiga de un partido hipercentralizado y jerarquizado. La salida de Macarena Olona de la política, en julio de 2022, significó el primer adiós de quien era una de los principales rostros mediáticos de la formación. Los comicios del pasado mayo le dieron una tregua, con la irrupción en varios parlamentos autonómicos y la entrada en cuatro Gobiernos más, aparte del primerizo de Castilla y León –Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana, Extremadura y Región de Murcia–.
Pero después, el 23-J, las generales devolvieron a Abascal a la realidad, con la pérdida de más de medio millón de votos y un retroceso de diecinueve escaños en el Congreso. Iván Espinosa de los Monteros abandonó y estallaron las primeras voces críticas con una denuncia común: la corriente liberal estaba perdiendo peso frente a la más conservadora, encarnada por un Jorge Buxadé que acumulaba poder. Ahora, las elecciones gallegas y, sobre todo, las europeas señalarán cuál es la tendencia de la formación.
En este contexto, el partido celebró ayer su Asamblea General, que inicialmente estaba prevista para marzo, y proclamó a Abascal presidente de un Comité Ejecutivo Nacional (CEN) renovado para dar cabida a los territorios del partido y a perfiles emergentes, y para reequilibrar el peso interno. Fuentes de la nueva dirección reconocen que en mayo del 2023 se produce un punto de inflexión, que la formación cambia en ese momento y que eran necesarias modificaciones.
Ignacio Garriga es el principal beneficiado, convertido en vicepresidente único además de secretario general, en una dirección en la que pierden influencia Buxadé y Javier Ortega Smith que, como Reyes Romero, dejan el cargo de vicepresidente.
Ayer, a primera hora de la mañana, el acceso al hotel Marriott de Madrid se complicaba por la afluencia de coches y taxis. 2.200 afiliados llenaron el auditorio con banderas verdes de Vox y enseñas nacionales, prestos a celebrar la reelección de su líder. La presidenta del Comité Electoral de la formación –órgano que vela por la limpieza de los procesos internos–, Gema Herrero, proclamó a Abascal y enumeró los otros diecisiete integrantes que lo acompañarán en la cúpula. Los más vitoreados, en un simbólico aplauso, fueron precisamente Buxadé y Ortega Smith. El primero ha perdido protagonismo en silencio en los últimos meses. El segundo, tras criticar los pasos del partido y especularse con que podía rivalizar con Abascal, se mantiene en la dirección.
Los cuatro vicepresidentes
Después, con el CEN ya oficialmente constituido, y tras un receso, el auditorio volvió a acoger una marea verde de gente para escuchar a su líder. Introdujo el acto la diputada María Ruiz –que sigue en la ejecutiva– y tomaron después la palabra la portavoz en el Congreso, Pepa Millán, los vicepresidentes en Gobiernos autonómicos, Alejandro Nolasco, Vicente Barrera, José Ángel Antelo y Juan García-Gallardo –todos se incorporan al órgano–, y el secretario general, Ignacio Garriga.
Antes de pasar al plato principal, en un gesto de respaldo, enviaron un vídeo de felicitación la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente de Argentina, Javier Milei. Ambos son un espejo en el que mirarse para Vox, convertidos ahora mismo, con permiso del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, en sus mayores referentes internacionales.
Meloni animó a Abascal a «relanzar» Vox de cara a las europeas, donde su espacio aspira a ganar influencia, y Milei le emplazó a «seguir peleándola». «¡Viva la libertad, carajo!», clamó, en su ya clásico grito de guerra, y un entusiasmado público le correspondió con un unísono «¡viva!». Entonces Abascal enfiló el escenario, bajo una iluminación oscura que solo dejaba destellos de luces verdes, y se arrancó con un alegato contra la prensa.
La base del discurso de Abascal fue la negación de la existencia de una crisis interna y de distintas corrientes. Todo, dijo, «una gigantesca mentira» orquestada, según él, por los medios de comunicación. «El ruido ensordecedor contra Vox es proporcional al aliento que recibimos en la calle», aseguró antes de denunciar las «noticias falsarias» sobre el declive del partido.
Según el líder derechista, la prensa habría querido otro candidato «para terminar de hundir a Vox o para con
trolarlo». Su discurso victimista no dejó entrever ni un ápice de autocrítica. Se refirió también a los datos de afiliación del partido, garantizando que tiene más de 66.000 militantes, a pesar de que para el aval de candidaturas solo podían participar 32.690, que son los que están al corriente de pago y tienen nueve meses de antigüedad. Esa cifra, cuando Abascal fue reelegido hace cuatro años, era de 49.000. «No vamos a tirar la toalla, no nos vamos a rendir. Lo vamos a hacer sin escuchar a los agoreros», aseveró, y añadió más adelante: «Como Vox no se muere, se mueren por matar a Vox. ¿Dónde está el candidato de los medios de comunicación? ¿Dónde está la corriente interna? ¿Dónde está la deontología periodística? ¡No existe!».
Rocío y Javier
Abascal mencionó por su nombre a Rocío [Monasterio] y a Javier [Ortega Smith], con protagonismo menguante en los últimos años, y también a Rosa Cuervas-Mons y a Montserrat Lluís, apartadas de su candidatura por el Comité Electoral por no reunir la antigüedad requerida, pero a las que el CEN incorporará en su primera cita. «No somos los últimos del ayer, somos los primeros del mañana», concluyó Abascal. La Asamblea General clausuró con los acordes del himno nacional y el despliegue de una bandera de España por el pasillo central del auditorio.