ABC (Córdoba)

Un Dios machote

Yo en el Cartel del Resucitado de la Semana Santa de Sevilla solo veo al Resucitado en una obra que me resulta bella, sin más

- CHAPU APAOLAZA

QUÉ no daría yo por haber pasado la polémica sobre el cartel de la Semana Santa de Sevilla en Sevilla. Me lo he perdido como me perdí la faena de Morante en la Maestranza. Esa faena no la vi, pero la hablé porque hablar de toros es mejor incluso que ver toros y aquí vengo a hablar de la polémica del cartel, un poco a destiempo, un poco desde lejos, a ver si pillo algo.

Vadeo las razones del cabreo que no debo contestar ni sostener, pues el cartel anuncia una semana santa que no es la mía. Sí que me detengo en ellas, a ver si las entiendo. Porque yo en el Cartel del Resucitado solo veo al Resucitado en una obra que me resulta bella, sin más. Me apuntan mis fuentes de la orilla del Betis que quizás ese sea el problema: que no aparezca Sevilla explícitam­ente. Puede resultar extraño siendo el artista andaluz, las hermandade­s sevillanas y el modelo, un sevillano. Hasta en Sevilla sale un Resucitado aunque sea más reciente y de la sucesión teológica de Pasión, Muerte y Resurrecci­ón, se atienda más a la representa­ción de las dos primeras. Pero el juez de lo popular es el pueblo que reconoce o no reconoce sus manifestac­iones y es ese reconocimi­ento el único que las puede validar: ni los tipos como yo ni los críticos de arte. Además, si es un Resucitado pero no parece de Sevilla, a los sevillanos les puede resultar tan ajeno como un moai de Papúa Nueva Guinea y ya dijo en su día Pepe Lobo que no se emocionaba con un cristo ante el que no hubiera rezado su abuela.

Los carteles de los fenómenos populares son siempre complejos y muchos los rechazan pues retratan lo que es difícil de retratar y porque los que lo llevan dentro se sienten extraños, y si te anuncian la Semana Santa de Sevilla o San Fermín es un poco como si te anunciaran a tu madre. A mí me gusta el cartel, aunque no soy quién, porque solo es mi Semana Santa a medias y de prestado. Yo en realidad, más que a defender el cartel, vengo a defender que a la gente no le guste pues se viene por aquí una lectura del escándalo en la que, si no te gusta el cartel de Semana Santa, eres un homófobo y un facha.

La Semana Santa constituye justamente la expresión de un Cristo alejado de los códigos del poder del macho. Dios se encarna en un bebé frágil y pobre que se convierte en un hombre vulnerable que siente angustia, dolor y miedo, que llora incluso sangre, un hombre que muere y después resucita en su esplendor, bondad y belleza. El Cristo que amamos, ante el que nos postramos y que es nuestro ejemplo, no parece un delantero de los All Blacks, sino que actúa con la palabra del amor, la misericord­ia y el perdón. Si el nuestro fuera un Dios machote, seríamos vikingos, no sevillanos.

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