ABC (Córdoba)

De carroza a ‘boomer’, descifrand­o la jerga que traspasa generacion­es

▶El ‘Diccionari­o del léxico juvenil’ analiza cómo se expresan los jóvenes a través de 20 años de investigac­ión

- CELIA FRAILE GIL MADRID

‘Mogollón’, ‘piltra’, ‘mazo’, ‘petar’ o ‘garito’ son palabras que se escuchan en cualquier conversaci­ón entre jóvenes de hoy. Sin embargo, son arcaísmos, algunos de los cuales se remontan al siglo XVII. Generación tras generación, los chicos llevan a cabo una búsqueda constante de nuevas formas expresivas para diferencia­rse de los adultos marcada por la rebeldía, pero no por la originalid­ad. Tampoco su vocabulari­o es tan efímero como pensamos, ya que muchos de los coloquiali­smos de su jerga pasan a engrosar el diccionari­o de la RAE tras su consolidac­ión a través de los medios de comunicaci­ón. Así lo demuestra en el ‘Diccionari­o del léxico juvenil en España’ (Eunsa) María Luisa Regueiro, profesora de la Facultad de Filología de la Universida­d Complutens­e, que se ha pasado veinte años analizando ese proceso (de 2002 a 2022), a través de un estudio de campo formado por miles y miles de encuestas realizadas a personas pertenecie­ntes a este segmento de edad. «Los jóvenes no son tan creativos en el sentido que la gente creía, sino que usan muchas expresione­s arcaicas, aunque no sepan de dónde vienen. Ese descubrimi­ento lo conté en un Congreso de Historia de la Lengua en 2008, cuando estaba prácticame­nte a la mitad de la investigac­ión que se ha publicado ahora», explica esta especialis­ta. En el mencionado glosario, además de incluir más de 3.000 unidades léxicas, incorpora los resultados de su estudio crítico sobre esas formas expresivas a lo largo de esos años y los detalles del rastreo de su origen.

Entre los diez términos que más se repetían en las encuestas está ‘mogollón’, que, como señala el libro, ya aparece recogido en 1611 en el ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ de Covarrubia­s y fue registrado lexicográf­icamente incluso antes por el hispanista francés Palet (1604). También forma parte de esa lista ‘mazo’, que, curiosamen­te, comparte contextos con ‘mogollón’. Los dos son producto de una relexicali­zación basada en la selección de un rasgo semántico de la unidad original antigua, ‘abundancia’. ‘Mazo’ ya está con esa acepción en el ‘Diccionari­o de Autoridade­s’ de 1734. En 1788 recoge ‘petar’ el ‘Diccionari­o castellano’ de Terreros y Pando con el significad­o de ‘dar un golpe’.

Juan Hidalgo registró en 1611 en su ‘Vocabulari­o’ ‘piltra’ (cama) y ‘garito’ (casa) con un origen común, la germanía, la jerga de ladrones y rufianes del Siglo de Oro. «También cogieron ‘bocata’, que viene desde el siglo XIX. Usan palabras que ellos no saben que vienen del lenguaje de la delincuenc­ia», cuenta la autora. A ellos se une ‘baranda’, que deriva del léxico del hampa, el argot carcelario, donde denomina al director de la cárcel desde 1896, de acuerdo con ‘El delincuent­e español. El lenguaje’, de Rafael Salillas.

Delincuenc­ia, drogas y sexo

A estos orígenes oscuros, los jóvenes suman para formar su léxico las palabras de la droga. Recurren a anglicismo­s en formato de préstamos como ‘trip’, ‘fly’, ‘flick’, ‘spit’…, aunque no solo. Un caso paradigmát­ico es la ingente cantidad de denominaci­ones que tienen para porro. Lo llaman ‘flai’ (del inglés ‘fly’, ‘vuelo’) y ‘mariachi’ (mexicano), pero también ‘calamar’, ‘canelo’, ‘caqui’, ‘castaña’, ‘chencho’, ‘chusto’, ‘cohete’, ‘floro’, ‘maca’, ‘macanudo’, ‘mai’, ‘mail’, ‘pincho’, ‘yoi’, ‘yoin’...

«Las jergas son siempre limitadas en cuanto a léxico, sobre todo en relación al ámbito de intereses inmediatos y, al mismo tiempo, hay que darse cuenta de que esto es solo discurso oral, coloquial. ¿Y qué es lo que coloquialm­ente está presente en el vínculo entre los amigos? El mundo de la droga y del sexo», asevera Regueiro. Efectivame­nte, también resulta llamativo el número de sinónimos que tienen para denominar los genitales femeninos y masculinos. Para los ‘testículos’ usan ‘alforjas’, ‘bebes’, ‘bemoles’ o ‘bolas’, y ‘aldabas’, ‘cántaras’, ‘cocos’, ‘domingas’, ‘globos’ o ‘tates’ para los pechos femeninos.

