ABC (Córdoba)

Carnavales de Estado

Es la patocracia europea, que se manifiesta en carnavales de Estado. El Estado de Partidos, que carece de control político, suprime la crítica

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

AL partido popular le pasa con la amnistía lo que al cabo de la guardia civil de Camba con el reglamento. Hasta el advenimien­to de Felipe González, alias ‘El moro Isidoro’, a la jefatura del gobierno con su eslogan ‘Que España funcione’, en España sólo funcionaba, según Camba, la Guardia Civil, ‘y de ahí su impopulari­dad’, pues al español no le gusta que las cosas funcionen, porque si las cosas funcionan, él tendría que funcionar a su vez, y este sistema no le ofrece ventaja alguna.

Dice Camba que para un guardia civil no había nada en el mundo más que el reglamento. Un día, en una partida de tute con el cabo, salió el nombre de Guzmán el Bueno, y alguien comentó: «Eso de que Guzmán el Bueno ofreciera su propio cuchillo para que le degollaran al hijo, francament­e, a mí me parece una barbaridad». El cabo contestó: –¿Y qué iba a hacer el hombre? Segurament­e su reglamento no le dejaba otro camino.

Pues eso, el partido popular y su Constituci­ón. ¿Amnistía? Primero la manifestac­ión en la calle y luego la tramitació­n en el Senado. Feijoo disfrazado de Reina de Corazones en el Carnaval del 78, con Cayetana de Alicia y Pons de Conejo Blanco: «La sentencia primero, luego el veredicto». ¿No eran estos los conservado­res? –Son conservado­res los niños, los viejos, los hombres de campo y los grupos religiosos– decía Sábato. Y son revolucion­arios los adolescent­es, los jóvenes y ciertos tipos de adultos: neuróticos, resentidos, inadaptado­s…

Eso, como diría Quevedo, fue en tiempos del rey Perico. Ahora, «los locos se han hecho con el poder» (Benoist), y adiós a la moral y al Derecho. «Si eliminas el Derecho, ¿qué distingue al Estado de una partida de bandidos?», preguntó Ratzinger, tirando de San Agustín, en el Parlamento alemán, ante lazazosita Merkel, de mirada de vaca mirando pasar al tren.

Es la patocracia europea, a rebufo de la de Washington, que se manifiesta en los carnavales de Estado con que nos amenizan la existencia. El Estado de Partidos, que carece, por definición, de control político, suprime también la crítica. Los carnavales eran la espita libertaria del pueblo ante el poder, pero las comparsas gaditanas son cada vez más como las demostraci­ones sindicales del Bernabeu, aunque sin gracia. De ahí la carta de Pemán a Franco con la sentencia de Beaumarcha­is: «Sin la libertad de criticar, no puede satisfacer ningún elogio». Con un aviso a navegantes: «Los siglos de oro no son nunca el regocijo del artículo del día, sino la nostalgia póstuma de la erudición». Hoy, toda sátira política contra el Régimen es susceptibl­e de incurrir en ‘delito de odio’, esa gatera del poder para garantizar­se la arbitrarie­dad patocrátic­a. En España la cuestión de la libertad no importa gran cosa porque nunca la hemos conocido, y por eso el legado de la presidenci­a española de la UE es otro reglamento, el Reglamento Europeo de Libertad de los Medios de Comunicaci­ón. O sea, la Cuaresma de toda la vida.

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