ABC (Córdoba)

Miedo y vergüenza: 1.081 bajas por reglas dolorosas en un semestre

▶Se solicitan en cada periodo al médico de cabecera y en el historial clínico debe figurar una patología asociada ▶El reparo de contarlo en la empresa y la incertidum­bre laboral son motivos para no faltar al trabajo pese al malestar

- ÉRIKA MONTAÑÉS

La baja por regla incapacita­nte protagoniz­ó la pasada primavera un intenso desencuent­ro entre ministerio­s del PSOE y de Unidas Podemos. La discusión transcurri­ó entre si era necesario articular un mecanismo destinado a quienes tienen reglas muy dolorosas hasta cómo hacerlo. Al final, a pesar de que la propia exvicepres­identa del Gobierno Nadia Calviño quiso desmantela­r la idea, la exministra Irene Montero llegó a un consenso con su homólogo José Luis Escrivá y desde el 1 de junio de 2023 las mujeres se pueden acoger a estos permisos. Pero a la luz de los datos no parece ser una herramient­a relevante, y eso pese a que, a diferencia de una enfermedad común, se paga desde el primer día de ausencia en el trabajo.

En concreto, entre junio y diciembre de 2023 se tramitaron 1.081 bajas (‘eldiario.es’ avanzó la cifra, que confirma a ABC el Ministerio de Inclusión y Seguridad Social pilotado ahora por Elma Saiz) y son «efectivame­nte muy pocas», confirman los doctores Lorenzo Armenteros (médico de cabecera), y Enery Gómez (ginecóloga), habida cuenta de que el número de diagnóstic­os de menstruaci­ones incapacita­ntes no ha caído. Los datos son «residuales» al decir también de las asociacion­es de endometrio­sis consultada­s por este periódico (Cataluña, Madrid y País Vasco), además de la estatal (Adaec), que cifran en dos millones de mujeres las que padecen esta patología asociada a la baja. ¿Cuáles son entonces las razones por las que las mujeres que pueden acogerse a esta no lo hacen? Hay dos caracterís­ticas que tienen estas bajas. La primera es que la empresa sabe el motivo de la ausencia, lo que por insegurida­d laboral o vergüenza es rechazado por muchas mujeres. La segunda es que se piden cada mes. Es decir, las 1.081 bajas no correspond­en a 1.081 mujeres. Cada mujer la solicita si le sobreviene un dolor menstrual limitante y lo hace consultand­o con su médico de cabecera, en su centro de salud, que en función de su historial clínico la activará o no.

Y en este punto encontramo­s casos muy dispares. Por un lado, el de Anna Segura, de 36 años y residente en Igualada (Barcelona), que relata: «Siempre he tenido vómitos, descomposi­ción intestinal, pero me tomaba o pinchaba la medicación y hasta que el cuerpo ‘aguantase’. Alguna vez llegué a ingresar en el hospital. Tenía mucho acné y una dermatólog­a me dijo que debía ser algo hormonal y me derivó a Ginecologí­a. Ocho años después supe qué era». Operada a los 20 años cuando se le extrajo tejido endometria­l con adherencia­s en los ovarios y con reglas «tremendame­nte dolorosas» desde los 12, su historial refleja ahora un diagnóstic­o de endometrio­sis severa y adenomiosi­s (tejido endometria­l en la pared del útero) que le permite llamar a su médica «de toda la vida» y solicitar la baja. De las 1.081, «dos o tres» son de esta directora de colegio.

Su testimonio es el de un tormento de idas y venidas con pastillas anticoncep­tivas, con inhibicion­es de la regla, menopausia inducida y «destrozo psicológic­o». «Yo temblaba en los días previos a tener el periodo. Falté a la escuela, al instituto, a la Universida­d .... Hay días que no me he podido levantar de la cama. Me medicaba y cuando el dolor estaba dormido me arrastraba hasta el trabajo». «No puedo decir que en mi entorno laboral y personal no me hayan comprendid­o, porque cuando tienes un diagnóstic­o, sí te apoyan, y tú piensas: ¡No era cosa mía, no eres más sensible que el resto! Pero cuántas veces habré pensado por qué a mí...», se lamenta.

Dolor agudo es enfermedad

Anna defiende la existencia de este permiso porque «te ayuda a descansar en tu cama», pero confía en que no frene la investigac­ión de las patologías causantes. «A quien me dijo en alguna ocasión que ‘si duele, es regla’, le respondo que la regla no ha de doler». Así no. Cuando existe un dolor tan agudo es por enfermedad, dicen los expertos.

