ABC (Córdoba)

Cosas de casa

Quién sabe si los cordobeses son también patrimonio de cortesía del resto de la humanidad

- JOSÉ JAVIER AMORÓS

EN las pequeñas noticias reside, le parece a uno, la esencia del periodismo. En el niño que fuimos estaba contenido el adulto que somos. En el primer paso está todo el camino. Y así sucesivame­nte. Uno busca, sobre todo, las pequeñas noticias que trae este periódico. Con las grandes se tropieza. Y así fue como encontró el jueves pasado un recuadrito de la sección de Tribunales, firmado por Pilar García-Baquero, una periodista cordobesa que conoce muy bien su oficio, por lo que leo de ella. Suyo es el mérito, uno se limita a adornarse con la informació­n que le facilita. La Sección Tercera de la Audiencia de Córdoba sentará en el banquillo a un hombre iracundo, para serenarlo. Hace tres años escupió, insultó, amenazó, humilló y agredió a unos militantes de Vox que repartían propaganda por el centro de la ciudad. Pongamos que era en las Tendillas. Si hubiera dedicado esas habilidade­s a hacer el bien, hoy podría ser un colérico de provecho en el Gobierno de España. Pensaba uno que estas cosas sólo suceden en el Congreso de los Diputados, donde tiene su asiento toda equivocaci­ón y escaño los de Bildu. Pero en Córdoba… Quién se lo iba a decir al millón de turistas que vinieron el año pasado, y no se llevaron de Córdoba una palabra más alta que otra. Todas pronunciad­as con su poquito de música, que es como aquí se trata a las visitas. Por eso vuelven. La Mezquita, sin duda. Medina Azahara, no faltaba más. Los Patios, las Cruces, lo que usted diga, señor concejal. Pero algo tendrá que ver la gente de esta tierra con la inundación de admiradore­s. Las cordobesas en flor y los cordobeses en rama. Monumentos y paisajes únicos hay en muchas partes del mundo. Algo tendrá la buena gente de aquí para que vuelva a visitarla la buena gente de allí. Quién sabe si los cordobeses son también patrimonio de cortesía del resto de la humanidad. O están en camino de serlo. El caso es que llevábamos muchos años esperando a los unánimes visitantes de Córdoba. Y volvamos a la escupidera, que este artículo se está poniendo del color de la primaveril­la de san Antón que disfrutamo­s, y acabará cantando a los hombres y mujeres que dan el ser de esta tierra, y que el alma de uno «ha cortado a su medida».

Escribimos de los peores porque los mejores no llaman la atención. A juicio de uno, dos límites tiene la libertad de expresión: el delito y el estilo, si es que el delito no es también una profanació­n del estilo en la convivenci­a. Lo único insoportab­le de una ofensa es la falta de nivel. Y el salivazo del odiante de Vox prueba que estamos ante un cretino enfático, que es un cretino que alardea de serlo. Esta especie crece con facilidad en las cunetas de la política y la recoge Sánchez. El fiscal pide para él un año de prisión y una multa. A uno le parecería más proporcion­ado condenarlo a doce horas diarias dedicadas a aprender a hablar, leer y escribir en un internado antiguo para repetidore­s. Y devolverlo a la sociedad cuando domine «el arte de injuriar». Quizá prefiera la cárcel.

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