ABC (Córdoba)

Belisario: la espada del emperador para recuperar la vieja gloria de las legiones

Llega a España la primera traducción al castellano de la obra magna de John Julius Norwich: ‘Bizancio’

- MANUEL P. VILLATORO MADRID

Murió en marzo del 565, con seis décadas de vida y cuarenta años de sangre y barro al servicio de las legiones. Flavio Belisario, filo acerado de Justiniano I en su expansión a través del Mediterrán­eo, expiró obviado por el mismo pueblo que le había jaleado cual héroe. Al pasar factura ante los hados no le valió de nada haber recuperado para Bizancio los viejos territorio­s del Imperio romano de Oriente. Tampoco haber sido fiel al emperador hasta sus últimos días. Al final, el general se marchó cansado de batallar y agotado de la vida pública; sus dos quehaceres hasta entonces.

«Fue uno de los generales más brillantes de toda la historia bizantina», explica John Julius Norwich. El presentado­r e historiado­r inglés añade que «sus dotes militares eran incuestion­ables» y que «su valor personal había quedado demostrado una y otra vez» en el campo de batalla. Me gustaría escribir que las declaracio­nes fueron obtenidas en una entrevista frente al típico café batallero, pero no. Están extraídas de ‘Bizancio. Los primeros siglos’ (Ático de los Libros), la traducción al castellano que el mundo editorial le debía al maestro del ensayo histórico. Y al fin ha llegado, pero después de su muerte en 2018, con 89 años. Hasta los grandes tienen sus espinas clavadas.

Norwich no nos dejó cansado y aburrido de su trabajo, como sí le sucedió a Belisario. Todo lo contrario, según desvela a ABC Claudia Casanova: «Cuando nos reunimos con él, nos sorprendió por su pasión y energía, que percibimos de inmediato». La editora de Ático de los Libros confirma que, como el general bizantino, el británico fue un referente en lo suyo. Aunque sus armas no eran la espada y la lanza, sino la pluma y el tintero. «Estaba encantado de que sus libros se tradujeran al español, echaba pestes del Brexit, conocía a fondo la historia de España y lamentaba no haber escrito un libro de ella», añade. Por eso, está convencida de que habría disfrutado al ver que ‘Bizancio’, el primero de una trilogía publicada originalme­nte en los 90, llegaba a las estantería­s de nuestro país en castellano.

Para el británico, Belisario fue el máximo exponente de la expansión bizantina; ese faro que lideró la política de recuperaci­ón del viejo Imperio romano –‘recuperati­o imperii’– azuzada desde Constantin­opla tras la caída de Roma en Occidente. Aunque antes había demostrado de sobra su genio militar.

Auge y recelos

Nació el general entre el 500 y el 505 en la ciudad tracia de Germania y, dos décadas después, formaba ya parte de la guardia personal del emperador Justiniano I. De ahí, en un suspiro, ascendió a la cabeza del ejército tras aplacar las revueltas populares de Nika y detener los anhelos territoria­les de los persas en la batalla de Dara. Casi nada.

Según Norwich, Justiniano estaba convencido de que era el único «a quien podía confiar la sagrada tarea» de la ‘recuperati­o imperii’. «El primer territorio señalado para la reconquist­a fue el reino vándalo del norte de África», explica el experto. El general partió en el verano del 533 con 15.000 soldados. Ni tres meses tardó en hacerse con Cartago. El emperador quedó tan complacido que le concedió un ‘triunfo’: una ceremonia que no se celebraba desde hacía medio milenio. «Belisario desfiló a la cabeza de sus soldados, seguido por sus enemigos derrotados». Vítores, aplausos... Se convirtió en uno de los personajes más queridos de la Ciudad Eterna.

Tras aquella victoria, el mandamás envió a su acólito a Italia en el 535 para enfrentars­e a los ostrogodos. Estaba en su cenit: iba a conquistar aquella Roma que había caído en poder de los bárbaros en el 476. Las batallas de Belisario se contaron por victorias:

Sicilia, Nápoles, la propia Ciudad Eterna... Según Norwich, atesoró un poder y una relevancia pública estremeced­oras. Quizá, demasiadas para el emperador. «Justiniano empezó a tener dudas sobre Belisario. Era demasiado brillante y exitoso y, al tener treinta y pocos años, era la clase de hombre que acababa siendo emperador».

Caída en desgracia

Los recelos condenaron al general a regresar a Constantin­opla, donde permaneció bajo la atenta supervisió­n del emperador. Aquello le pasó factura. Narran las fuentes que apenas se dejaba ver y que las desconfian­zas imperiales destrozaro­n su ánimo. «Parecía quedar poco del antiguo Belisario, de la energía, la astucia y el infinito ingenio que lo habían llevado, con menos de treinta años, a la cima de su profesión y hecho famoso su nombre en todo el mundo conocido», añade el autor. Cuando le enviaron de nuevo hacia Oriente, donde debía contener la expansión persa, le costaba incluso tomar decisiones. Aquella campaña fue su réquiem. Cuando regresó, el mismo emperador le acusó de conspirar contra su vida. «Nunca se demostró nada, pero fue despojado de todas sus dignidades y sus privilegio­s, y, durante ocho meses, vivió en un estado de desgracia hasta que Justiniano, persuadido de su inocencia, lo rehabilitó», añade Norwich. Su leyenda negra llegó a tales extremos que, durante siglos, se dijo que le habían cegado y arrojado a las calles con un cuenco para pedir comida. Todo mentiras. Pero la vuelta del favor imperial no le granjeó el éxito. Harto y odiado, murió en el 565.

«Cuando nos reunimos con Norwich en su casa, nos sorprendió por su pasión y energía. Las percibimos de inmediato»

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‘BIZANCIO’ Ático de los Libros; 528 páginas; 29,95 €; tapa dura con sobrecubie­rta
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// ABC Norwich, fallecido en 2018, fue uno de los grandes divulgador­es ingleses
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// ABC El emperador Justiniano y su corte

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