El momento Borrell
Ojalá todos los altos cargos españoles procedieran con la visión y falta de sectarismo que tuvo con Villarino
El nombramiento de Camilo Villarino como nuevo jefe de la Casa del Rey invita a una reflexión respecto de la manera en que el Estado gestiona las carreras de sus funcionarios de élite. Como todos, he leído sobre Villarino mucho estos días, de su formación en Derecho en Zaragoza, el paso juvenil por el colegio de Europa que parece decantar su decisión de ser diplomático, la trayectoria profesional que le sitúa como jefe de gabinete (que es poco menos que decir mano derecha) de cuatro ministros de Asuntos Exteriores (Alfonso Dastis, Josep Borrell, Margarita Robles y Arancha González Laya) y la fortaleza de su compromiso con el servicio público que le lleva a convertirse en oficial en la reserva del Ejército.
Después está el episodio Gali, tan mal gestionado interna y externamente, y tan incómodo para Pedro Sánchez que nunca se ha explicado fehacientemente. Ese incidente propicia que el ministro José Manuel Albares –compañero de Falcon de la primera hora de Sánchez–, haga con Villarino algo inusual que es retirar su designación en Moscú cuando ya se había pedido el plácet. Ahí, el hombre de confianza de cuatro ministros podía haber acabado haciendo pasillos en el ministerio si no es por Borrell que lo ficha y se lo lleva a Bruselas, primero como asesor y después como jefe de gabinete.
El papel de Borrell rescatando a un alto funcionario que estaba siendo colocado en una vía muerta es inusual y digno de elogio. Ojalá todos los españoles que ocupan altos cargos pudieran actuar con tanto sentido de dónde están los intereses fundamentales del país y con tan poco sectarismo. En las próximas semanas y meses habrá cambios importantes en muchas instituciones y tendremos la ocasión de comprobar si el ejemplo de Borrell crea escuela o no en un país donde el presidente del Gobierno envía todos los días el mensaje de que su interés personal está por encima de cualquier otra consideración.
Hay que subrayar, además, el gran momento de lucidez política por el que pasa Borrell. La semana pasada, presentó su plan ‘integral’ de doce puntos para resolver el conflicto palestino-israelí, la primera iniciativa articulada que se ha puesto sobre la mesa. Más temprano que tarde, hasta Benjamin Netanyahu entenderá que necesita una salida a la actual carnicería de Gaza y Europa se la está ofreciendo.
Borrell también ha mantenido firme el compromiso con Ucrania, en un momento en que el socio atlántico flaquea. Y el jueves pasado, en una reunión con embajadores y funcionarios iberoamericanos en Bruselas, pudo comprobar que el diagnóstico que hizo en noviembre de 2021, cuando dijo que «Latinoamérica no está en el radar de la UE», se ha ido corrigiendo eficazmente. Las palabras de Ursula von der Leyen en la cumbre UE-Celac de julio pasado afirmando que «Europa aspira a ser el socio preferente de América Latina y el Caribe» fueron el broche de oro de esta cambio de perspectiva alentado por el político español.