Gana la MezquitaCatedral, gana Córdoba
La Mezquita-Catedral también necesita a la mejor Córdoba que sepa comprometerse en su defensa
El pasado martes el Cabildo de la MezquitaCatedral anunció los actos conmemorativos del cuarenta aniversario de su inscripción por la Unesco como Patrimonio Mundial («por sus características de monumento único en el que la arquitectura árabe de sus más esplendorosos tiempos, recibe el abrazo de las posteriores construcciones cristianas, con lo que se recrece en una inusitada hermosura») y el inicio de las obras de restauración de la macsura, el muro donde se encuentra el bellísimo mihrab, construido en el siglo X por el Califato cordobés con materiales, técnicas y artesanos bizantinos.
La Mezquita-Catedral es la imagen principal y el mayor imán, con dos millones de visitantes anuales, de una Córdoba a la que, sin duda, le sobra historia y patrimonio para reivindicarse como una de las primeras capitales del mundo. Por tanto, lo que sea bueno para ella, es bueno para Córdoba. De ambas noticias y las palabras de las autoridades y los técnicos ese día resalto tres aspectos.
Primero, el feliz entendimiento entre instituciones civiles y eclesiásticas para que la de Córdoba fuese la primera catedral de España en obtener la consideración de Patrimonio Mundial. Fue el Ayuntamiento cordobés quien, entre el 29 de abril y el 2 de mayo de 1973, reunió a un grupo de expertos que recomendaron a Icomos que cuando fuera consultado en relación con el reconocimiento de la Mezquita-Catedral de Córdoba como Monumento Universal, contestara afirmativamente a esta petición. El Cabildo secundó la iniciativa.
Segundo, la restauración de la macsura, costeada íntegramente por el Cabildo catedralicio, supone seguir conservando con plenitud la parte más sagrada del pasado islámico del edificio, convertida ahora en referencia del arte universal y del patrimonio mundial, por su decoración de teselas y su arquitectura, en la que los especialistas destacan las primeras bóvedas nervadas conocidas, 300 años anteriores a las del arte gótico. Es decir, hablamos de un ejemplo de respeto y protección al pasado histórico, sin que menoscabe el culto cristiano al que está consagrado el inmueble.
Tercero, la normalidad de las relaciones institucionales, tan reclamadas por los ciudadanos de a pie, en aras del bien común, del interés general. En el acto del pasado martes confluyeron altos representantes de la Iglesia y de las administraciones central, autonómica, provincial y municipal, además de sociedad civil. Será bueno perseverar en este camino común. Córdoba necesita a su Mezquita-Catedral, no nos podemos imaginar sin su esplendor material ni su significado espiritual, que nos enriquecen. Pero la Mezquita-Catedral también necesita a la mejor Córdoba que sepa valorar y comprometerse en la defensa unánime de las características de este gran edificio singular que nos ha legado la historia.