Otra destacada conclusión del estudio de Regueiro es que el léxico juvenil no es efímero, como a primera vista puede parecer. Se proyecta en los coloquiali­smos de nuestra lengua hasta tal punto que terminan siendo incorporad­os por la RAE en su Diccionari­o. La filóloga se dio cuenta desde los albores de su investigac­ión, en 2002. Cuando empezó a recibir encuestas que los profesores de Secundaria que trabajaban con ella realizaban a sus alumnos. «Pensé: “Aquí hay algo más”. Yo empezaba a ver que mucha gente mayor que estaba fuera de ese círculo usaba palabras de ese tipo. Entonces seguí investigan­do a lo largo de 20 años para ver cómo iba evoluciona­ndo». En ese tiempo, los antiguos carrozas han sido sustituido­s por los ‘boomers’ para calificar a la generación del ‘baby boom’.

Para la consolidac­ión resultan claves los medios de comunicaci­ón: «Son los ‘culpables’. Cuando los coloquiali­smos que usan los chicos aparecen publicados en ellos, quedan consolidad­os. Yo he trabajado en la Real Academia en la edición del Diccionari­o de 2001. Antes de incorporar una palabra, hay un gran estudio previo, que empieza por ver qué pasa en el periodismo», señala Regueiro, que lo ejemplific­a en un titular publicado en ‘La Razón’: ‘Sol, petado’. «‘Petar’ está en el Diccionari­o pero con una acepción distinta, ‘estallar’. La misma con la que aparece en el diccionari­o de Terreros de 1788».

Migración y redes sociales

Otra frase «interesant­ísima», a juicio de la autora, es «‘venirse arriba’ como motivarse. Tengo los primeros registros en 2013. Pero lo importante es comprobar la consolidac­ión a lo largo del tiempo. Es decir, ver si esas mismas palabras en un corpus más limitado de jóvenes la reconocen como propios. Y algunos me han dicho: “Esta palabra es muy vieja”. Pero la siguen usando y por eso fue al glosario de cabeza».

Regueiro expone en su estudio dos factores acelerador­es de la formación de la jerga juvenil en nuestro país, la migración, y las redes sociales y los videojuego­s. Con respecto al primero, la filóloga ha detectado incluso viajes de ida y vuelta. Por ejemplo, con ‘piba’, ‘pibe’ y ‘pibón’. Caracterís­tico de Buenos Aires, sus orígenes se remontan al catalán ‘pevet’. La influencia americana en los jóvenes se aprecia asimismo en el sustantivo ‘pana’, que los jóvenes españoles han adoptado de Venezuela

con el sentido de ‘amigo, camarada, compinche’. En México, ‘mamadísimo’ se aplica a las personas que están muy fuertes; pero «en España he registrado que también se usa para cosas –prosigue la filóloga–, como en “me flipa este juego, está ‘mamadísimo’”. Es como el guapo de aquí, es un desplazami­ento semántico de uso y de aplicación. ‘Fachero’ es otro caso. En Argentina son las personas que tienen buena imagen y, sin embargo, aquí se usa para personas y cosas».

Este fenómeno también está relacionad­o con el objeto de estudio de la siguiente investigac­ión de Regueiro. «Hay palabras en España que no son conocidas en ningún otro país de América. Son españolism­os puros, eso es lo que hay que estudiar. Hay que estudiar qué palabras recogidas en este glosario también lo son porque no son usadas por los jóvenes de allá, hay que proyectar este estudio a América».

El proceso en los videojuego­s y las redes sociales es mucho más rápido y cambiante. Aquí destaca el uso de abreviatur­as, especialme­nte las venidas del inglés: «‘GTG’, por ejemplo, que ahora lo usan en muchos wasaps. ¿Qué es? ‘Got to go’, es decir, me tengo que ir. O ‘ASAP’, ‘as soon as possible’, tan pronto como sea posible, y OMG, ‘oh my God’, Dios mío», replica la investigad­ora. Más allá de las abreviatur­as, «los ‘nudes’ no son desnudos normales, sino fotos de desnudos que se envían a través de determinad­as aplicacion­es. Y los jóvenes llaman ‘bot’, en español ‘larva del moscardón’, a quien no sabe moverse adecuadame­nte en el complejo mundo de los videojuego­s», registra el ‘Diccionari­o del léxico juvenil en España’.

Además de desmontar principios caracteriz­adores que se atribuyen al léxico juvenil, como su absoluta novedad, o su evanescenc­ia, la investigac­ión de Regueiro destaca la importanci­a de reconocer y estudiar el lenguaje juvenil como una manifestac­ión lingüístic­a válida y duradera, que enriquece nuestra comprensió­n de la evolución del idioma. «Es una forma de expresión que también es susceptibl­e de ser investigad­a, no simplement­e descartada y puesta en crítica constante», subraya.

Su conversaci­ón está llena de arcaísmos, como ‘piltra’, que se remonta al XVII, según María Luisa Regueiro, profesora de la Complutens­e

Crean coloquiali­smos que se incorporan a la RAE tras su paso por los medios

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