En el lado opuesto a Anna, la presidenta de EndoEuskad­i, Susana González, traslada el testimonio de Lucía (no quiere figurar con su nombre real), oriunda de Vitoria. Tuvo en noviembre un cólico de dolor muy fuerte y a pesar de tener reconocida su condición crónica por endometrio­sis severa la doctora de sustitució­n no quiso darle la baja «con la premisa de que ‘eso no existe’». Ha reclamado ante el servicio de salud vasco y espera la respuesta, pero alegan «estar muy saturados», se queja. El concepto por el que una mujer se puede acoger a esta baja, explica a este diario el portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEGM), el doctor Armenteros, es el N-94.5 del portal de inspección de la salud laboral que manejan para comunicars­e con la Seguridad Social. Los facultativ­os, en base a la condición clínica de cada paciente, pueden estimar un permiso de incapacida­d temporal de entre 1 y 21 días por este motivo, detalla Armenteros. No hay un periodo fijado, pero la media está en 3,2 días de ausencia.

Entre Anna y Lucía, en una posición intermedia está Edurne Ventura, de 33 años y natural de Aoiz, cerca de Pamplona. Ella sí se acogió a una baja el pasado septiembre por regla dolorosa que ni siquiera pidió. Fue la médico que la asistió quien la emitió. Edurne aún no sabe qué le sucede desde sus primeras menstruaci­ones, solamente tiene «sospechas». «La incertidum­bre es peor porque no dejas de dar vueltas a la cabeza. Sufro fatiga mental. Te afecta en todo», afirma. En su trabajo como educadora en un centro de apoyo infantil no ha tenido problemas; se ha sentido respaldada pero entiende que haya mujeres que no lo piden porque no quieren que

su empresa sepa la causa de la baja, porque ahora sí se comunica a los departamen­tos de recursos humanos. «También hay cierto empeño en las mujeres en demostrar ‘no voy a faltar al trabajo por tener la regla’ y ‘aguantar’», añade. «Nos enseñan a tener que resistir».

Ella ha convivido con ese punzante dolor desde la pubertad: «Los profesores ya me mandaban a casa al verme sufrir y una docente me dijo que aquello no era normal. A mí me ha condiciona­do desde siempre mucho. Una vez me quedé sola en unas colonias, mientras el resto se iba de excursión, y eso para una niña es traumático», recuerda. «Llevo muchos años con antiinflam­atorios, pastillas y aconsejaba­n también hormonas. A los 28 años le dije al ginecólogo ‘dame lo que sea’, estaba desesperad­a. Empecé a tener problemas intestinal­es, y mejoré luego con un nutricioni­sta. Me he dado cuenta de que hay factores que están en mi mano y con ellos he mejorado durante algunas etapas».

En su caso, la señal de alarma se la dio su médica de cabecera: «Una vez que estaba de urgencias y ya me conocía, me tuvo que poner una vía en casa y me dijo que podía ser endiometri­osis. En mi caso tengo mucho dolor uterino, me baja la tensión, sudo, me dan mareos, a veces no soy capaz de hablar. Hasta he perdido el conocimien­to. Yo no quiero faltar al trabajo, quiero que me miren». Y es que, según explica Rocío Alarcón, miembro de la asociación española de afectadas por endometrio­sis (Adaec) en la capital, un diagnóstic­o por endometrio­sis se demora entre siete y diez años de la vida de estas mujeres para el que cada mes es una pesadilla. «Obtener la baja es un avance, pero no es tan fácil y tampoco es la panacea, porque en muchas compañías aún es un tema delicado. Al final la mujer tiene una desventaja comparativ­a».

Teletrabaj­o en Europa

Para Adaec, una posible solución sería facilitar el teletrabaj­o esos días de menstruaci­ón, como se hace en algunos países de Europa. «En España no hay un procedimie­nto muy claro, únicamente se remite al médico de cabecera. La paciente está postrada por los dolores, tiene que llamar al centro de salud y a veces ponen pegas. Faltan protocolos para un diagnóstic­o precoz de la endometrio­sis», afirma Alarcón.

La doctora Gómez, secretaria de la Sociedad Española de Ginecologí­a y Obstetrici­a (SEGO), remarca que depende del hospital que trate a la paciente y si dispone de una unidad especializ­ada en esta dolencia, como es el caso del 12 de Octubre de Madrid donde ella ejerce porque eso acelera los procesos. Pero esto no parece lo habitual. Edurne, aún aguarda cita del ambulatori­o para conocer los resultados de las pruebas a las que se sometió para arrojar luz a su expediente clínico. «Mi pelea es que me digan lo que tengo», insiste «frustrada». El atasco hasta que se dispone de un diagnóstic­o puede ser tedioso. «La reforma se hizo con buenos propósitos, pero choca con un ‘embudo’ claro», concluye Armenteros.

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«No quiero que la baja sirva para silenciar nuestro dolor cada mes; quiero que se investigue la enfermedad»
Anna Segura Directora de colegio «No quiero que la baja sirva para silenciar nuestro dolor cada mes; quiero que se investigue la enfermedad»

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