Costes del desatendido cambio climático
LA siniestralidad de la actividad agraria sigue aumentando de forma extremadamente acelerada, y eso es un claro síntoma de que algo está pasando con el clima. Este indicador lo mide el sistema español de Seguros Agrarios Combinados (Agroseguro), que ya muestra un incremento de los siniestros de más del 48% con respecto a 2022, cuando se abonaron 807 millones de euros en indemnizaciones; la cifra más alta de la historia. Solo hasta noviembre, el número de hectáreas siniestradas ya superaba el 20% del total de la superficie de cultivo.
En 2023 las temperaturas alcanzaron los niveles más elevados desde que se tienen registros, y las precipitaciones fueron un 12% más bajas de lo normal. Y ha sido precisamente el calor extremo y las escasas lluvias lo que ha producido un dura sequía, culpable del espectacular repunte de la siniestralidad. En especial se ha hecho patente en cultivos herbáceos, con casi el 90% de las indemnizaciones. En menor medida en viticultura con casi 30 millones de euros de indemnizaciones, seguido del olivar con 12 millones y las hortalizas algo más de 9.
Pero la desajustada meteorología no solo provoca caída de la producción. En el caso del vino hay cambios en sus características organolépticas, como consecuencia de la mayor concentración de azúcares en la uva. Esto genera una mayor graduación alcohólica, pero también una alteración del aroma y del sabor. Además y tal como destacan desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el aumento de la radiación solar en los suelos reduce la acidez del vino, necesaria para darle frescura. Pero antes, el propio cultivo se ve afectado, al aumentar las necesidades hídricas y alterarse al desarrollo de plagas, enfermedades y malas hierbas.
Al final, el reto es conseguir que los cambios que se producen en el vino no sean sustanciales y mantengan las características que lo definen. O al menos que sean suficientemente lentos como para permitir al consumidor una adaptación gradual de su paladar.